Capitulo 3 <<Tu llegada...>>

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Dicen que después de lo malo, viene lo bueno, la pregunta es… ¿será verdad? Que mala suerte la mía, siempre fui tranquila, y casi nunca me metía en problemas. Y una vez que me atrae un chico y tengo la oportunidad de estar con él, alguien tiene que intervenir. Con el tema de Facundo… eh… la verdad que me la desquité con él y le contesté mal sabiendo que él no tiene nada ver, solo quiso ayudarme y protegerme para que Trinidad no me hiciera daño. A veces me gustaría desaparecer solo por un momento para que las cosas se normalicen. Estoy con la cabeza bajo tierra, y no puedo liberarme. Después de lo ocurrido, me fui y lo dejé a Facundo ahí, solo y triste. ¿Por qué lo hice? No lo sé, mi mente solo había quedado en blanco, aparte, no tendría el valor de llamarlo y pedirle perdón. Así que solamente me fui, caminé y caminé hasta llegar a una plaza y para despejarme un poco me senté sola para pensar un poco la clase de mierda que estaba viviendo y dándome por vencida y destruyéndome segundo a segundo. Me fije la hora y eran las 21:00. Estaba en plena noche, me agarró una depresión que no podía contenerla, yo la llamo S.R.A.C., Síndrome de Romance Asfixial Corporal. ¿Gracioso, no? La verdad que sí. En la mayor parte de mi vida, la depresión fue mi única compañera cuando no estaba con nadie, ella simplemente me tiraba abajo pero siempre me acompañaba.

      La plaza estaba llena de luces y con niños pequeños con sus familiares aun jugando, me quedé mirándolos como se divertían y protegiéndolos. Verlos reír y disfrutar del momento, es hermoso.

      -Perdón, pero ¿a esta hora de la noche sola? Si queres te hago compañía…

      Fue una voz muy conocida que hizo quedarme en shock, era una voz madura pero a la vez infantil y rara, fue como si el corazón me latiera más fuerte y de la nada. Pero no quería arriesgarme a decirle alguna broma y después darme cuenta de que no es la persona que creí. Pero, ¿Qué otra cosa importaba en este momento? Nada, solamente me di vuelta sin decir nada y era la persona menos esperada, Benjamín, Benjamín Harrison, era mi mejor amigo de toda la infancia que tuve, físicamente crecí con él, es mayor que yo por un año. Su padre murió en la guerra. Sí, recuerdo muy bien ese día, cuando yo tenía siete años y el ocho, estábamos jugando en su casa mientras su madre nos cuidaba. Como él era hijo único, yo era su única compañía. Se corrían los rumores de que ya habían combatido y que estaban volviendo a casa tranquilamente, pero él no llego. Mientras su mamá, Elizabeth tenía en sus brazos a Benjamín esperando al micro en donde venían todos juntos y yo haciéndoles compañía, Benjamín le preguntaba una y otra vez cuánto faltaba para que llegara. Bajaron todos menos su padre, Ángel. Uno de los compañeros de él, le entregó a Elizabeth una carta manchada con barro y doblada en las esquinas. Elizabeth bajó de sus brazos a Benjamín, y ahí fue cuando sus ojos se pusieron húmedos. Benjamín no lograba entender nada pero le preguntaba qué era lo que había ocurrido.

-Jueguen tranquilos que yo los sigo cuidando, siempre. – eso fue lo único que nos dijo.

Con siete años, ya tenía la capacidad de entender cómo van cambiando las cosas, si, aunque fuese raro. Que no todo en la vida es bueno, a veces sí y a veces no. Era en esos tiempos en que Trinidad se metía en problemas.

‘’Querida Elizabeth, supongo que ya sabes la mala noticia. Te escribí esta carta con las pocas fuerzas que tenía. Éramos muchos combatientes, pero no fue suficiente. Lo importante es que te quedaras con unas pequeñas grandes cosas de mí, unas de ellas es Benjamín. Solo pude disfrutar estar con él 8 años, el cual estoy muy agradecido y lo segundo, son tus recuerdos de mi. Sé que van a salir adelante y que siempre voy a estar con ustedes y los cuidaré, aunque no me vean. Elizabeth no olvides lo mucho que te amo, lamento que esto haya pasado pero todo pasa por algo gracias por haberme hecho tan feliz en 18 años, y no lo olvides, siempre voy a estar con ustedes

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