La primera mitad de la fiesta se pareció mucho a la de Heslin. Fuimos al campo de fútbol a beber, solo que estaba vez no había bañera, sino un tanque de almacenamiento para agua de lluvia, y no es coña. (La bañera había acabado en el tejado de Heslin. Nadie había asumido la responsabilidad, pero yo sospechaba de Murray.) En esa ocasión, el mejunje estaba teñido de rosa y tenía una extraña espuma en la superficie, como si alguien lo hubiera limpiado con lavavajillas y no lo hubiera aclarado bien antes de verter diez cajas de vino barato. De todos modos, no tenía el mismo sabor a veneno que la última vez. Después de beber el equivalente a dos botellas, Daniela y yo estábamos bastante borrachos, lo cual era una suerte, pues ambos nos mostrábamos más agradables bajo los efectos del alcohol.
Nos apartamos del grupo y fuimos a casa del amigo de un amigo del primo de un chaval que se había graduado tres años antes. La fiesta tenía lugar en el sótano de aquella casa. Llegamos cuando todavía no había nadie, y Daniela encontró un rincón oscuro y apartado donde podíamos besarnos sin llamar la atención; no obstante, yo no era capaz de quitarme de la cabeza lo que se suponía que llegaría después, así que seguí bebiendo. Con la música cada vez más alta, el sótano fue llenándose de zombis, brujas, piratas y versiones sexy de las cosas menos sexys posibles, como las Tortugas Ninja, un planeta Plutón de papel maché en bikini, y Madison Carlson, quien, por razones que nunca comprenderé, se había disfrazado de mazorca putilla.
Daniela se acercó a mí y me dio un beso rápido, después volvió a observar a las personas que se amontonaban en ese sótano.
—Voy a dejar de ir al cementerio —dijo en voz baja, casi en un susurro—. Nunca te lo había contado, pero visito su tumba casi a diario. Ahora, voy a dejar de hacerlo. Por ti.
Me quedé sin habla. Había llegado a aceptar la presencia fantasmal de Samuel como parte de nuestra vida, como una condición para salir con Daniela Calle. Ella siempre se vestiría como él. Siempre olería a él. Siempre visitaría su tumba. No obstante, ahora parecía querer renunciar a una parte de él.
—Me parece genial —respondí, rápidamente, sin pensarlo dos veces.
Ahora que ella lo había propuesto, me di cuenta de que era algo que me hacía ilusión. Quería que dejara de pasar tanto tiempo con su novio muerto, tumbada en la hierba sobre su cadáver en descomposición, derramando lágrimas que se filtraban en la tierra hasta caer sobre su ataúd.
—Y no quiero que pienses, no sé, que eres un premio de consolación —continuó ella, sin mirarme—. Nunca había conectado con nadie como contigo.
En ese momento, hice un esfuerzo por resistir la tentación de preguntarle a quién escogería si Samuel y yo estuviéramos vivos y coleando, uno junto al otro. Porque, en el fondo, sabía que lo elegiría a él. Y su elección sería la misma durante mucho tiempo. Quizá para siempre. Noté que la herida de mi corazón se abría un poco más. Menuda historia. Mientras ella hacía todo lo posible por declararme sus sentimientos, yo sentía una punzada de dolor más profundo.
—Has bebido. No quiero que tomes ninguna decisión esta noche. Espera a estar sobria.
Reflexiona. Quiero que estés segura.
«Quiero que estés segura de que puedes pasar página.»
Daniela se volvió hacia mí y me miró a los ojos, primero al derecho y luego al izquierdo.
—¿Qué pasa? —dije al cabo de unos minutos.
—Muchos tíos serían unos capullos con este tema. Pero tú te has portado muy bien.
—¿Por qué iba a ser un capullo? —Parte de mi actitud comprensiva era impostada, pero no podía confesárselo: ser un capullo solo la haría salir corriendo—. Has sido muy sincera desde el principio—. «Excepto con lo del accidente de coche, el novio muerto, el cementerio y la ropa, claro está.»
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CHEMICAL HEARTS "ADAPTACION CACHÉ"
FanfictionEsta historia está basada en la novela "Our Chemical Hearts" de Kristal Sutherland, así que espero y les guste esta adaptación Caché. Narrada por Poche.