Al reflejo en un charco

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Mírate

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Mírate.

Te cierras a la vida y la ves brumosa.

Le das con tu ira en la nuca y
pierde el sentido.

Te encierras en tu prisma y tapas el arcoiris.

Te aíslas;

Te cercenas el asombro, el brillo y te autocompadeces.

Te vendas;

Tapas tus trizaduras con cemento y vendas las ganas, el ánimo.

Te inyectas a pulso el gris en los ojos y evitas toda risa y enojo.

No recibes más golpes externos, no más heridas cortopunzantes.

Pero fíjate;

Estuviste anudando todo este tiempo tu corazón con hilo curado y sangró bajo las capas, solo.

Las tuyas no son vendas que curan;

Son vendas que aprietan, ocultan, encierran, engañan.

Hoy tratas de cortarlas y notas que tu carne se acostumbró a su forma, a esa lejanía que te brindaban, a esa seguridad (por debajo famélica).

Parecen faltarte fuerzas, parecen ceder tus rodillas con el cambio, te descompones.

Pero lo cierto es;

Que fuerzas te sobran.

Ahí, en medio de tu esófago y bajo tu ombligo.

Guardaste tanta dentro que tus órganos se apretaron para hacerle espacio.

Si hicieras sonar tus dedos con toda esa energía, saltarían astillas.

Si apretaras los dientes con ella, morderías tu entrecejo.

Si saliera de golpe, no alcanzarían todos tus poros como vía de escape.

No la gritas.

La callas.

La racionas.

Te dañas.

Y a veces la escribes.

Pero nada es rígido, y entre ocaso y ocaso a veces logras ver un horizonte cambiante.

Pero nada es rígido, y entre ocaso y ocaso a veces logras ver un horizonte cambiante

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Pensamientos de carreteraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora