Capítulo XXII

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–¿Hay que entrar? No me inspira mucha confianza, las cosas como son. –añadió Lukassy tras vomitar, observando la gran entrada de la cueva, que era como una gran montaña en cuanto a altura.

 –añadió Lukassy tras vomitar, observando la gran entrada de la cueva, que era como una gran montaña en cuanto a altura

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–Si queremos llegar a nuestro destino pronto, tendremos que atravesar las cuevas. –dijo Yattak.

–Pues no perdamos más tiempo y entremos. –añadió Nizzy acercándose a la entrada de la cueva.

El grupo entró en la cueva, aunque Weathla no quería entrar, término haciéndolo junto a los demás, y atravesaron grandes túneles oscuros y repletos de telarañas.

–Sea lo que sea que haya aquí dentro, debe ser colosal. –murmuró Dagonnord provocando un poco de eco en el lugar.

Mientras Nizzy caminaba detrás de su hermano, con el pie izquierdo pisó una roca que se desprendió del camino y cayó al vacío. Ambos hermanos trataron de calcular la altura de la caída, pero la roca no impactaba en el suelo, por lo que decidieron que sería mejor no saberlo para no ponerse nerviosos. Caminaron durante minutos, sin encontrar nada, sólo oscuridad, pero a Yattak se le ocurrió una idea. Este miró la Skrall y la desenvainó. Con su brillo mágico, la espada iluminó gran parte del lugar donde se encontraban. Dagonnord pisó algo que crugió, y al mirarlo, pudo ver el cráneo de un elfo carbonizado y la armadura cerca del lugar, destrozada por completo, como si algo la hubiese abrasado por completo. El Drekko de acercó a la armadura mientras los demás seguían avanzando, y sin querer, la tiró al vacío, provocando un estruendoso ruido cada vez que esta chocaba con la pared del precipicio, hasta que por fin paró, y todos se dieron la vuelta para mirarlo.

–¿Qué has hecho? –preguntó Yattak.

–Sólo iba a mirar una cosa... Hay un cadáver calcinado aquí. –explicó Dagonnord nervioso señalando el cráneo.

–¿Calcinado? –preguntó Nizzy extrañada.

–Lo único que puede quemar a alguien es un dragón, y dudo que haya alguno aquí, ya que lo habríamos visto. –

Cuando estaban intentando averiguar qué pudo haber pasado, Lukassy se dió cuenta de que desde el abismo subía lentamente una gran cantidad de lava.

–Chicos, creo que será mejor dejar de pensar en eso y correr o buscar un escondite. –añadió Lukassy.

Los demás le miraron extrañados y el enano señaló la lava con su dedo, y entonces descubrieron a qué se refería exactamente.

–¿Qué clase de magia es esta? –preguntó Nizzy asustada.

–No creo que sea magia... –murmuró Yattak.

Por lo cerca que estaba del volcán, todos dedujeron que era la misma lava del Turfahtti, y estaban en lo cierto. Segundos después, algo chocó contra las paredes del precipicio, haciéndolo temblar y provocando que a Yattak se le resbalase la Skrall hasta quedar al borde el precipicio. Cuando fue rápidamente a cogerla, una colosal criatura salió de la lava delante suya, quedándole paralizado del miedo. La criatura era un gigante de piedra, con una cabeza en forma de cráneo humano y cubierto de lava, además de un fuego que salía de su espalda, haciéndole parecer incluso un demonio.

 La criatura era un gigante de piedra, con una cabeza en forma de cráneo humano y cubierto de lava, además de un fuego que salía de su espalda, haciéndole parecer incluso un demonio

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–¿Es un demonio... ? –preguntó Dagonnord asustado mirando a la gigantesca criatura.

–Es un gigante de lava, y lo has despertado en el peor momento, mientras dormía. –explicó Yattak agachado sin moverse con la Skrall agarrada para intentar no parecer un peligro o amenaza para el gigante.

Aún así, este extendió su brazo e hizo subir la lava algo más rápidamente.

–Bueno... Hasta aquí hemos llegado... –murmuró Lukassy.

–Ha sido un placer estar con vosotros y haber vivido esta aventura, pero ya os digo yo que de aquí no vamos a salir. –

–No, esto no va a acabar así ni de broma. No puede acabar así. –dijo Nizzy observando al gigante.

El gigante estaba pronunciando algo que ninguno de ellos entendía, que parecía ser lo que decía para que la lava subiese, y entonces Yattak se fijó en la Skrall. En la hoja de la espada se estaban grabando unas letras brillantes y parecía ser lo que el gigante estaba diciendo. Este cogió la Skrall y miró al gigante a los ojos, confiado y pensando que aquella aventura no podía acabar allí. La criatura bajó el brazo y lo observó durante unos segundos, hasta que levantó de nuevo el brazo para golpearlo, pero Yattak lo esquivó y rompió el camino por el que estaban pasando, dejando a Yattak y a los demás en lados diferentes.

–¡Yattak! –exclamó Nizzy mientras su hermano y Dagonnord estaban apartados y asustados.

Yattak intentó averiguar qué demonios significaba aquellas escrituras que se habían marcado en la hoja de la espada, hasta que miró arriba y vio al gigante con el brazo levantado, bajándolo todo lo rápido posible para poder aplastar a Yattak, pero éste lo esquivó y cayó de rodillas, clavando la Skrall en el suelo. Cuando clavó la espada, una ola de lava apareció desde la izquierda, desde donde vinieron, y mientras todos la observaban impresionados y aterrorizados al mismo tiempo, la ola alcanzó al gigante y lo tiró a las profundidades de la lava, salpicando todo mientras Nizzy, Yattak, Lukassy, Dagonnord y los animales trataban de no quemarse con la lava que era salpicada.

–¡Pues sí que era especial esta espada! –añadió Yattak emocionado observando la Skrall.

–Cuando dijiste que nos iba a dar suerte en el viaje no sabía que te referías a esto. –dijo Lukassy impresionado y sonriendo.

–Yo tampoco. –contestó Yattak.

El gigante se volvió a levantar, aturdido, y los ojos de Yattak se volvieron rojos de nuevo.

–Dejame tomar el control aquí... –añadió una voz extraña que al parecer solo Yattak escuchaba.

Yattak saltó hacia el brazo izquierdo del gigante y le clavó la Skrall para poder escalar. Tras segundos escalando con una agilidad sorprendente, Yattak pudo llegar a la cabeza del gigante, y ahí, clavarle la Skrall en la frente y llegando al Cristal Orkynal, un cristal que todos los gigantes poseen en su frente y que es su principal punto débil. El gigante, al haberle clavado la espada en el cristal, murió y cayó a la lava de nuevo. Yattak tuvo que bajar rápidamente antes de que cayese para poder saltar desde su brazo hasta donde estaban los demás, y cuando saltó junto a ellos, sus ojos se volvieron normales de nuevo y la lava se desvaneció mágicamente, haciendo caer al gigante directamente en el profundo suelo de piedra y haciendo temblar todo.

–Eso... Ha sido... Increíble... –murmuró Dagonnord.

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