Capítulo 8

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—Es buena. —El entrenador observaba a Octavia peleando. Diyoza ya había sido aprobada, porque a pesar de su brutalidad había cedido a aprender gracias a su hija. 

Levitt sonreía viendo como Octavia había aprendido muy rápido.

—Tiene que aprobarla, es increíble. —Lo persuadió. El entrenador lo miró de reojo, porque lo conocía desde pequeño y sabía que estaba siendo subjetivo.

Clarke y Bellamy iban a irse a buscar la flama. Luego los enviarían a casa. Pero Octavia se sentía mal, porque creía que no iba a volver a ver a Levitt.
Cuando terminó el examen Levitt acompañó a Octavia a su habitación. 

—Esto es perfecto. —Nunca había estado en un lugar así, era demasiado lujo para ella. 

—Es lo que mereces. —Él la miró desde la puerta y ella se volteó. La luz era tenue y cálida, la cama era amplia y parecía muy cómoda.

—Gracias por convencer al entrenador, te vi. Lo manipulaste. —Octavia le sonrió, y él se acercó lentamente.

—Tú lo hiciste, Octavia, ya no sé cómo hacerte saber lo maravillosa que eres. 

—Tengo una pregunta. —Dijo ella y dio un paso al frente. —Ser nivel once, ¿Te permite sentir?

—No, cuando subes de nivel pierdes eso. Yo no siento nada. 

—No mientas. —Se acercó tanto que podía sentir el calor de la respiración de Levitt, y miró sus labios antes de acariciar su brazo desde abajo hacia arriba. —¿No sientes esto?

—No. Para nada. —Negó con la cabeza y casi pudo percibir el tacto de sus labios. Estaban al borde de unirse. 

—¿Estás seguro? —Octavia llevó su mano a la cintura de Levitt, y él no pudo evitar moverse hacia adelante, llevándola marcha atrás hacia la cama. Ambos sonrieron. 

—No. Prueba con otra cosa. —Y ella lo miró a los ojos con perversión antes de atacarlo con un beso. 

Desde ahí, las cosas surgieron solas. Ella subió su remera hasta quitarla, y él la cargó, poniendo sus piernas por sobre su cadera. Ella se aferró y no soltó su boca ni siquiera cuando la apoyó sobre el colchón. 
Poco después se perdieron, como si sus cuerpos no necesitaran más órdenes del cerebro, y Octavia solo se dejó llevar. Había pensado que no iba a volver a amar a nadie nunca más. Había asumido que el resto del camino lo iba a recorrer sin un hombre a su lado. No lo necesitaba, solo sucedió.

Por la mañana fue a desayunar y Diyoza alzó una ceja al verla.

—Algo pasó aquí y no se si quiero saberlo. —Le habló a su hija que sonreía como una niña viendo feliz a su tía O. Casi nunca en sus primeros diez años la vió verdaderamente feliz.

—Si Levitt le hace bien, para mí es suficiente.

—Si fuera ella no me ilusionaría. —Comentó Echo justo antes de que llegara. 

—¿Qué pasó anoche? —Diyoza le dió un codazo a Octavia y ella se puso roja.— Me parece que la cama de alguien se prendió fuego.

—¡Mamá! —Su hija la regañó, y Echo empezó a reír.

Entonces se voltearon a escuchar a un discípulo que llegó para darle la noticia a otros. Habían vuelto. 

Las llevaron hasta la piedra, allí las esperaba Gabriel, al que le estaban enseñando más sobre la anomalía. 

Bill tenía la flama en la mano, ya lo habían convertido en sangre nocturna, y parecía muy ilusionado. Tenía la esperanza de que la conciencia de su hija Callie estuviera allí, para reencontrarse con ella y pedirle perdón por lo que le había hecho.

Do Better (Bellarke)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora