Capítulo VII

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Al entrar a la gran montaña, Yattak se quedó contemplando el lugar, la oscuridad que desaparecía con las luces encendidas de las antorchas, velas, o simplemente las luces de las casas.

-Esto es... Impresionante. -murmuró Yattak.

-Es una de las ciudades de enanos más grandes que hay en Throndill, después de las Montañas Azules y Yihta. -explicó Lukassy mientras paseaban por las calles de piedra algo resbaladiza de la ciudad.

-¿Cómo no os resbaláis aquí? -preguntó Yattak extrañado.

-Nuestros zapatos tienen un material especial en las suelas, se llama vynneria, y sirve para adherirse al suelo resbaladizo y no resbalarse o caerse. -dijo el enano.

-Es... Simplemente increíble. -siguió murmurando Yattak mirando a su alrededor.

-Debemos ir a ver al rey, se alegrará al saber que hay un humano aquí, los humanos nos han ayudado mucho en nuestras batallas. -explicó Lukassy caminando junto a Yattak.

Caminaron durante un rato entre las viviendas de la montaña hasta que pasaron a través de un portón de madera y llegaron a una amplia sala con dos gigantes estatuas de piedra representando a dos enanos de tamaño colosal apoyados en el suelo con sus hachas. En el centro de estos dos enanos de piedra, se encontraba un trono de piedra de un color algo más oscuro y decorado con pequeñas piedras de oro, esmeralda y rubí.

En el trono estaba sentado un enano con una larga barba blanca, nariz picuda, ojos verdes y una corona de cristal y piedras doradas incrustadas en ella

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En el trono estaba sentado un enano con una larga barba blanca, nariz picuda, ojos verdes y una corona de cristal y piedras doradas incrustadas en ella.

En el trono estaba sentado un enano con una larga barba blanca, nariz picuda, ojos verdes y una corona de cristal y piedras doradas incrustadas en ella

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-Buenos días, su majestad. -añadió Lukassy arrodillándose ante el rey.

Yattak se quedó a su lado observando la escena por cinco segundos, hasta que entendió que él se tenía que arrodillar también y se arrodilló.

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