TIERRA DE FUEGO

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Tras semanas de viaje de disforme los cruceros imperiales emergieron en el sistema planetario de Nocturne, topándose con una flota de Salamandras que patrullaban el punto Mandeville. En ese momento el Inquisidor Bertrán desde la "Furia Cerúlea" aprovechó para enviar un mensaje astropático a la estación de la guardia de los Vigías de la Muerte más cercana, solicitando un equipo de eliminación. La flota ancló en el puerto espacial de la luna Prometeo. Muelles y astilleros orbitales gigantescos en los que naves del sector estaban siendo reparadas, naves masivas del capítulo que se hallaban en construcción por décadas, buques estacionados suministrándose de recursos y combustible para proseguir en sus largas marchas y buques del Mechanicus que llegaban con nueva tecnología y maquinaria para Nocturne y luego regresar a Marte con sus bóvedas repletas de minerales y joyas, materia prima que requieren en sus masivos mundos forja. Y sobre todas aquellas naves una destacaba indudablemente, la impresionante Cáliz de Fuego, una imponente nave forja, única en su tipo, suspendida sobre la fortaleza monasterio de los Salamandras, uno de las nueve reliquias de Vulkan, de las que solo faltaban dos por encontrar. Los artefactos recuperados fueron llevados a la Cáliz de Fuego; los visitantes fueron llevados a la fortaleza monasterio donde serían registrados antes de permitirles ir a la superficie de Nocturne.

Su'ane llevó a los heridos más graves a ser tratados en las instalaciones del Apotecarium del monasterio fortaleza. Ahí se volvió a encontrar con Shak Tsugan, trabajaron juntos todo el día hasta que llegó un nuevo grupo de tarea a relevarlos.

—¿Quieres qué te enseñe mi ciudad? Me hace mucha ilusión poder conocerte— le dijo con una sonrisa gentil.

—Muchas gracias, pero no soy dueña de mi tiempo. Debo responder ante la hermana curia y la Palatina de la Orden de la Túnica Azul.

Él asintió comprensivamente —Si encuentras tiempo para visitar Hesiod te estaré esperando, puedes contactarme con este código vox — le entregó un pedazo de papel arrugado en el que estaba escrito unos doce números.

—Claro, lo guardaré bien— lo colocó entre las páginas de la novela que cargaba consigo.

Él hombre se retiró con una sonrisa en el rostro. Su'ane hubiera querido poder devolver esa sonrisa, sin embargo su corazón aún herido por la pérdida no halla sosiego, mecánicamente tomo su camino hacia las estaciones de despegue de la fortaleza monasterio, debía regresar a la Furia Cerúlea con el resto de las hospitalarias y reintegrarse a las labores correspondientes a su función. 

En el camino se halló con Annelies que transitaba por los pasillos con un hábito negro y un rosario en sus manos, detrás de ella su escuadra con túnicas negras, velas aromáticas y retratos de sus hermanas caídas.

—Hermana Aga— dijo la palatina —Vamos a elevar nuestras liturgias en el Reclusiam, ven con nosotras.

—Debo ir con la hermana curia...

—Ellas también están allá, tras nuestras plegarias recibiremos órdenes de la Canonesa.

Hoshi le trajo una capa negra  y se la colocó sobre los hombros, también le entregó su propia vela y una foto de Ariadne. La procesión continuó y las dos se formaron al final de ellas donde la hermana hospitalaria pudo dejar correr sus lágrimas en silencio.

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En el Cáliz de Fuego se reunieron nuevamente las altas figuras del capítulo y una comitiva presidida por el Magos Fortis; Argos, señor de la forja, poco a poco recobraba el sentido, todavía expelía código binario mientras balbuceaba palabras desarticuladas, pero lo suficientemente comprensible para que los más instruidos en el culto marciano obedecieran sus órdenes. La llama desatada fue puesta a resguardo en una cámara abovedada y blindada en el interior de la Cáliz de Fuego; el carruaje de obsidiana también fue puesto a resguardo de los tecnomarines.

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