Epokhé

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Arriba mi única debilidad con Maroon 5.

Arriba mi única debilidad con Maroon 5

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Qué ganas.

Qué ganas de salir colada en mi suspiro,
y verme desde afuera.

Verme amordazada con audífonos
y su volumen a tope,
verme con el reloj corriendo
incesante en mis sienes.

Verme con una balanza de plata
colgando de las comisuras de mis labios,
comparando por un lado el peso
de tomos de responsabilidad,
deberes y valores morales,
de culpas y miradas recriminatorias,
y por el otro flores secas de poesía,
alas de mariposa que se deshacen con música;
libertad con ambiciones confusas
y argumentos livianos, fofos.

Qué ganas de juguetear en el aire,
enrollar en mis dedos el cordón de plata
que me ata a mi ombligo, allá abajo.

Mirar de reojo cómo me dirijo al baño
pisando marcas exactas en la escalera
para que no chirríe como mis dientes,
que intentan mantener dentro
mis cables cruzados 
y cortocircuitos.

Atisbar cómo se pliegan mis piernas
al romperse el amago de delicadeza,
y cómo las baldosas confidentes
escriben pegajosas canciones
con mis lágrimas encharcadas.

Los versos quedan grabados
en su estática memoria,
que luego nadie consultará,
pero sí pisará casualmente
mientras mira su celular,
reposando en el inodoro.

Calcar mis costillas a contraluz,
y ver cómo de a poco se dibuja escurridiza
la silueta de lombriz solitaria,
que se retuerce y causa
un apretón de diafragma.

Acercarme un poco más,
para ver cómo ella se zampa
mis buenos recuerdos y los pinta
de culpas y voces extrañas,
tan parecidas a la mía.

Qué ganas de darla vuelta,
a ver si invierte funciones.

De rozar mis ojeras amoratadas
y oír sus charlas insomnes
con mis hombros tensos.

Oír también en mi garganta
las preguntas apretujadas,
la empatía desmedida,
la soledad taponada,
el autoflagelo mental
y los prejuicios contradictorios.

Ver cómo soplo la vela
del barco que creo propio
sin saber dónde quiero que vaya,
y causo un motín.

Mirar todo de lejos, tal vez
con binoculares de cartón,
mientras, flotando,
separo dedos de los pies
para saber si entran ahí las nubes.

Mirarme, ajena,
y sin embargo comprenderme;
comprender que lo incomprensible
me navega como yo no sé hacerlo.

Soltar una carcajada
que se atora con una
ataraxia en el pecho.

Callar.

Y al fin, 
con cantos de grillo en los ojos
volver a suspirar,
resbalándome en el suspiro
de vuelta a mí.

Y al fin, con cantos de grillo en los ojosvolver a suspirar,resbalándome en el suspirode vuelta a mí

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No quise rimar.

Les dejo... Una lombriz solitaria invertida, para que se hagan compañía.

Jo.

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