U N O

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La noche estaba siendo de lo más aburrida. En el local solo se escuchaba la música de mi playlist saliendo por los altavoces, la cual ya iba por su segunda vuelta. Desde que empecé a trabajar en el estudio de tatuajes los fines de semana por la noche me los solía pasar encerrada esperando a que algún cliente apareciese, y normalmente rezaba porque no apareciese ningún borracho, lo cual era difícil.

Me quedé mirando por el ventanal que daba a la calle, estaba harta de ojear el muestrario de tatuajes que solía enseñar a los clientes y solo podía pensar en las dos horas que aún tenían que pasar para poder irme a mi casa a dormir. Vi a una persona acercarse al local y abrir la puerta.

–Buenas noches, ¿está abierto? –preguntó el hombre de unos treinta años que parecía que había bebido alguna cerveza de más.

–Sí, claro –dije levantándome de la silla que se encontraba tras el mostrador–. ¿Necesita ayuda?

–¿Solo está usted? –dijo buscando a alguien más con la mirada y finalmente mirándome directamente a mi. Yo simplemente asentí sin saber qué esperaba, por un momento pensé en todas las cosas que podían pasarme –No voy a dejar que una niña me tatúe. –dijo antes de darse media vuelta e irse.

Suspiré aliviada, al menos el idiota ya se había ido y solo queria saber si había alguien más cualificado para tatuarle. Di un par de vueltas al estudio, observando todo, sin saber qué hacer para que el tiempo pasase más rápido. Fue entonces cuando vi por la cristalera a tres chicos andar hacia la tienda, montando un escándalo por la calle, gritando y riendo tan alto que lo escuchaba desde dentro. Uno de ellos le pedía a otro que le dejase en paz ya que no paraba de empujarle.

Mis súplicas para que no entrasen en el local no las debió escuchar nadie ya que segundos después, el torrente de energía que desprendían invadió mi puesto de trabajo.

–¡Buenas noches! –decía un chico rubio, con una gran sonrisa y una cara tan perfecta que dejaba sin aliento, al igual que su olor a alcohol. Perfecto.

–Buenas noches chicos. –dije antes de tomar aire para enfrentarme a lo que se venía.

–Tatúas ¿verdad? Queremos un tatuaje para nuestro amigo Jungkook. –Volvió a hablar el rubio –Tiene que cumplir una apuesta. Ha perdido, ¿te lo puedes creer? ¡Jeon Jungkook ha perdido una apuesta! Es algo que no se suele ver. –Él y sus amigos se echaron a reír, y yo tuve que pestañear varias veces y repasar mentalmente el discurso para saber de que me estaba hablando.

–Entiendo, es increíble. –dije esperando que no se notase el sarcasmo en mi voz– ¿Quién es el afortunado? –pregunté para saber a quién de los tres dirigirme.

–Acabemos cuanto antes. –dijo el chico más alto, era de pelo moreno e iba vestido entero de negro. Se quitó su chupa de cuero y se la tendió al único que aún no había hablado.– Cuídamela Hobi, y tú, –Señaló al chico que me había hablado en todo momento– espero que recuerdes este día, no va a volver a pasar Jimin.– Se giró y me miró antes de poner los ojos en blanco.- Te sigo.

–Pero antes tendrás que decirme que vas a querer ¿no crees? –dije antes de tenderle el muestrario que él rechazó sin pensarselo.

–Quiero mi inicial en mayúscula, como tú quieras, me da igual. –dijo antes de echar a andar hasta la habitación que tenía la puerta abierta. Se sentó en la camilla y cerró los ojos.

–Una J de Jimin, que romántico Kook. –dijo su amigo muy emocionado mientras yo elegía la tipografía para el tatuaje en el ordenador.– A todo esto, ¿cómo te llamas? Necesitamos saber tu nombre, por si tenemos que denunciarte por hacerle un estropicio a nuestro amigo o algo parecido, ya sabes.– Se echó a reír con su otro amigo.

2:18 (Jeon Jungkook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora