4. Tú

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SAN

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SAN

Los días pasaban y cada vez se volvía más aburrido y abrumador estar sentado en esa asquerosa silla. Mis padres intentaban animarme de todas las maneras posibles y yo solo me dedicaba a fingir que todo estaba bien, que no me afectaba y que estaba dando todo de mí. 

Pero joder, era difícil por las noches cuando sin querer hacerlo, terminaba rompiendo en llanto como un bebé.

Me sentía destrozado, pero sobretodo, enojado.

—San, ¿cuándo volverás a la escuela? Ya van cinco meses —dijo mi madre.

—Aún no estoy listo... —respondí mientras jugueteaba con el par de brócolis en mi plato.

—El doctor dijo que estás en perfectas condiciones de volver. Esto ya es un capricho tuyo.

—Lo sé, pero no quiero saber lo que dirán los demás cuando me vean así.

—¿Así como? —preguntó mi padre. 

—Ya sabes, así... —Hice énfasis con mis manos a la parte baja de mi cuerpo.

—San, eso no tiene nada de malo. ¿Qué podrían decir de ti? Tuviste un accidente muy grave, es un milagro que estés vivo después de eso.

—¡Soy un maldito vegetal! ¡Joder! ¡Mírame! —exclamé—. Se burlarán de mí por no poder correr. El profesor ya no me querrá ver, seré el estúpido niño de la silla de ruedas que estudia educación física.

—¡Choi San! ¡No levantes la voz a tu padre!

—Ustedes creen que todo esto se me pasará, pero estoy destruido, ya ni siquiera puedo verme en un futuro. —Mis ojos se ponían llorosos. No podía llorar, no debía ser débil frente a ellos.

—Sannie...

Mi madre cambio su expresión a una más triste y se levantó del asiento. 

—Perdón por no ponerme en tu lugar, bebé —dijo mientras me acogía en un abrazo. En ese punto yo ya no podía soportarlo más.

—Esto también es nuevo para nosotros, creímos que seguir con la vida normal te ayudaría a sentirte mejor. Lo sentimos, hijo. —Agregó mi padre, uniéndose al abrazo.

Los brazos de mis padres siempre eran cálidos, reconfortantes.

—Vayamos un paso a la vez. No estás solo y lo que diga la gente valdrá un pedazo de mierda. Porque eres un luchador, porque te volverás más fuerte que los demás.

Lloré en brazos de ellos. Y en ese momento caí en la realidad de que el perder mi capacidad de caminar, no era nada comparado al como sería perderlos a ellos.

👟🥈🏁

Lunes, un día horrible.

Estaba nervioso, no lo podía negar. Los comentarios de mis amigos y compañeros sí me preocupaban. Me avergonzaba mostrarme frente a ellos con esa condición, porque yo era el mejor corredor, el más atlético y popular, aquel que muchos admiraban y elogiaban. 

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