4. Estrellas

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Por varios segundos, su sonrisa era lo único que mi cerebro podía captar. Sonreía de una forma tan natural que los hoyuelos se le marcaban a cada lado de sus mejillas, le daba un aspecto tierno. Mi respiración se aceleró y perdí todo control de mis pensamientos. Nunca había conocido a alguien con una sonrisa así de perfecta. Estaba en tal estado de estupidez, hasta que él habló:

—Vamos, llevo varios minutos aquí, ya empieza a hacer frío.

Percibí el momento exacto en que mi burbuja de estupidez hizo puf.
Regresé a la realidad en la que pude prestar atención a las palabras que había dicho previamente.

¿Vamos? ¿Dónde? ¿Nosotros?

Lo miré estupefacta.

—¿Quieres que vaya contigo? ¿A dónde? ¿Qué haces aquí? ¿Cómo sabes dónde vivo? Es tar...

—Basta de preguntas—susurró, acercándose a mi ventana lo que me dio una mejor vista de su rostro. La luz de la lámpara más cercana daba de lleno en sus ojos aclarándolos aún más.—Prometo satisfacer tu curiosidad, solo si vienes conmigo.

Pronunció esas últimas palabras con voz seductora. No pasó desapercibida para mi la sonrisa ladeada. ¿Por qué los chicos hacen eso? ¿No se dan cuenta que nos resulta irresistible?. Verlo sonreír así me recordó a Damon Salvatore, él sonríe y me derrito.

Medité unos minutos en los que solo intercambiamos miradas.

—Esta bien, iré

No tenia idea de cómo saldría de la casa sin que papá lo supiera, porque era más que notable que si le pedía permiso se negaría sin dar crédito a ninguna explicación.

Después de aceptar semejante locura, el sonrió triunfante y me dijo que me esperaría en la puerta trasera de mi casa.

Harry Potter y el gran misterio de cómo sabe que existe una puerta trasera.

¿Acaso estuvo merodeando alrededor de mi casa?

Me alejé de la ventana, revolví mi armario en busca de algo apropiado que usar porque la pijama de bob esponja no era del todo factible. Al final, después de tortuosos minutos que me parecieron horas opté por unos vaqueros desgastados, una sudadera negra y converse del mismo color. Siendo sincera pensé en una forma de combinar mi outfit con el que mi desconocido usaba.

Satisfecha con mi elección, bajé lo más sigilosa que pude, parecía que un gato me había enseñado clases de sigilo. Muy bien podría trabajar como espía del gobierno o ser una ninja.

Sacudí mi cabeza.

Ya empezaba a imaginar estupideces.

Al llegar al final de las escaleras escuché un ruido proveniente de la cocina.

Sentí desfallecer. ¿Y si mi padre me descubría?. Fácilmente podría sufrir un castigo de por vida.

Caminé de puntillas hasta la puerta de la cocina y pegué mi rostro al resquicio de la puerta para poder tener una vista de lo que podría ser un ladrón o la ruina de mi vida social.

Un gato.

Un gato atigrado vagabundo se encontraba caminando tranquilo por el mesón en busca de algo que comer.
Entré a la cocina, lo tomé desprevenido—acción que me costó un rasguño en el brazo izquierdo—, luego lo lancé por la ventana abierta y la cerré.

¡Vaya susto que me propinó ese animal del demonio!

Crucé la sala para llegar hacia el pasillo que conectaba con el sótano y al final la puerta trasera. Al abrir la puerta un viento helado ocasionó que cerrara los ojos y que mi piel se erizara a pesar de llevar una gruesa sudadera.

Aike ||PausadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora