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La semana pasaba, pero la sensación de ser observado no se iba, y ciertamente, comenzaba a acostumbrarse a ella por más extraño que pareciera. Pensaba que tal vez era su subconsciente provocándola, para ayudarlo a no sentirse tan solo cuando su amigo salía con su familia y él se quedaba por las tardes solo ya que su madre trabaja.

Pero también lograba sentir un poco de soledad cuando no sentía la mirada sobre él, justo como pasaba ahora.

Había llegado hace dos horas a su casa, y normalmente ya estaría en camino a casa de su castaño amigo, pero este le había dicho que saldría después de la escuela porque viajaría a Irlanda aprovechando el fin de semana para ver a su familia, y el solo se despidió sonriendo, evitando decirle lo solo que se sentiría cuando volviera a su fría casa.

Jamás reprocharía a su madre o la haría sentir mal por las muchas horas que pasaba trabajando ya que sabía que lo hacía únicamente por él. Desde sus cuatro años habían sido únicamente él y su madre, después de que su padre muriera en un trágico accidente automovilístico, dejándolos a su suerte. Ciertamente no tenía tantos recuerdos de su padre, pero a veces lo podía visualizar como un alto hombre de cabello negro, con voz gruesa que le decía algunos apodos lindos, pero nada más.

Suspiro y comenzó a recoger todos los trastes que había ocupado para su comida, dejándolos en la tarja y pensando que tal vez los lavaría después, ahora solo quería descansar.

Toda la semana había sido muy pesada. Camille pasos sus días dándole agresivas miradas, y convenciendo a todas las chicas de la escuela que lo ignoraran. No era que le importara conquistarlas o algo así, pero a veces necesitaba preguntar sobre alguna tarea y ellas solo lo ignoraban abiertamente.

Inconscientemente se encontró pensando en la rubia, y diciendo que, de seguir juntos, probablemente no se sentiría tan solo. También la idea de llamarla paso por su mente, pero descartándola rápidamente cuando recordó todas esas peleas y malos momentos que paso con ella, y en todo caso, sabia no sería justo que por su soledad perturbara a la chica que seguramente seguía enamorado de él.

Camino hasta su cuarto recostándose en su cama y cerrando los ojos para intentar dormir, pero lo único logro fue tener la imagen de aquellos ojos azules en su mente.

Habían pasado cuatro días desde la última vez que había visto al desconocido del cual ya sabía su nombre. También había repasado cada palabra que se habían dicho las dos ocasiones que se encontraron, sintiéndose apenado al recordar que en ambos momentos había sido muy torpe y que Louis lo había tenido que ayudar a ponerse de pie.

Repaso su corto cabello castaño, su barba de seguramente algunos días, sus finos labios y sus malditos ojos azules, esos que llegaban a su mente cada que veía el cielo, pero pensando que ese azul no era ni la mitad de lindo que los ojos del extraño.

Ya ni siquiera trataba de no pensar en él, y comenzaba a darse cuenta de que había quedado flechado de él, lo cual era estúpido porque ni siquiera lo conocía, pero físicamente, parecía estar enamorado de él.

No le incomodaba pensar que el chico castaño le pareciera atractivo. Su madre siempre había sido muy abierta con ese tipo de temas, diciéndole que no pasaría nada malo si fuera gay cuando llego a los diecisiete años sin haber tenido una novia antes, y en ese entonces el solo asintió encogiéndose de hombros ya que nunca se había planteado la pregunta sobre su sexualidad y realmente, ni siquiera le importaba.

Cuando era más joven muchas chicas le habían parecido atractivas y le habían llegado a gustar, pero también tenía recuerdos de él sintiéndose atraído a lindos niños, aunque jamás intentara algo con alguno de los dos, pues creía que era muy menor para comenzar a experimentar todas esas cosas sobre el amor.

Άλυμπος (Olimpo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora