🥀CAPÍTULO 9🥀

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Mi cuerpo cayó al suelo antes de lo que hubiera querido, apenas sentí el tacto de Pietro alejarse de mí, me dejé caer hasta que mis rodillas chocaron con el piso y abracé mis brazos, hecho un ovillo en mi lugar, desee que de una vez me dejaran tranquilo, desee morirme de una maldita vez y detener esos acosos, esos abusos ¿Por qué tenían que meterse conmigo de esa forma? Nunca les hice nada, solo soy una persona que cometió un jodido error, eso no les da derecho de nada.
Intenté pensar en cosas felices, en cosas buenas, deseaba alejar esas horribles ganas de vomitar que me estaban volviendo loco, pensé en Damián,pensé en Laila, pensé en el hermoso chico de ojos café que deseaba continuar viendo diario; pensé tanto en las cálidas manos de Jean,que una triste sonrisa apareció en mi boca, definitivamente jamás había sido más patético en mi vida.
Pasaron unos segundos en los que solo oí golpes, en realidad tampoco me importó lo suficiente como para moverme de mi lugar, estaba asustado y no dejaba de temblar, sentía a mi omega como un pequeño cachorrito presintiendo su final cerca, cuando unos brazos me tomaron y fue diferente, ese no era Pietro.
Esos fuertes brazos me alzaron hasta que estuve completamente parado, ni siquiera alcé la mirada, solo bastaron unos segundos para que el temor dejara de nublar mis sentidos y permitir que aquel delicioso aroma inunde mi olfato, cerré mis ojos y mis brazos rodearon la cintura de aquel firme cuerpo, mientras sus brazos hacían lo mismo conmigo, pegándome tanto a él que pensé en lo mucho que deseaba fundirnos en uno.

Mi Jean.Jean vino por mí.

Restregué mi cara contra su cuello, sin detenerme, ya no me importaba absolutamente nada más, e incluso olvidé mi nombre cuando sus labios besaron suavemente la piel de mi cuello y liberé un ronroneo, eso se sentía muy bien.
"Hueles mal."
Escuché sus dulces palabras y quise alejarme, aunque por como sus brazos me atrajeron de nuevo y soltó un ligero ronroneo, comprendí que no era que yo oliera mal, él tenía la cabeza enterrada del mismo lado donde Pietro me había estado besando, obviamente no olía como normalmente debía hacerlo.
"Jean,yo..."
"Tranquilo, yo me encargo."
Aunque no comprendí a lo que se refería, mi cuerpo obedeció y me relajé en sus brazos, hasta que sentí como sus labios de nuevo tenían contacto con mi piel, al igual que la punta húmeda de su lengua pasaba por esta e incluso sus dientes rozaban mi cuello, haciéndome estremecer. Mis manos subieron hasta aferrarse a la tela de su remera, camisa, lo que fuera, apreté mis parpados cerrados y jadee una vez mordió justo en los mismos lugares donde Pietro anteriormente había hecho de las suyas.
"Jean."Gemí, eran mordidas suaves, dulces, pasaba su lengua con tal cuidado que sentí me rompería ante el dulce contacto, e incluso sus finos labios buscaban llenarme de tantos besos como le fuera posible.
En ese momento desee que el mundo se detuviera, que solo fuéramos él y yo, que todo dejara de existir y vivamos este momento eterno en el que Jean se estaba encargando de limpiarme, de quitarme aquel olor para impregnarme con el suyo. Y definitivamente yo prefería oler a Jean, amaba oler a Jean.
En el segundo en que giré mi rostro, observé al fin la escena que tanto había ignorado en mi ataque de pánico, Pietro estaba en el suelo, sin embargo ya se encontraba incorporándose, observé la línea de sangre escurriendo desde su boca, por todo su mentón, y aquellos moretones apenas rojos por todo su rostro, además de como él tenía una mano sosteniendo su costilla; los demás ya no estaban, no dudé que fueran tan cobardes para abandonar a uno de los suyos ante el peligro, pero de igual forma me sorprendió lo patéticos que eran.
El cuerpo de Louis se tensó y me apartó lo suficiente para notar a donde se enfocaba su mirada, una de mis manos pasó a su pecho, mientras Pietro lo observaba con temor, pero a la vez con enojo, Jean estuvo a dos segundos de lanzarse encima del otro alfa cuando me coloqué frente a él en un movimiento y paró en seco, casi impactando contra mi cuerpo.
"Libardo,quítate." Me ordenó, sin embargo no me moví.
"Jean, basta. Está herido, lo vas a matar si pelean."
"¡Él te hizo daño!" Rugió, apartando su mirada de mis ojos y enfocándose en el chico que supuse continuaba detrás de mí, a una distancia prudente.
"Sí, pero no vas a matarlo por eso."
Él no parecía ceder, su mirada cargada de enojo y rabia, tan roja, en medio del precioso café oscuro, noté y pude jurar que Jean estaba dispuesto a matarlo, o que quizás era su alfa a quien no le importaba acabar con una vida. Mordí mi labio y sin pensarlo dos veces, pues sabría me retractaría, me acerqué a su cuerpo y dejé que una de mis manos descanse en su pecho, acariciándolo, mientras su brazo me volvió a rodear, aunque aún sentía la tensión emanando de su ser, sus feromonas se disparaban indicando su enojo contenido.
"Ya, ya Jeansito." Mi mano acarició dulcemente su pecho, dejando un beso a la altura de su nuez, acariciando la parte baja de su espalda también. "Ya pasó ¿Si? Estoy bien. Estoy aquí, contigo. Deja que se vaya."
Debí de haber considerado buena idea cuando mi madre me quiso enseñar, de más pequeño, a aprender a arrullar a un alfa, pero tampoco era algo que me interesara a mis cortos catorce años; ahora lo necesitaba más que nunca, sonaban pésimas mis palabras, aunque disfruté del momento en que los hombros de Jean se relajaron.
Él aún miraba a Pietro, pero ahora ya no estaba tan tenso, sentí su respirar largo y profundo, seguro intentando calmarse él mismo, mientras mi mano no dejaba de subir y bajar por su pecho.
"Ven. Bésame, por favor."
Me sorprendí a mí mismo diciendo eso, aunque no pasaron ni dos segundos cuando sentí la dulce presión de sus labios sobre los míos, una de sus manos tomó la mía, que acariciaba su espalda y entrelazó nuestros dedos. Gemí de puro placer al sentir su lengua penetrar en mi boca, volviéndome completamente loco, había pasado tanto tiempo desde el otro beso, y sin embargo sentía aquel encuentro tan cálido, como si nuestras bocas hubieran sido hechas para encajar juntas.
No sé qué fue de Pietro después de eso, tampoco me importó, cuando nos separamos, solo le susurré un "Llévame a casa." y subimos a su auto, con mis mejillas tan calientes, mi cuello tibio y el rostro de Jean con un gesto serio, pero él ya no estaba molesto, olía bien. No me atreví a mirarlo después, hasta que me dejó en mi casa. Esa noche dormí tan bien que me sentí mal.
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Y así, llegó la mañana del viernes, debo agradecerle a Jean que no tocara el tema del beso, no iba a ser feliz para mí mentirle y decirle algo como que fue mi omega deseando calmarlo el que exigió el beso, aunque así fuera, no lo desee precisamente por eso, yo anhelaba los labios de Jean cada segundo desde que lo conozco, aun así, por mi propio orgullo y por no hacer la situación incómoda, esa era mi excusa, la había pensado toda la mañana, y él no comentó ni dijo absolutamente nada.
Cuando llegué a clases, me costó un poco explicarle las cosas a Mae,ya que ella solo se la vivió gritando a todo pulmón las marcas de besos que tenía en mi cuello y estoy seguro que ya toda la Universidad sabía quién me las hizo, incluso Nicolás se acercó a confirmarlo. En eso sí no iba a mentir, menos teniendo a Nicolás cerca, estaba harto de aguantar sus descaradas palabras para bajarme la autoestima.
Temí un poco que llegara la hora de salida, pero cuando por fin pisé las calles fuera de la Universidad, el carro de Jean estaba ahí, esperándome. No vi a Pietro, de hecho a ninguno de sus amigos, Anthony o los otros, tampoco me molesté en buscarle una explicación a la situación, solo me monté en el Ferrari y Jean arrancó.
"¿Cómo te fue en clases?"
"Bien, bien... Me preguntaron por las marcas en mi cuello."
Siendo sincero, yo pude ser un poco menos descarado y haberme puesto un cuello de tortuga con el único fin de esconder aquello ante los demás, pero increíblemente no quise, y me sentí feliz con mi decisión.
"¿Les dijiste que fui yo?"
"Síp." Mordí mi labio inferior en clara señal de nerviosismo, esperando que eso no le molestara.
"Bueno." No fue una gran respuesta tampoco, pero noté con claridad la curva en forma de media sonrisa que se formó en sus labios, apenas veía su perfil, así que era difícil para mí saber si sonreía completamente.
"Uhm, oye." Aproveché una luz roja cuando su auto se detuvo, era ahora o nunca, tenía que decirle lo que estaba pensando desde mi charla con Mae. Escuché un suave sonido de su parte, indicándome que continúe hablando. "Verás, mañana es sábado y no tengo trabajo pendiente, las tareas son pocas, puedo terminarlas hoy así que quería preguntarte, bueno... Si querías... No lo sé, no tienes que aceptar si no quieres, es algo tonto, creo... Pero es importante, ¡Digo! No es que para ti tenga que ser importante, para mí lo es, y no estoy queriendo comprometerte diciéndote que es importante, solo que... Oh mierda, esto salió mal."
"¿De nuevo?"
"Sí, por favor." Aclaré mi garganta, ondeando mis ideas. Dejé que una de mis manos acomode mi cabello antes de mirarlo directamente, respirando hondo. "¿Quieres hacer algo conmigo y con Damián mañana? Tenemos tiempo y llevo días sin salir con mi hijo."
Su rostro se contrajo en un serio gesto, hasta que escuchamos el sonido de la bocina del auto trasero y ambos notamos que el semáforo había cambiado a verte. Él arrancó y por el resto del camino no dijo absolutamente nada ¿Eso era un rechazo? Podía considerarse un rechazo ¿Verdad? Claro ¿En qué estaba pensando? ¿Qué alfa aceptaría salir con un omega en algo que no es una cita con un hijo que no es suyo? Jean era un alfa, buena persona o lo que sea, aún tenía un alfa interior que le recordaba aquel orgullo cavernícola de todo alfa.
Suspiré, apoyé mi codo en el reposabrazos de la puerta, mi barbilla en mi mano y miré por la ventana lo que restó del camino, consideré cambiarme el nombre a Idiota, porque realmente eso era lo que era, las ideas que pasaban por mi cabeza no podían ser más estúpidas.
Cuando llegamos a mi casa, me apresuré en salir del auto, aunque de nuevo, su mano impidió que algo que no fuera mi pierna saliera del Ferrari. Voltee, observándolo mirarme tan intensamente que mi piel se puso de gallina en cuestión de segundos.
"¿Podemos hablar un segundo?" Asentí, volviendo a meterme con totalidad en el auto y cerrando la puerta, esperando que continúe. "Lamento el silencio, es solo que no me lo esperaba."
"Está bien." Solo sentí ganas de llorar, Jean, no es nada del otro mundo cuando se trata de ti, pensé.
"¿Paso por ustedes temprano? ¿Debo elegir yo el lugar o tienen algún sitio donde vayan con frecuencia?"
"No, realmente somos de variar mucho." Me encogí de hombros. "A las diez ¿Esa hora está bien?"
Su firme agarre en mi brazo se suavizó un poco y sonreí, él aún me observaba, aunque también bajó la mirada a mi piel siendo acariciada por su dulce tacto, yo hice lo mismo.
"Sí, a las diez, aquí mismo." Iba a bajar del auto, aunque me giré de nuevo a verlo cuando lo escuché titubear y como su mano volvía a agarrar con insistencia mi brazo.
"Crees... Bueno, tú crees que yo... ¿Crees que le agrade?"
Quise lanzarme a sus brazos y besarlo tan profundamente, hasta quedarme sin labios, Jean tenía un ligero sonrojo en su rostro e incluso noté la inseguridad en su mirada. Él estaba preocupado, temía no agradarle a mi pequeño de tres años.
"Lo veremos mañana ¿No?"

The perfect omega ✨LIEAN✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora