Capítulo 16

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Los soldados de Bardo estaban en sus puestos, formando filas a kilómetros de donde habían instalado el campamento. El silencio era generalizado, los hombres y mujeres estaban preparados y expectantes. Habían echado a su suerte el destino de sus vidas, por la humanidad. 

La anomalía se abrió ante sus ojos, y de ella salió primero una mujer negra con una armadura y una actitud empoderante. Detrás, un ejército interminable de hombres con lanzas, espadas gruesas y gigantes que podían dividirlos por la mitad en un solo movimiento. Fueron hilando una cadena de soldados, los que tenían arcos se pusieron al final. Otros tenían armas como ellos, pero no se asemejaban en nada a las suyas. Parecían más peligrosas.



Mientras tanto, en el campamento.

—Gracias, señor Bill, por todo lo que hace por nosotros. —El niño le tomó la mano cuando estaba por cruzar el portal, sonreía de una manera irritante, y le mostraba la cara más débil de la humanidad. —Le deseo mucha suerte. Adiós señor.

Sheidheda se soltó de su agarre de un tirón y lo miró con asco antes de empujarlo y hacerlo caer.
Sentía una presión en el pecho, un miedo atroz que se estaba apoderando de él.
Indefenso, como el hombre en su máximo esplendor. Mortal, ingenuo, falto de experiencia. Todos y cada uno de los habitantes de Bardo eran así. Ignorantes, ni siquiera conocían la muerte tanto como él. Y eso le daba envidia.

El niño se levantó y una mujer lo alzó en sus brazos, tenía las rodillas cubiertas de sangre y barro. 

—Cuando lo veo, solo veo maldad en usted, aunque finja yo sé que algo le hizo a Cadogan. —Masculló Rosita con el niño encima. Sheidheda la miró de reojo con los ojos de Cadogan, pero con un alma podrida y llena de odio, y luego entró al portal. 

Sentó al niño en una banqueta y salió corriendo del campamento. Quizás aún estaba a tiempo. Ni siquiera estaba segura de su presentimiento, pero de lo que sí estaba segura era de que Cadogan habría hecho lo que fuera para evitar la última guerra.

Y ese muchacho hacía unas horas no había matado a ninguno de los soldados que lo persiguieron. Levitt, la jovencita con la que bailaba. Él la quería y ella a él. Clarke parecía querer hacer lo correcto para todos… y Joaquín confiaba en Cadogan, creía que iba a hacer las cosas bien, era su amigo.
Pero aquel definitivamente no era Cadogan.




Cinco minutos antes, en Sanctum.

El ejército se retiraba y Octavia se había perdido el discurso de Indra, y no le había deseado suerte. Llegó corriendo decidida a meterse en el portal, porque sintió que debía estar allí. Entonces se topó con Hope, que se despedía de Diyoza.

—Te quiero mucho. —Le dijo Octavia a Hope abrazándola con tanta fuerza que parecía que iba a romperla. Echo se giró y vio venir a Bellamy, y Octavia también levantó la vista. —Pensé…

Hope se separó, e intercambió lugar con Bell. Éste abrazó a su hermana y acarició su pelo. 

—Como me gustaría haber tenido un poco más de tiempo contigo. Perdóname por haberte alejado. —Confesó él con la voz temblorosa y la apretó más fuerte. 

—Tuviste razón en enojarte conmigo. Estaba equivocada. ¿Me has perdonado por haber sido tan cabeza dura? 

—Te he perdonado hace mucho tiempo ya, te perdono todo hermanita. —Bell la alejó sosteniendo sus hombros y la miró a los ojos. —Ahora ve, sé la segunda que Indra necesita. 



—Gracias por el traje, es increíble cómo la gente hizo esto para mí. —Dijo Clarke ajustándose el cinturón de cadenas.

—Es su forma de agradecerte. —Raven le acomodó el pelo completamente hacia atrás y retrocedió hasta ponerse al lado de Gabriel, que le tomó la mano mirándola de reojo. Ella se sorprendió, pero luego le dedicó una sonrisa tímida. —Ah y además, lo de la alfombra de Josephine fue mi idea.

Do Better (Bellarke)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora