2. Revelaciones

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Una suave música se extendía por todo el establecimiento dándole un aire misterioso. Estaba tan oscuro que no podía ver absolutamente nada, no sabía dónde estaba, pero debía encontrar un interruptor por alguna parte.

Empecé a tantear con mis manos las paredes sin éxito de encontrar lo que buscaba. Toqué el pomo de una puerta, creyendo que era una salida, la abrí. La luz proveniente del otro lado de la puerta fue tan cegadora que tuve que taparme los ojos un momento hasta poder acostumbrarme a la claridad. Una vez conseguido me encontraba en una tienda, me daba la impresión de que ya había estado aquí antes. Alcé la vista hacia un cartel que colgaba del techo en su descripción ponía «Área de lácteos», seguí avanzando por las diferentes áreas de la mini tienda hasta que llegué a la salida, entonces la reconocí.

Ahí, a través de los vidrios de la mini tienda, podía ver a lo lejos la carretera dónde estaba estacionado el auto con mi madre en su interior. Quise avanzar, esta vez no permitiría que sea atropellada, pero mis pies estaban pegados al suelo, no podía moverlos por más que lo intenté. Luché, grité, lancé cosas hacia el vidrio para quebrarlo y captar su atención, no lo logré.

Nada parecía funcionar.

Entonces pasó de nuevo.

La camioneta blanca impactó contra el auto de mi madre, pero esta vez fue diferente.
Ella salió disparada del auto atravesando el parabrisas y cayendo en la calzada varios metros más adelante.

Mis gritos eran incesantes, lloré, grité su nombre una, otra y otra vez mientras sentía el sudor combinarse con mis lágrimas. La sensación de vacío se hizo presente para atormentarme, para consumirme.

Como por arte de magia presenciaba cómo todo regresaba al mismo sitio en qué lo encontré en un principio; el auto, mi madre distraída, yo presenciando nuevamente la vista a la carretera, pero entonces el choque volvió a suceder convirtiéndose en un bucle de sufrimiento para mí, los sucesos se desarrollaban en ese orden: el auto, mamá, la camioneta a velocidad, el choque, ella en el suelo y yo llorando sin consuelo.

—Aike, cariño despierta.

La voz de mi padre me trajo de vuelta a la realidad. De un momento a otro abrí los ojos y me encontré con el rostro preocupado de mi padre a escasos centímetros de mí.

—¿Qué sucede? -pregunto.

Al sentarme en la cama me restregué los ojos entonces caí en cuenta que los tenía mojados ¿Estuve llorando?

—Me preocupas hija—Él me dio una mirada con cierta ¿Pena? Mientras colocaba un mechón de mi cabello detrás de mi oreja—. Tuviste una pesadilla.

No sabía qué decir porque estaba claro que fue así, la humedad de mis ojos lo confirmaba. Después del entierro llegamos a casa tarde para cenar, por lo que mi padre pidió una pizza, no hablamos durante todo ese tiempo, luego los tres nos retiramos a dormir.

—Lo siento papá—digo sincera. Me resultaría muy útil en estos momentos si inventaran alguna tecnología que ayudara a los seres humanos a controlar lo que sueñan.
Mi padre asintió.

—Sé que todo esto ha sido doloroso para ti—dijo, haciendo una pausa, luego continuó: —pero no has dormido casi nada en veinticuatro horas por lo de tu madre y esta noche que al fin te disponías a hacerlo, al escucharte llorar y decir el nombre de tu madre mientras dormías pude suponer que tenías pesadillas—La aflicción en su mirada era notoria—. Necesitas ayuda.

Eso último me tomó por sorpresa.

¿Que esperaba mi papá? ¿Que vaya a un psicólogo? Puede que me doliera la muerte de mamá y aun viva mi dolor, pero eventualmente lo superaría como todo en la vida.

Aike ||PausadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora