BUSCANDO EL CAMINO

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Elysius cruza una calle de Heliosa, dentro de los blancos muros de la ciudad una innumerable cantidad de personas se conglomeraban en los bancos de alimentos, forman filas para ser registrados y se les asigne un habitáculo subterráneo, y por otro lado filas de heridos esperando su turno para acceder a los apotecarios y las carpas de los hospitales de campaña armados en las plazas donde las primeras horas eran atendidas las emergencias más apremiantes como quemaduras, fracturas, hemorragias y enfermedades en estado crítico como neumonías, carcinomas, infecciones fúngicas, infecciones graves y necrosis avanzadas, todo tipo de enfermedades que las tribus nómadas no pueden tratar en sus aldeas temporales. En una de esas filas Elysius observó a un niño de al menos doce años, su brazo derecho había sido arrancado y un vendaje sanguinolento le envolvía el muñón. A su lado estaba un hombre con la ropa ensangrentada y el rostro lleno de rasguños. Elysius estaba sin su armadura, cubierto por una capa negra que escondía todo su torso, siendo un astartes primer nacido habían nocturneanos que podían alcanzar su altura, pero ninguno su corpulencia, así que su condición de astartes no pasaba desapercibida para los ciudadanos.

—Niño— llamó el capellán.

—Señor— dijo el pequeño cubriéndose su muñón con una capa.

Elysius miró al hombre que lo miraba confundido— ¿Es tu hijo?

—Sí, soy Jarek, y él es Mor'kev, tiene ocho años.

—Dime, Mork'ev, ¿qué te sucedió? — el capellán se inclinó hacia el niño.

—Un Leonid atacó a mi padre mientras arreabamos a los saurochs hacia la ciudad, yo defendí a mi padre... con una jabalina... — el niño parecía querer llorar al recordar.

Era un muchacho más grande de lo que correspondía a su edad y más valiente de lo que sería un niño de la edad que aparentaba. 

—Está bien, entiendo. — El capellán se levantó solemnemente para hablar con el padre —Jarek, tú hijo es valiente, y es fuerte. Tiene el potencial para ser un ángel de la muerte del emperador, tiene la vocación de proteger a los suyos.

Los ojos de Jarek brillaron incandescentes ante la propuesta, y Mor'kev parecía intrigado e intimidado por la conversación. — ¿Podría ser?

—Cuando traten a tu hijo y le den un reemplazo mecánico para su extremidad llévalo a la capilla y habla con el reclusiarca Krenn Sora, el instruirá a tu hijo con los demás niños de la ciudad.

—Nadie de mi familia, ni mis ancestros ha sido nunca un marine espacial— profirió el todavía profundamente incrédulo.

—Tú hijo puede ser el primero.

—Pero... señor, no tengo... — el niño quería interceder en la conversación.

Elysius descubrió su capa para mostrarle su condición compartida —Tienes lo que hace falta, hijo. — Le dijo al posar su inmensa mano en el hombro del niño. —Piénsenlo, recuerden el culto prometeano.

El capellán se retiró sin decir nada más, tan solo dirigiéndoles una leve reverencia con la mano en el pecho, el niño lo imitó y el padre lo despidió con el signo del aquila sobre su pecho. 

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Su'ane tras presenciar la violencia tectónica y volcánica de Nocturne estuvo en los brazos de Shak, quien la abraza con fuerza como si no quisiese alejarse de ella nunca, juntar sus almas ahora que tenía la oportunidad, juntarlas para toda una eternidad. Su'ane rompió ese abrazo, posó sus manos sobre el barandal y miró a los dracos de fuego navegando por los ríos de lava, magníficas criaturas plutónicas, dioses tectónicos de tiempos atávicos de una belleza reptiliana mortal, le evocaban pesadillas gloriosas y sueños terribles que emergían de su alma o incluso más profundo que eso.

HIJOS DE NOCTURNEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora