Draco Malfoy🍏

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Slytherin vs. Gryffindor; Cute.

Ares odiaba los días en los que el partido de Quidditch enfrentaba a la casa de las serpientes con la casa de los leones. Su novio contra sus mejores amigos.

No era plato de buen gusto para nadie en este mundo. Ares bajó a desayunar, esperando encontrarse con Cedric Diggory, su compañero de casa y amigo, para así poder desayunar los dos juntos.

– Buenos días, dormilona – saludó el tejón mayor a la vez que revolvía su pelo cuando la vio aparecer.

– Buenos días, Ced – saludó de vuelta, dejando un leve beso en su mejilla, sonrojada por el frío.

– ¿Preparada para el partido? – rio su amigo, provocando que la chica pusiese los ojos en blanco–. ¿Con quién vas a ir?

– Con ninguno – respondió tajante la morena–. Quiero que nuestro equipo gane, todos los demás me dan completamente igual.

– Sabes perfectamente a lo que me refiero.

– Sí, lo sé – suspiró cansada–. No animaré, no puedo – acotó sincera.

🐍🐍🐍

Cuando acabó de desayunar, Ares salió del Gran Comedor, poniendo rumbo al campo de Quidditch. Le encantaba ese deporte, ella misma lo practicaba en la escuela, por lo que sabía cómo se iban a poner las gradas y que si no iba con tiempo no podría situarse en un buen lugar.

Y ella no tenía ninguna gana de pelearse con nadie por un buen sitio.

A medio camino sus pasos se detuvieron, Draco se acercaba a ella decidido, con una gran sonrisa en su rostro. Ares cruzó sus brazos sobre su pecho.

– ¿Qué es lo que quieres, Malfoy? – preguntó la morena, sabiendo que el chico iba a solicitarle algo.

– ¿No puedo ver a mi hermosa novia antes del partido? – cuestionó con un tono de voz pícaro. El que usaba casi siempre con ella.

– Draco...

– Bien... – cedió en medio de una de esas risas que solo soltaba con ella–. Que poco confías en mí, hermosa.

– Te conozco, Draquito – afirmó riendo–. Ahora, suéltalo.

– Te he traído esto – dijo tendiéndole una bufanda con los colores verde y plata en ella. Los colores de la casa de las serpientes–. Para que la uses durante el partido.

– No, Draco – se negó la chica.

– Vamos, tejona – le insistió el rubio a su novia, poniendo un adorable puchero en sus labios–. Es contra Gryffindor, me encantaría que la llevases – siguió pidiendo tendiéndole la bufanda. Su bufanda.

– Por eso mismo, Draco – repitió la morena–. No voy a animarte con fervor cuando juegas contra los gemelos.

– Pero estarás en la grada de los leones, con los leones, tienes que llevar algo mío para compensar.

– ¿No te vale con tu regalo de ayer? – preguntó enfadada la chica sin dejar de caminar, enseñando la mancha rojiza que tenía en el cuello.

– No, no me vale. Aunque he de admitir que te queda genial, hermosa – sonrió de lado besando la mejilla de la Hufflepuff, sabiendo lo mucho que odiaba esas manchas.

– Está bien – accedió cansada de las insistencias del rubio–. Pero más te vale que te vea con una mía cuando yo juegue, Malfoy – Draco no lo dudó más, se acercó a la chica y colocó con cuidado la bufanda en su cuello, haciendo desaparecer la mancha. Al menos sacaba algo positivo de todo ese circo.

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