Capítulo 15

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«No puedo tener a Sir Davery a mi lado mientras hablo con Agrita»

Esto no va a funcionar, lo que le voy a decir es algo que nadie debería escuchar.

Miré el rostro de Sir Davery, que ahora fingía ser serio y suspiré, como si estuviera molesta. No puedo evitarlo, yo no quería hacer esto, pero...

─ Señor

─ Sí, mi señora

─ Si no me haces este favor...

─ "..."

─ Le diré a Essie que Sir Davery ha descuidado su deber y que por ello casi me mata una abeja venenosa.

─ ¿Qué? ─ Sir Davery abrió mucho los ojos, como si estuviera entendiendo todo lo que estaba pasando.

Sí, esto se siente absurdo. Pero me temo que tengo que hacer esto, tenía que seguir amenazándolo.

─ Si se lo digo, ¿Sir Davery podrá ver el sol de mañana con seguridad?

─ N...no

─ Espero que disfrutes de tu última noche.

─ Espere un minuto, mi señora. Eso no es cierto. No tengo excusa por llegar tarde, pero evité que le picará la abeja.

─ ¿Crees que eso es importante?

Corté a Sir Davery rápidamente.

─ Lo que le va a importar a Essie es lo que yo voy a decir. ¿A quién crees que le creerá?

Sir Davery cerró la boca como si se hubiera quedado sin habla.

Lo que estoy haciendo es tan descarado, pero esta era la mejor manera. Sonreí alegremente.

─ Me gusta alguien tan competente como Sir Davery, por eso espero que esté con nosotros durante mucho tiempo.

En otras palabras: No mueras en vano por esto. Continué diciendo.

─ Vamos a encontrarnos de nuevo después de la charla.

Finalmente, logré que saliera. Cerré la puerta lentamente, mirando a Sir Davery, que parecía disgustado. Ahora todo estaba bien. Lo siento señor, pero por favor entienda. Es cuestión de circunstancias. Pronto dejé la puerta cerrada atrás y me acerqué a la mesa.

─ Ven a sentarte, Ari.

Agrita pareció inclinar ligeramente la cabeza y pronto se sentó en su asiento.

«Tal vez se estaba preguntando porque hacia todo esto para que solos nosotras dos pudiéramos hablar»

Ella lo sabría pronto.

La mesa estaba puesta con la comida que Bessie había pedido. Para el desayuno, se cocinaba mucho y era bastante abundante. Pregunté con mucha cautela.

─ Si tienes hambre, ¿por qué no comemos primero y hablamos?

No tenía mucho apetito, pero estaba dispuesta a esperar si Agrita tenía hambre, pero para mi sorpresa ella negó con la cabeza.

─ Tenía hambre, pero ...

─ ¿Pero?

─ Me sorprendió tanto que perdí el apetito.

Agrita frunció el ceño al pensar en la abeja.

Luego, en lugar de la comida, bebió de un trago el agua que ya se había vertido y gracias a eso, su hipo se detuvo. A partir de entonces, el discurso de Agrita comenzó a crecer.

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