Capitulo 6

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Aquella tarde, después de que sonara el timbre que anunciaba el final de las clases, casi tropecé con Daniela Calle mientras guardaba los libros en la mochila. Hasta mucho después no me di cuenta de que ella debía de haberle preguntado a Lola dónde estaba mi taquilla. Yo no se lo había dicho, y el único ser humano con quien la habían visto hablando era el señor Hink, que no tenía ni idea de dónde estaba.

—Maria Jose—dijo.

—Hola —respondí despacio.

—¿Quieres que te lleve?

—De acuerdo.

—Tienes que conducir tú.

—Eh... ¿Estás segura?

Sin una palabra y sin comprobar que la seguía (aunque evidentemente lo hice), se echó a caminar por el pasillo. Cuando llegó al campo de fútbol, aceleró, lo que acentuaba su cojera, y sus movimientos se volvieron un poco frenéticos. Unos andares que recordaban, sin duda, al profesor Alastor Ojoloco Moody de Harry Potter. Yo tenía que ir al trote para seguirle el ritmo. Al final del campo, me volví hacia el sitio donde Lola y Murray esperaban (como siempre) el autobús que los llevaría a mi casa. Les hice un gesto. Me saludaron levantando el brazo a la vez. Por suerte, Daniela Calle no los vio, menos mal.

En la calle, solo algunos coches y el tintineo de la muleta de Daniela sobre el asfalto perturbaban el silencio. Al fin, habló:

—Y bien, Maria Jose Garzon, ¿Cuál es tu historia?

Una vez más, noté una especie de cólera sorda en sus palabras, como si, por alguna razón, la decepcionara.

—Quiero los detalles más escabrosos —añadió.

Me entró pánico.

—Yo, pues, eh... Esto... Me gusta la piña colada y que me pille la lluvia de improviso —dije, sin mucha confianza.

—¿No te parece una locura que cuando alguien te pide que te describas te salgas por la tangente y cites una canción de Rupert Holmes? Tendría que resultarte fácil. Tú te conoces mejor que nadie y, sin embargo, te cuesta hablar de ti mismo.

—Sí. Pero es un poco como preguntar a alguien que acaba de volver después de tres meses de viaje: «¿Qué tal te ha ido?». Hay demasiado que contar.

—Es cierto. Entonces habría que reducir el perímetro de búsqueda, ¿no? ¿Te puedo hacer una pregunta?

—De acuerdo.

—Es super personal, así que no respondas si no tienes ganas.

—Eh... vale.

Me preparé para que cuestionase mi orientación sexual o mi anormal predilección por la chaqueta negra de mi padre a pesar del calor, que parecían las dos preocupaciones más populares cuando conocía a gente por primera vez.

—¿Cuál es tu color preferido?

Eso no me lo esperaba.

—Pueees...

Nunca había tenido un color preferido. O quizá demasiados como para redactar una lista.

Para mí todos nacían libres e iguales.

—No tengo ninguna preferencia con los colores. ¿Y a ti, cuál te gusta?

—El azul del vestido de Alicia en el País de las Maravillas.

—¿Azul cielo?

—No, ni hablar, odio el azul cielo, el pastel y el vincapervinca, pero el del vestido de Alicia en el País de las Maravillas es perfecto.

CHEMICAL HEARTS "ADAPTACION CACHÉ"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora