3🖤0: Celos.

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"En este sitio, desde que fui aprisionado por las garras inevitables del Ente, jamás había visto una situación en la que el asesino despiadado Michael Myers. Hasta en aquél momento se conocía como la mismísima maldad personificada y una persona imbuida de ella. Después de todo, que se hallara saliendo con Jake Park, un sobreviviente que de igual manera buscaba desde el principio desesperadamente una salida, pero ahora convive con un demonio, algo que no es un hombre el cual dice amar".

Benedict Baker.

Ambos hombres, Michael Myers y Jake Park, se hallaban en la residencia, específicamente en la sala mirándose sin decir nada.
Michael se deleitaba viendo el rostro de Jake, admirando cada perfección del azabache. Piel de tez morena, ojos rasgados y negros, labios etéreos y la nariz perfecta, el cabello alocado y los pómulos resaltados.

El asiático/americano no tenía mucho para decir, lo único que la máscara inexpresiva desgarrada de Michael Myers, dejaba ver era la mandíbula marcada y perfilada. Jake amaba aquél pelo rubio atado en una coleta para evitar exponer su color y lo que demostraba el perfecto rostro del asesino.

—¿En qué piensas? —. Le preguntó Jake con un tono de ironía para luego acercar su mano a la de Michael hasta rozarla un poco con la suya.

—En tu rostro —. Exclamó él, sin ninguna emoción en su voz. Como siempre, frío.

—¡Oh! —. Jake peinó su azabache cabello para atrás y preguntó —¿Y me veo guapo?

Michael no dijo nada. A lo cual, Jake frunció el ceño y infló las mejillas mientras a la par, chasqueó la lengua algo molesto.

—Guapo no sería la palabra correcta para describirte —. El coreano mordió la mejilla por dentro pensando en qué intentaba decirle el homicida.

—¿Guapo no sería la palabra correcta para describirme? —. Repitió él, nervioso, con las manos ejerciendo fuerza en la de Michael.

—Me gustas —. Dijo Michael, y no mentía. Para él, la palabra perfecta para describir la belleza de la otra persona, era gustandole a él, haciéndole saber que es lo más perfecto que existe.

Jake se ruborizó y alzó las manos para dirigirlas a su rostro, ocultando las mejillas rojizas por el comentario inesperado de Michael Myers. El rubio ladeó la cabeza y golpeó la mesa.

—¿Por qué estás tan rojo? ¿Qué te pasa? —. Estaba exaltado, aunque ciertamente había pasado por una situación similar, le asustaba que la situación pudiera ser más allá de un simple sonrojo por su comentario que exclamó inocentemente.

Jake bajó la cabeza apenado y arrugó sus pantalones mientras juntaba los pies. No tenía en mente decirle exactamente lo que pasaba debido a que sentía una inmensa vergüenza que le provocaba la incapacidad de hablar correctamente.

—P-Pues... ¡Lo que dijiste! —. Señaló con el dedo y añadió apenado —No es que sea por otra razón. R-Realmente eso fue muy l-lindo y...

—¿Y? —. Alzó la ceja el asesino, esperando una clara respuesta que evidentemente, ya había comenzado a entender lo que estaba pasando.

—Ah... Me gustó, eso es todo. ¡Deberíamos comer y cerrar el pico! —. Suspiró el azabache y hizo señales con sus manos de cubiertos haciendo como si estuviera comiendo comida invisible.

Michael se levantó de la silla y cogió el cuchillo de cocina ensangrentado que estaba sobre la mesa, lo balanceó en su mano y sin decir nada, dió la vuelta para luego salir a las afueras de la residencia en Haddonfield, Avenida Lampkin.
Jake lo miró boquiabierto ya que se le hacía extraño que no hubiera dicho nada ni avisado hacia donde iba, pero luego recordó que Michael solía ser así, duro como una roca por fuera y por dentro sin importar quién fuera, aunque no tenía el por qué de quejarse, sabía que el homicida sólo le daba afecto a él y también el habla.

El Alma De Un Asesino → Michael Myers x Jake Park ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora