Capitulo 4

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Narra Matt

 

Cada vez que pasa se hace más perfecto. Jamás imaginé que fuera a enamorarme y menos por el miedo que me ocasionaba tener una relación estable con una chica tan hermosa como lo era ella. Su cuerpo siempre amanecía a mi lado y, luego de haber pasado por aquella guerra interminable de las largas noches en estos meses, por fin disfrutábamos uno del otro casi todas las noches.

Mateo era un fuerte niño de casi 10 meses, me perdí los tres primeros pues nos fuimos de gira, y era demasiado pequeño para viajar con nosotros. Lois se fue con sus tíos a Chicago, pero ahora hemos vuelto a estar juntos en California.

Su cuerpo desnudo yacía a mi lado cubierto por las sábanas, cubría pequeñas partes, pero me dejaba en la mente una fotografía perfecta de sus lindos amaneceres.

—     ¿Cuándo dejarás de mirarme al dormir?

—     Jamás – sonreí de costado — te ves hermosa

—     Tengo cara de muerto, no hay nada hermoso ahí – reí ampliamente al cubrirla con mis brazos y atraerla a mí

—     Es que no te ves con mis ojos

—     Siempre la misma excusa

Besé su frente y la observé detenidamente, creo que había hecho lo correcto.

Me levanté al ponerme los bóxers, luego el pants y sin camiseta caminé al cuarto de Matt Jr. Llegué y como si me oliera despertó de golpe levantando sus manitas al techo y exigiendo que lo sostuviera.

—     Eres un pequeño gigante ¿no?

Me sonrió y metí mis manos a la cuna. Quizá pesaba unos 40 kilos o algo así, estaba creciendo enormemente rápido y eso me daba algo de miedo. Entre babeadas y risas, algo se echaba a perder en ese enorme pañal aguado.

—     Bien…creo que ya llegó el desayuno

—     ¡¡Matthew no seas asqueroso!!

—     ¡JAJAJA! ¿Qué? Es caquita de bebé

—     Uff eres increíble

Reí despacio al tomar lo necesario del pañalero y acostarlo en el cambiador. Su sonrisa me recordaba mucho a la mía, la forma en la que movía sus manos y sus piernas, jamás pensé que de mí saliera un ser tan importante y perfecto. Mateo estaba limpio y con ropa nueva…solo faltaba su alimento que o sabía muy bien donde estaba.

—     El bebé tiene hambre

—     ¡¡enseguida voy!!

Se estaba duchando, y yo moría por meterme con ella en la ducha, pero ahora no podíamos dejar a Mateo solo por ahí mientras sus padres se dan un delicioso revolcón en el cuarto de baño. Cargué a mi hijo hasta la cocina y sentí el celular sonar

—     ¿Diga?

—     Hey Matthew, te he estado buscando, pero nadie me daba tu número

—     ¿Quién habla? – dije en tono burlesco

—     Soy Jacobson, idiota

—     ¡¡Oh!! Es que es número nuevo…lo siento – sonreí cargando con un solo brazo al enorme bebé — ¿Qué pasa?

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