Cuatro

304 29 8
                                    

La última vez que había visto a Gemma, ella le obsequió un par de calcetines que había comprado, por error, en una pagina de internet. Ya hacían casi tres semanas y supo, esa mañana que se levantó con las sabanas heladas, que debía llamarla. Más tarde, antes de la once, sus pies lo encaminaban fuera de la estación del metro que lo dejó en el centro, cerca del local donde vería a su hermana.

—Te ves terrible —le escucha decir mientras lo abraza con fuerza. Aquel no es el abrazo habitual que se dan como saludo, es un abrazo que recibe como consuelo, incluso si todavía no lo ha pedido.

—Tú te ves hermosa, Gem —dice, conteniendo las ganas de echarse a llorar mientras se sientan en la mesita del rincón de costumbre.

—Un café americano está bien para empezar —dice ella al muchacho que se acerca a tomarles la orden. Luego, su mirada tierna se dirige de nuevo a su hermano: —. ¿Discutieron?

—No realmente —Harry evita el contacto visual, jugueteando con las servilletas del distribuidor sobre la mesa.

—¿Le has llamado?

—No.

—¿Y cómo sabes que no solo salió un momento? —pregunta ella. Harry la mira mientras piensa en silencio. No tiene que ser un genio para saber reconocer las señales: las impertubadas sabanas, la hora que era... la nota quebrada sobre la isla. La nota. La bendita nota. Harry la siente pesada en el bolsillo de su saco; tan pesada como el ancla de un barco.

—Sé que se fue para no volver, Gem —contesta luego de un momento. Ella asiente con comprensión. El mesero deja el par de tazas delante de los clientes mientras ambos contemplan los cuadros de la pared en silencio. Harry habla: —¿Qué harías si una persona que quieres está haciendo cosas que le pueden hacer daño?

—¿Tiene que ver con Zayn?

—No realmente —miente. Sabe lo deplorable de sus actos, pero es muy temprano todavía para admitir su error.

—Pues intento hablarle a esa persona, busco ayuda —Harry bebe de la taza caliente que tiene, no le gusta mucho el sabor del café sin leche así que pide un poco al mesero antes de volver a la conversación con su hermana —. ¿Hay algo que deba saber, Harry?

—No, Gem, tranquila. Si tuviera algo que decirte, lo haría —se excusa, pero por el tono en su voz no sabe si su hermana se está comprando el cuento.

—Está bien, sabes que puedes contarme cualquier cosa —agrega ella —, no me molesta venir desde el campus cada tanto —bromea. Harry sonríe antes de ofrecerse a llevarla en al auto de Anne luego de almorzar con ella por la tarde.

Zayn no ha conducido hacia la casa de Liam; en pocos minutos de haber salido molesto del estudio de Louis está estacionando la moto en los parqueos privados de la discoteca de siempre. John lo saluda con la mano mientras revisa los carnets de las dos chicas que pretenden ingresar al local: todo normal; camina hacia su amigo y enciende un cigarrillo antes de sentarse a su lado en la acera.

—¿Qué tal todo? —dice mientras el humo del cigarrillo se esfuma de entre sus labios.

—Una tragedia —contesta Zayn, suspirando con pesadez —¿Tienes un churro?

—Sería una sorpresa que no —responde el hombre, metiendo la mano al bolsillo interior de su saco —. Ten —extiende el porro hacia el moreno.

—Olvidé la billetera en casa.

—No hay apuro, Zayn —argumenta el mayor, luego le pasa el encendedor al muchacho decaído a su lado —¿Cómo está Harry? —pregunta, pero nota, al instante, el gesto triste de su amigo —. Ya veo.

Fingers [zarry au]✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora