Me levanté de la cama después de haber estado acostada sin haber dormido alrededor de diez horas. Entré al baño y al verme reflejada en el espejo del lavabo pude ver mi deteriorado estado: mi cabello castaño claro hecho un nido de pájaros, mis ojos marrones hinchados y con ojeras oscuras como resultado de haber llorado toda la noche, y mi rostro pálido. Un dolor punzante en mis sienes me hizo cerrar los ojos, un leve quejido dejó mi boca y tanteando con mi mano derecha busqué el inodoro, al encontrarlo me senté manteniendo los ojos cerrados.
Me quedé en esa posición por unos minutos e intenté no pensar en lo ocurrido— la causa de mis horas de desvelo—pero mi cerebro me llevó imágenes de esa noche una y otra vez que decidí dejar que me torture.
Era medianoche y las luces del auto eran lo único que alumbraba la carretera noventa y nueve con destino a San Diego, California. Mamá y yo habíamos decidido que después de terminar el bachillerato tendríamos unas maravillosas vacaciones solo las dos mientras papá cuidaba de mi hermanita de ocho años.
Llevábamos tan solo media hora de recorrido, pero mi vejiga me estaba jugando una mala pasada por lo que decidimos parar en la estación de servicio más cercana para que yo pudiera ir al baño y mamá aprovecharía para comprar comida ya que aún nos quedaban algunas horas de viaje.
Luego de salir del baño no veía por ningún lado a mi madre, estuve a punto de entrar a buscarla a la mini tienda cuando la divisé en el auto saliendo del estacionamiento para ponerse en la carretera. Yo me acercaba a su encuentro cuando a lo lejos, detrás del auto donde se encontraba mi madre, venía a exceso de velocidad lo que parecía ser una camioneta muy grande, caí en cuenta que no se detenía y mi madre no la había visto porque estaba muy distraída aparentemente con la radio del auto. El pánico se apoderó de mí en ese momento al atar los cabos en mi mente de lo que podría suceder si la camioneta no se detenía y si mi madre no se daba cuenta.
Yo estaba ahí, de pie tan solo observando sin poder emitir ni una sola palabra, tampoco era capaz de emitir algún gesto de advertencia era como si hubiera cedido el control de mí cuerpo a alguien más y este me prohibía cualquier intento de movilidad.Mi desesperación iba en aumento y a cada segundo la camioneta se acercaba, ya podía ver su color, era blanca.
Balbuceos, palabras incoherentes, y otros intentos de hablar era lo único que dejaba mi boca, sentía que sudaba frío y mi corazón amenazaba con salirse de mí pecho.
Alternaba mi mirada entre la camioneta y nuestro auto.
Entonces pasó.
Sin ser consciente, en cuestión de segundos el auto de mi madre patinaba por la calzada producto del choque que le había ocasionado la camioneta que se dio a la fuga sin detenerse ni un momento.
Observaba atónita la escena.
Solo podía mirar las vueltas que daba el auto hasta que se estrelló contra un árbol que estaba a la orilla de la carretera.—¡¡Mamá no!! —grité, por fin había recuperado la movilidad de las piernas. Corriendo con zancadas torpes y desesperadas me acerqué a la escena.
Al llegar hasta ella no pude reconocerla.
Su belleza se había ido al igual que su vida.
Los vidrios del parabrisas se encontraban incrustados en su pecho donde muchas veces me había recostado en busca de consuelo, y en el que alguna vez había sido su delicado y hermoso rostro yacían restos de vidrios ensangrentados. En su frente se evidenciaba una enorme herida de donde fluían restos de sangre, manchando así su rubio cabello que ahora parecía naranja en medio de tanto rojo.
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Aike ||Pausada
Misteri / ThrillerAike, a primera vista una adolescente como cualquier otra, pero detrás, una historia abrumadora de la que no podrá librarse fácilmente y en la que el amor resultará un imprevisto en su búsqueda de la verdad. Sumérgete en un cóctel de emociones en dó...