Doce

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Siente la respiración acelerada y el techo parece haber empezado a dar vueltas ahora que se ha acostado en la cama. El suelo parecía más estable. Nauseas. Todo le provoca nauseas, pero no siente las piernas y aunque hubiese una urgencia, no podría levantarse, aunque eso quisiera. Harry intenta contar ovejas para controlar la taquicardia que siente creciendo en su pecho, aunque pierde el rastro luego de un par. Los segundos parecen acelerados y se camuflan entre pensamientos intrusivos sobre lo mucho que le cuesta regular el frío que siente adueñándose de su cuerpo.

"Una para no sentirme fracasado". "Dos para evitar el dolor de perderlo todo". "Tres se sienten bien".

Ha dejado de contar luego de que Niall interrumpiera.

Más tarde -o más temprano- mientras escucha a las aves empezar a cantarle al sol que está saliendo, es capaz de levantarse y salir a la cocina por una manzana. No puede pensar en comer otra cosa sin sentir ganas de vomitar. ¿Y qué vomitaría si no come desde la tarde del viernes?

En un par de horas todo se sentirá normal y podrá ducharse. ¿Sabe qué hora es? No realmente. No ha mirado su celular desde la noche del viernes. Pero todavía hay luz solar que se cuela por la ventana. Afuera, escucha el ruido de su compañero de piso y desea poder salir de la habitación de nuevo y hablarle, pero no encuentra fuerzas. Se queda dormido un breve instante antes de ser levantado por la ansiedad de las cosas que tiene pendientes: le debe un ensayo al profesor de Literatura Comparada. ¿Dónde están sus apuntes? La computadora parece brillar demasiado y sabe que la hoja en blanco en Word no es útil para obtener, ni siquiera, la nota de presentación. Hopkins no va a disculparle esta. Entonces escucha el teclado siendo violentamente presionado por sus dedos y piensa en Zayn. En las noches de insomnio mientras se ponían al día con sus proyectos mientras pretendían que la televisión sí funcionaba como ruido de ambiente.

Zayn, cuando el contador de palabras marcaba el límite mínimo y cerraba el documento luego de agregar una conclusión. Zayn, cuando salía de la ducha mientras Harry terminaba de acomodar la sala y dejaba sus maletines listos para salir a las clases por la mañana. Zayn, cuando lo llevaba, agotado, de la mano y dejaba un beso suave en sus labios antes de abrazarlo y quedar dormido sobre su pecho. La cita que tiene con Zayn al día siguiente. Y Harry solo puede sacar el sobre transparente del cajón de su mesita de noche, la mesita de noche que era de Zayn pero que ahora no tiene sus pertenencias; y luego de varios minutos de autocompadecerse, termina por aceptar su fatídico destino mediocre e inhala un par de líneas más para poder terminar ese ensayo.

Respiración acelerada. Taquicardia. Segundos incomprensibles. Angustia y nauseas. Muchas nauseas de nuevo. No puede moverse y, aunque intenta, no puede gritarle a Niall por ayuda. Ni una sola nota parece abandonar su garganta mientras se siente siendo sumergido a un agujero que lo hace girar. Todo da vueltas. ¿Se le están abriendo las puertas al infierno?

Y entonces una puerta se abre, la de su dormitorio, y deja ver el brillo del sol desde el pasillo. Sin claridad. Los minutos parecen a penas instantes. El pecho le sube y baja con velocidad inhumana y solo puede ponerse de costado mientras de su garganta brota un líquido, casi espeso, que amenaza con dejarlo sin aire. Escucha, como si aquella voz estuviera a más de trece metros, un susurro de aliento:

—¡Aguanta, Harry! Ya llega la ambulancia.

Y luego todo es negro.

La mente se le queda en blanco un par de minutos antes de encender la moto y partir, casi de modo automático, hacia el hospital. Mientras busca un espacio para estacionar el vehículo, observa por unos segundos el otro casco desocupado que cuelga de un lado del manubrio y siente su corazón hundirse. Camina, o corre, hacia la entrada de emergencias y rápidamente ubica al irlandés que camina de un lado a otro con el gesto preocupado.

Fingers [zarry au]✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora