Era jodidamente difícil a veces tener un compañero.
En el mundo en que vivían eran una abominación, producto de un error que no debía cometerse, estaban fuera de las reglas, fuera de lo que se consideraba normal y era normal que el resto de las personas los miraran mal en la calle o los ignorasen.
Pero lo más difícil de un compañero era el lazo que creas con él. No estaban unidos únicamente por el chip de sus cuellos, estaban unidos por algo mucho más fuerte, algo que les hacía sentir que les arrancaban el corazón del pecho cuando les arrebataban a sus compañeros.
Los compañeros, al momento de salir de los institutos, eran reubicados. Los separaban permanentemente, era uno de los precios que tenían que pagar por su libertad. ¿Por qué? Ni dios sabía. El lado bueno, era que cada vez nacían menos segundos hijos, las personas se apegaban cada vez más a las reglas, cada día se evitaba más sufrimiento.
¿El lado malo? Los compañeros eran un negocio para el alto mundo. La gente con suficiente peso podía comprarlos, comprar los institutos y comprarlos a ellos. Ya habían oído de que compraban un par y mantenían a uno de ellos en confinamiento para que el otro les obedeciera sin chistar. Les ponían las tareas sucias, deshacerse de sus enemigos, robar lo que querían de otras personas, todo aquello que los reyes de la mafia necesitaran.
Así que, de una forma u otra, los que quedaban eran transferidos a institutos donde cada vez quedaban menos, ya sea por mortalidad o por libertad. Las reglas eran cada vez más estrictas sobre qué podían y qué no hacer.
Era difícil, estresante y desgastante. Por eso luego de que Runa les explicara las reglas por milésima vez, todos cayeron rendidos al tocar sus camas.
Excepto Terushima, que se quedó sentado en su cama individual, velando porque nadie molestara a su compañera.
Terushima Yuji y Hana eran compañeros de nacimiento, al igual que Tanaka y Shimizu. Pero a diferencia de los anteriormente nombrados, su relación era de compañeros. De hermanos.
Por eso Yuji no dudó cuando escuchó un ruido en su puerta. Por eso apuntó al verla abrirse.
"¡Hey, tranquilízate!" dijo Bokuto, entrando a la habitación con las manos en alto.
"¿Quién eres y qué quieres?" Yuji alzó una ceja, viéndolo.
"Vengo a darte esto. Mi compañero me haría sacar canas verdes si no lo hacía." Respondió, tendiéndole una bolsita transparente con analgésicos y vendas.
"¿Yuji?" preguntó Hana, frotándose los ojos, recién despertada por el ruido. "¿Qué pasa?"
"Nada, Han, vuelve a dormir." Respondió Terushima, sin apartar la mirada de Bokuto. Bajó su arma, y suspiró. "Lo siento. ¿Cómo dices que te llamas?"
"Kotaro. Kotaro Bokuto." Sonrió el peligris, divertido al notar su piercing en la lengua. "Tu perforación es increíble. ¿Cómo la conseguiste? Akaashi me hizo ésta." Continuó, señalando su perforación en la oreja derecha.
A Yuji no le costó nada ver que Bokuto era más que parlanchín. Tuvo que invitarlo a fumar fuera porque Hana le envió en cinco minutos doscientas miradas de fastidio y molestia debido al ruido.
Estaban en la barandilla fuera de la habitación de Yuji cuando oyeron un ruido. Bokuto no estaba armado, pero en seguida se enderezó dispuesto a ayudar a su nuevo amigo ante cualquier amenaza.
Yuji ya había tomado su arma cuando vio al chico relativamente bajo y rubio con un cigarrillo entre los dientes.
"¿Tienen fuego?" preguntó Kenma, naturalmente.
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『 fighters ; haikyuu 』
أدب الهواةEn un mundo paralelo, el gobierno de Japón prohíbe a las familias al rededor del país tener más de un hijo por familia. Los segundos hijos, al ser los hijos fuera de regla, terminarían en institutos militares en las prefecturas al rededor del país...