T R E S

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Paramos en frente de un edificio. Jimin abrió la puerta del portal y me dejó pasar primero. Subimos al tercer piso andando y llegamos a la puerta de su casa. Nos quitamos los zapatos al entrar, dejé los míos al lado de unos botines negros. Seguí a Jimin hasta la cocina, que al ser abierta, se comunicaba con el salón. Dejamos la compra encima de la barra americana que dividía ambas estancias. Imaginé que sería lo que usaría él y sus compañeros como mesa ya que había cuatro taburetes.

–Espero que sepas usar todo esto –dijo señalando a la vitrocerámica– Estás en tu casa.

–¿Cómo?

–¿Qué pasa? Yo nunca he usado la cocina. –Se dió media vuelta tras decir eso. Fue directo a una cadena de música, la encendió y empezó a sonar Golden God de Machine Gun Kelly.

–Eres increíble. –dije poniendo los ojos en blanco.

–Lo sé. Es muy duro ser yo, que lo sepas.

–Claro, ser un prepotente tiene que cansar. – me reí tras decir eso y miré a Jimin, quien tenía clavados sus ojos en mí con cara de incredulidad– ¿Nunca te lo habían dicho?

–Digamos que no me lo esperaba de ti. –Se sentó en un taburete y se quedó allí sentado mirando cómo preparaba las cosas para cocinar.

–¿Y qué esperabas? ¿Qué babeara por tu cara bonita? –dije antes de encender la arrocera.

–Al menos reconoces que soy guapo, es un paso.

–También eres majo, más que tu amigo desde luego.

–Y hablando de mi amigo – Al oirle decir eso me dí media vuelta para evitar mirarle a la cara– ¿cuándo me vas a decir la verdad?

–No empecemos, Jimin. Ya te he dicho la verdad.

–Hay algo que no me acaba de cuadrar, es imposible que sea verdad lo que dices. A Jungkook le gusta dejar claro que es capaz de lo que sea. A no ser que sea porque no hay tatuaje.

Dejé de responder a Jimin, al final diría algo que seguramente contradiría la historia que había contado Jungkook. Seguí cocinando, concentrada en la música que sonaba. Le pregunté un par de veces dónde estaban algunos utensilios y este se limitó a encoger los hombros, sin tener idea de dónde podían estar. Iba a ser verdad que no había usado la cocina más que para coger cervezas de la nevera, lo cual también hizo en ese momento.

Bebí la mía mientras esperaba a que el arroz estuviera listo. Jimin canturreaba la canción que había puesto. Se levantó animado y se acercó a mí para bailarla de forma ridícula, lo cual me hizo mucha gracia. Estábamos pasándolo tan bien que no nos dimos cuenta del ruido que estábamos haciendo, pero no nos importaba nada.

Jimin me cogió la mano que tenía libre y me obligó a dar una vuelta antes de pegarme a él para seguir cantando sin control. Por un momento se me olvidó que apenas nos conocíamos. Incluso cuando estábamos tan cerca, tanto que su aliento chocaba en mi cara, o cuando sentí su mano firme sobre mi cintura subir poco a poco hasta mi cuello.

–¿Sigues sin querer hablar? –dijo mirando fijamente mis labios. Yo simplemente negué con la cabeza. –Mejor, no era lo que más me apetece ahora mismo.

Tras decir eso, Jimin se relamió los labios. Cuando pensaba que iba a besarme, se apartó dejando que el aire corriese entre nosotros. Me dí la vuelta avergonzada, no sabía que estaba pasando exactamente. Volví a centrarme en la cena, pero Jimin no tenía los mismos planes.

Puso una de sus manos en mi cintura, y con la otra me retiró el pelo del cuello, dejándolo al descubierto. Lo siguiente que pude notar fueron sus labios húmedos besándolo despacio. Lentamente, apartó el tirante de mi camiseta y el del sujetador. Giré mi cabeza para mirarle, necesitaba moverme si no quería perder la poca cordura que tenía en ese momento, pero cuando lo hice Jimin me dió un pequeño mordisco. Continuó mordiendo y besando cada milímetro de piel desde el cuello hasta mi hombro izquierdo. Yo solo pude cerrar los ojos y tratar de no dejar escapar ningún suspiro que le indicara cuanto me estaba gustando lo que hacía.

2:18 (Jeon Jungkook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora