Capitulo 5

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Cuando al día siguiente, antes de clase, llamé a la puerta del despacho de Hink, me hizo pasar con una sonrisa.

—Gracias por haber convencido a Daniela de que acepte el puesto, Maria Jose. Muy amable por tu parte. No ha sido fácil para ella, la pobre.

—Espere, ¿al final ha aceptado?

—Ha venido a verme hace media hora para informarme de que le habías hecho cambiar de opinión. No sé qué le has dicho, pero ha funcionado.

—¿Ella le ha contado que yo le he hecho cambiar de opinión?

—Deberías empezar a pensar en el primer número desde este instante. Antes de que te des cuenta, ya estaremos en diciembre. Ayer mismo metí presión a mis alumnos de primero, así que seguro que encuentras voluntarios para que te ayuden. La mayoría necesitan actividades extraescolares para acceder a la universidad; no puedo prometerte que sus ideas valgan la pena, pero es un comienzo.

—Cuando ha dicho que «no ha sido fácil para ella», ¿a qué se refería?

—Pues a que cambiar de instituto el último año nunca es fácil. Ven a instalarte en tu despacho. Tus contraseñas están en un post-it delante del ordenador. Daniela ya está allí. También Lola Leung. Me parece que ya os conocéis, ¿no?

Me dedicó la típica sonrisa que significaba que sabía que yo había sido el último chico en besar a Lola antes de que cortara de raíz sus relaciones con el género masculino.

—Sí.

Me aclaré la garganta en lugar de hacer lo que de verdad quería, es decir, contestar: «¡Ella siempre ha sido lesbiana! ¿Es que no sabe cómo funciona la biología?».

—Lola es mi vecina.

—Ah, ya, tu vecina, claro. En cualquier caso, no hace falta que os presente. Vete a instalarte, nos reuniremos la semana que viene para hablar del primer número.

Hink volvió la atención a lo que fuera que estuviese haciendo en el ordenador (¿organizar un club de la lucha?, ¿escribir haikus?) como si no hubiera pasado nada y no acabara de lanzar una bomba de la talla de Daniela Calle.

Aturdido, entré en el pequeño despacho que hacía las veces de redacción. Era una auténtica pecera. La pared pegada al pasillo era de cristal, y la puerta (también acristalada) no cerraba, sin duda para impedir que se produjera en el interior algún coito apasionado; una estrategia que había fracasado estrepitosamente, porque el redactor del año pasado se acostaba con su novia en el sofá. Por suerte, ahora una manta disimulaba las manchas sospechosas que se habían acumulado en la tela.

Sentada delante del Mac reservado al diseñador gráfico, con una piruleta en la boca y sus gruesas botas sobre la mesa, Lola miraba la página de ASOS. Daniela se había instalado ante una mesa minúscula apoyada contra la pared de cristal, lejos del escritorio del editor. Debían de haberla colocado allí en el último minuto, cuando cambió de opinión.

—Hola —dije, con una sensación de nervios extraña y nueva.

Cuando miré a Daniela, noté algo inquietante: era como observar una vieja fotografía coloreada de la Guerra de Secesión o de la Gran Depresión y darse cuenta por primera vez de que aquella gente había existido de verdad. Yo había visto a la Daniela coloreada en Facebook y ahora me encontraba con la versión sepia: inaprensible, fantasmal y cenicienta.

Me hizo un gesto con la cabeza.

—¡Hola, tía! —exclamó Lola mientras agitaba la piruleta en mi dirección, sin dejar de mirar la pantalla.

Me senté a la mesa del editor. Encendí el ordenador del editor. Abrí la cuenta del editor. En definitiva, saboreé la sensación de triunfo por haber conseguido el objetivo para el que llevaba dos años trabajando sin descanso.

CHEMICAL HEARTS "ADAPTACION CACHÉ"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora