Capitulo 19

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Izuna había accedido por petición de Madara a por primera vez en su vida montar a caballo. El mayor había sacado la idea de uno de sus sobrinos el cual le había comentado sobre unos nuevos inquilinos en los establos de la mansión los cuales habían llegado hace solo unos días. Sorprendido Izuna se quedó cuando Madara le propuso la idea, nunca en su vida se había subido a un animal de esos y aunque se le dieran bien los deportes la equitacion era algo que le asustaba, sobre todo si debía depender de un animal. Pero Madara terminó conveciendole para probar un poco y su le gustaba darían un paseo para así mostrarle la finca propiedad de la familia que se extendía por detrás de la mansión.

Izuna aún dudaba pero había dado su palabra de que lo probaría y retractarse no estaba en su vocabulario. Los niños se mostraron emocionados por hacerles compañía pero debían asistir a sus clases en las mañana, sobre todo Obito el cual no tenía el menor interés en los estudios, Shisui era más tranquilo pero seguía siendo como su hermano... un niño travieso.

Ahora frente al animal  Izuna ya vestido apropiadamente cruzaba miradas con Madara el cual reía jocoso por el aparente renuencia del caballo para con Izuna.

Ninguno de los dos se agradaban. Y eso le causaba diversión al hombre de cabello alborotado.

Madara tenía una yegua de buena sangre, la cual montaba en cada una de sus visitas y esta era muy apegada a él dejando que solo el la montara reconociendole como su único jinete.El caballo que le había elegido a Izuna era de los mejores y más veloces de la cuadra. Reconoció haberse equivocado al hacerlo, Izuna era un principiante en todo lo referente a los caballos suponía que un caballo más dócil sería el adecuado. Y ese era el problema, todos y cada uno de ellos eran animales de buena estirpe, descendientes de campeones y acostumbrados a correr, y eso no era lo adecuado.

Se debatía en la mala idea que había resultado eso de cabalgar cuando una idea surcó su cabeza, era lo mejor que se le ocurría :Izuna debía montar a Izami, su yegua, estaba segura que está le dejaría montar a él, después de todo no por algo era yegua... tenían gustos iguales.

Y en efecto, nada más acercar la yegua a donde se encontraba Izuna esta relinchó fuertemente llamando la atención de un asustado Izuna y haciendo sonreír a Madara. Le había gustado, sin duda alguna o si no ni le hubiera mirado. Tendría razón el que una vez dijo que las mascotas son una copia de sus amos... en este caso la yegua si lo era.

Madara se acercó a Izuna para indicarle que intentara acariciar al animal y se llevaría una sorpresa... Izuna aceptó asintiendo con la cabeza, su mano temblorosa acarició la crin del equino sorprendiendose enormemente cuando esta relinchó bajito en busca de más caricias, el chico tomó confianza viendo el agrado del animal para hacer más largo las caricias turnándose entre el lomo y la crin.

Terminado el ritual de confianza Madara le ayudó a Izuna a montar en la silla que ya le había preparado sobre la ansiosa izanami por llevar encima a la persona que olía tal como su amo.

Iniciaron el paseo con un suave trote para que Izuna se acostumbrar al movimiento mientras Madara le explicaba lo que tenía que hacer, casi una media hora después Izuna se sentía más cómodo ya sin las instrucciones de su pareja, debía reconocer que el equino era muy confiable y le había agradado mucho.

Una hora y media necesitaron para llegar al lugar que Madara quería mostrarle. Se trataba de un pequeño paraíso escondido en aquellas tierras. Un cristalino riachuelo rodeado de frondosos árboles con una pequeña caída de menos de seis metros y un muy amplio prado verde.

—Aquí solía venir cuando necesitaba estar solo —le dijo Madara luego de atar a los caballos a un árbol bajo una sombra y darle algunos aperitivos.

—Es hermoso —halagó impresionado Izuna con la vista tan hermosa de ese rincón del mundo, y aún más por tener el privilegio de conocer un lugar tan especial para el hombre con quien apenas hace unos días iniciaba una relación.

Madara se llevaba pésimo con su padre, Izuna suponía era algo de mucho antes  quizá su adolescencia o incluso infancia, y ese lugar era el paraíso donde Madara dejaba todo eso atrás.

Le llevó hasta la orilla del río susurrandole al oído algunas cosas que le sacaron una que otra sonrisa juguetona. Ninguno de los dos pudo reprimir las ganas de un beso, eran tan necesarios esos momentos que resultaba extraño ser prácticamente desconocidos que se habían gustado y ahora salían. Era como encontrar algo mágico, adictivo en los labios del otro haciéndole incapaz de querer soltarlos por nada del mundo.

Quizá no era tan así lo de ser desconocidos... en otro tiempo y lugar, en otra vida se amaron y no pudo ser. Era tan fantasioso pensarlo pero en ese momento mientras se fundian en un dulce beso sus cuerpos se reconocían a la perfección.

De un momento se encontraron en el suelo rodando por la hierba húmeda por el rocío, como un par de adolescentes enamorados que jugueteaban. Izuna tenía a  Madara recargado en su pecho deleitandose con el sonido de su corazón latiendo, era un sentimiento tranquilizante sentir como ese órgano palpitaba en su pecho sin querer denerse, ese hecho le alegro enormemente..., sentir como se movía rítmicamente... La sensación incómoda de alguna vez haberse detenido se alojó en su pecho trayendo consigo un miedo irracional a perderlo... Madara se aferro con fuerza a su pecho perdiéndose en la calma que le transmitían esos latidos. Izuna le acarició los revueltos cabellos con una mano mientras con la otra limpiaba una lagrima que se le había escapado a Madara.

—Gracias —le dijo suavemente —Por haberme escogido a mi de entre tantas personas para estar a tu lado.

—Te sorprendería saber que una mala dirección me llevó a ti, un consejo que creí estúpido me hizo conocerte y al final tu lindo trasero fue el que me sedució.

—Umm solo mi trasero te sedujo? —inquirió risueño dejando pequeños besitos en sus cabellos.

—Bueno, fue lo primero que conocí de ti, pero debo admitir que tu dulce personalidad fue la que me encantó —correspondió riendo.

— Entonces te hará feliz saber que ese cliente con una petición extraña que me confundió por un cortesano era totalmente de mi tipo y me alegro no haberle mostrado a nadie más mi bonito trasero, solo a él.

—Yo también me alegro.... si que es lindo tu trasero verdad?

—Si, lo es.


"Trabajos varios" [MadaIzu \ItaSasu] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora