"¿Ya se quedó dormido? Rayos, quería hablar con él."
Sonreí al oír la voz infantil de Jean del otro lado del teléfono y no pude evitar morder mi labio, encantado con la preciosa amistad que se había formado entre él y Damián. Jean llevaba exactamente un día fuera y ya lo extrañaba demasiado, no era el mismo, mi dependencia hacía él se notaba tanto que incluso Damián, antes de caer dormido, me traía todos sus sujetes para ver si me animaba con alguno.
"Extrañé mucho tu voz." Murmuré, encogiéndome en el rincón del sofá, acurrucándome en el saco de trabajo de Jean , ese mismo que traía puesto simplemente para sentir su olor, su calor, para disminuir un poco el vacío de mi pecho por su ausencia. "Te extraño a ti."
"Lo sé, mi bebé, no te das una idea de lo mucho que te pienso y te extraño también." Él hizo una pausa, mientras yo me continuaba acurrucando, quizás dormir en el sofá me ayudaría a no llorar al acostarme en mi cama, tal y como la noche anterior. Extrañaba hasta su presencia conmigo, sus brazos haciéndome sentir la cucharita pequeña, o esos dulces besos que me daba sobre mis cabellos antes de dormir. "Es una dependencia muy grande."
"Nunca me había sentido así, Jean." Hice un puchero, aun sabiendo que él no podía verme. "Siento que te pertenezco, sin necesidad de pertenecerte... Es raro." Pasé mi mano por sobre mi cuello, no había nada ahí. "¿Así se siente amar?"
"No lo sé, mi amor." Él sonreía, yo lo sabía. "Solo sé que me perteneces, así como yo doy mi vida por ver tu sonrisa, Libardo."
"Te amo. Realmente, realmente te amo, Jean."
"Solo hace falta que me digas eso un par de veces más para tenerme viajando de regreso a casa, Libardo , para besarte, para hacerte mío apenas cruce por esa puerta."
"No digas esas cosas." Suspiré. "Estás haciendo algo importante, no puedes venir..." No importa lo asustado que esté, nunca sería una carga para él.
"Lo sé, uhm." Él se tomó su tiempo antes de continuar. "El tipo, Simon, es agradable, supongo... Mañana en la mañana tengo un desayuno con él, aunque prefiero mil veces quedarme en mi departamento del hotel y llamarte."
"Debes ir y lo sabes." Sentí la conexión con Jean perderse y sisee, apartando el celular de mi oreja, busqué el problema en este, notando que una segunda llamada quería entrar, acelerando mi corazón y no de una buena forma. "Felipe – Llamada entrante" en letras grandes y blancas. Negué, acercando de nuevo el aparato a mi oreja, esperando que el tono se acabe y poder hablar con mi alfa tranquilo. "Espera. Espera Jean. Cinco segundos ¿Si?" Entré en pánico, no quería hablarle de eso, no quería que él supiera que había faltado al trabajo.
"¿Qué pasa, amor?" Oí su voz preocupada, alentándome a contarle.
"Es solo... Solo." Suspiré. "Es mi jefe, él... Seguro me necesita para algo, mañana... Sí, debe ser eso."
"¿Y por qué no contestas?"
"Hablo contigo. Luego lo llamo ¿Si? No te preocupes." No quería decirle, no quería ser una carga para él. Si yo le contaba a Jean que había visto a Dane ese día, él volvería a Londres solo para partirle la cara. Después del viaje, me prometí hacerlo hasta que volviese y no iba a dejar que un ataque de pánico arruine mis planes. "Ya paró." Murmuré cuando por fin la conexión se estabilizo.
"¿Pasó algo en el trabajo? ¿Fuiste hoy?"
"No, ya sabes... Te extrañaba mucho, por eso no fui hoy."
Muchas veces había escuchado a las personas decir que una verdad a medias era una completa mentira, siendo así, era el omega más miserable del mundo al estarle mintiendo a mi alfa, al mejor alfa que pude encontrar y enamorar. Al amor de mi vida ¿Cómo podía?
"Libardo..."
"Jean." Hablé antes de que él termine. "Dime que me amas ¿Puedes? Por favor, quiero que me digas que me amas mucho, amor. Lo necesito." Pasaron unos largos segundos en los que no escuché su voz, hasta que, después de un largo suspiro de su parte, él contestó:
"Sabes que eres el amor de mi vida y que te amo más cada día, mi pequeño omega." Iba a agradecerle, cuando continuó. "Sé que algo pasa. Lo sé, lo siento en mi pecho porque eres tú y pienso que sé cuándo te duele, pero no quiero forzarte a hablarme de algo que no deseas decir." Negué con la cabeza, encogiéndome más en mi lugar. "Cuando vuelva... Hablemos ¿Si? Tú y yo, Libardo , porque ya no estás solo. Ya no tienes que enfrentarte a las cosas de este modo, ahora estoy contigo, podemos hacer lo que sea, pero juntos ¿De acuerdo?"
"De acuerdo." Afirmé al segundo siguiente, relajándome un poco. Jean siempre lograba eso, incluso sin su presencia, él sabría qué decir para tranquilizar a mi omega, a mí, para enamorarme más con palabras tan simples y dulces. Su seguridad, su entrega, su amor, definitivamente el alfa más perfecto del mundo. "Cuando vuelvas... Te contaré todo, Jean."
+
Durante la noche y gracias a todas las horas de insomnio, por fin decidí qué hacer. Hablaría con Felipe. Sabía que no estaba listo para enfrentar tal cantidad de malos recuerdos y menos sin Jean acompañándome, no iba a forzar a mi omega a revivir aquellos malos momentos, no hasta que tuviera a mi alfa presente, acompañándome en ello.
Simplemente le sería completamente sincero, él, a pesar de su imponente autoridad, siempre se mostró ante mí como un alfa decente, así que si le decía la verdad o al menos lo más importante, no me obligaría a hacer la sesión fotográfica de Dane, ni mucho menos a estar en el edificio durante su tiempo ahí. Claro, cabía la posibilidad de que Felipe se enoje, comience a gritarme por ser tan cobarde y me despida pero... Al demonio, un empleo nunca valdría más que mi estabilidad.
Cuando divisé a mi jefe, este estaba rodeado de personas, betas u omegas le hablaban a la vez de cosas diferentes y él sorprendentemente los podía escuchar a todos. No era una de mis cualidades, pero era bien sabido que muchos de nosotros nacíamos con una habilidad para diferentes cosas, claro que nada como lanzar rayos por los ojos, pero cosas pequeñas como el sentir una enfermedad o la capacidad de organizar tus pensamientos a la velocidad de la luz tal cual un estratega ejemplar eran cualidades de muchos omega o alfas, respectivamente.
Mi cualidad se podría decir que era el tener la mejor suerte del mundo. Sí, porque conocí a mi alma gemela, algo tarde, pero tan perfecto como solo él puede serlo.
Sin divagar más, caminé hasta Felipe y él me observó por un par de segundos, sabía las preguntas silenciosas que debía hacerme, como por qué falté dos días o el porqué de mi escena cuando vi a Dane, ya que no dudaba que Kitty le haya contado todo con lujo de detalles. Él continuó en silencio de igual forma, volviendo a la cantidad de personas que le hablaban.
"Felipe." Dije, suavemente. Alzó la mirada por esos segundos, esperando que yo continúe. "Tengo que hablarte de algo importante, pero... En privado." Los más de seis pares de ojos de las demás personas me miraron, para después volver a enfocarse en él.
"Debes esperar Libardo, tengo que lanzar la revista mañana por la mañana y estoy concluyendo con los detalles." Asentí. "En unos minutos me desocupo y te buscaré ¿De acuerdo? Igual pienso que tenemos que hablar."
Ese "Tenemos que hablar" me sonó tanto a "Tengo que despedirte" que solo volví a asentir y me alejé, soltando un largo suspiro después de eso, amaba mi trabajo en la revista, pero luego de mi conversación con Jean, realmente no iba a explotar de esa manera mi estabilidad emocional, no cuando no era tan fuerte, no aún.
Dispuesto a regresar a mi casa, caminé por los largos corredores del piso, observando las distintas habitaciones, cada una para una especialidad, aunque en su mayoría eran utilizadas para las sesiones fotográficas. Yo había confirmado en carne propia que el marketing es así, si quieres que algo venda, antes del mensaje escrito o del sonido, la imagen debe captar toda la atención.
Pero no pude seguir pensando en ello, mi omega se erizó en mi interior y me paralicé por unos segundos, deteniendo mi andar, no había oído nada, pero no iba a desconfiar de mis instintos estando en un terreno tan peligroso como lo era mi trabajo, más sabiendo que Dane podría encontrarse en cualquier lugar.
Miré hacia atrás y no vi nada inusual, algunas personas iban y venían de una habitación hacía otra sin preocuparse por absolutamente nadie, ni siquiera me observaban, eran ellos en su mundo y yo en el mío. Entonces ¿Qué había sido ese sentimiento que me erizó la piel? Negué ligeramente con la cabeza, queriendo volver a andar, miré hacía el frente y entonces comprendí que no fue hacía atrás hacía donde debí ver en primer lugar.
Sus grandes manos tomaron mis brazos y antes de que lograba siquiera chillar, deslizó su pie rápidamente en el suelo por debajo de los míos, quitándome estabilidad, me dio un par de rudos empujones y al segundo siguiente mi cuerpo estaba impactando contra una repisa de objetos de limpieza. Gruñí, sintiendo mi cabeza dar vueltas debido al golpe, aún peor cuando varios de esos implementos cayeron sobre mí. Poco fue mi tiempo para pensar en el dolor, escuché una puerta cerrarse y de nuevo me quedé tal cual piedra, abriendo los ojos muy lentamente, temiendo lo que me encontraría.
Dane me había cerrado en el cuarto de limpieza, uno muy pequeño y oscuro, con tan poca luz que apenas podía distinguir las paredes grises y mal pintadas. La puerta estaba cerrada, como el sonido me había alertado, más el susto que sentí al estar encerrado no se comparó con el terror que me heló la sangre apenas las luces de ese pequeño cuerpo se encendieron.
Unos imponentes ojos claros me observaron con detalle, su mirada subió desde mis pies hasta mis ojos y entonces esa media sonrisa que tanto pudo ilusionarme hace años apareció en su rostro. Ahora no era hermosa, ahora solo causaba en mi tal miedo que no podía moverme, no podía hablar, balbucear, decir o siquiera respirar profundo. Me sentí muerto, tan muerto como el día en que él y Dane jugaron conmigo, tan muerto como esa sensación que recuerdas con dolor pero que al vivirla, sabes que el recuerdo era un arrullo de amor en comparación con el verdadero sentimiento.
Él pasó su mano por su cabello y se apoyó contra la pared frente a mí, cruzándose de brazos. Sentí a mi omega volverse loco, pero no de ese tipo de locura en la que intentas escapar de tus miedos, sino de esa en la que te entregas a ellos, te tiras al suelo o te sientas y dejas que todos los demonios te devoren por completo. Él aceptaba su muerte con facilidad y me consumía, guiándome para aceptarla también. Todo con simplemente mirar a Andrew a los ojos.
"No has cambiado nada" Y sí, su voz fue lo último que faltaba para matarme. "Joder, basta, deja de apestar la habitación, Libardo."
No sabía desde qué segundo había empezado a soltar tal cantidad de feromonas cargadas de miedo que él lo sintió; gruñendo, mostrándome su rostro enojado y haciéndome temblar, llevando mis propios brazos a mi pecho, abrazándome, deseando dejar de hacerlo, queriendo obedecer y que no se enoje pero a la vez siendo el intento más fallido de mi vida porque tenía miedo, estaba aterrado, verlo me hacía sentir tan débil.
"Olvídalo, sigues igual de inútil que siempre." Suspiró. Sentí mis piernas temblar y miré al suelo, sabiendo que no continuaría aguantando esa mirada cargada de superioridad. "Vamos, bebé." Su tono cambió por uno mucho más sarcástico y frío. "¿Ni un abrazo para tu alfa? No nos vemos hace... ¿Qué? ¿Tres años?"
Tú no eres mi alfa. Murmuró mi omega en un hilo de voz tan bajo que no tenía idea como logré oírlo, quizás porque yo también sabía que Andrew no era mi alfa, aunque no fuese capaz de decirlo en voz alta.
"Tres años." Confirmé, apenas hablando en un diminuto susurro.
"Lo sé." Afirmó. "Y me han contado que has tenido mucha diversión, Libardo ¿Qué es eso de ser novio de Jean Carlo León? ¿Me has estado engañando?" Cerré mis ojos. Jean. Jean. Jean. Ven, por favor. "Quizás demostrarte que eres solo una puta causó esto, pero tranquilo, cuando volvamos a casa me aseguraré de que entiendas que solo te acuestas conmigo. O con quien yo quiera que te des un revolcón."
"¿Casa?" Murmuré, alzando la mirada, dando un par de pasos más lejos de él, aunque me era imposible retroceder más.
"Casa." Andrew avanzó un paso, haciéndome chillar de nuevo. "Es tiempo de que dejes de soñar despierto y vuelvas a donde perteneces. Conmigo, tu alfa."
"¡No eres mi-! Uh." A pesar de la fuerza con la que inició mi intento de negación, solo mirarlo fue suficiente para que todas esas fuerzas desaparecieran con la misma velocidad con la que llegaron. "Yo-Yo... Yo no soy tu... Y tú no... Tú mordiste a otra, uh-"
"Oh sí." Rió. "Y luego otra... Y otra... Y si no mal recuerdo otra, no sabes lo genial que se siente saber que te entregan su vida con tal facilidad... A veces pienso que son como premios, los omega son tan predecibles."
No me importó la cantidad de omegas que él haya mordido, ni siquiera tuve tiempo para pensar en el dolor ajeno de todas las personas que pudo ilusionar como lo hizo conmigo, lo que me molestó es saber que fui yo quien se entregó como un premio a un alfa tan podrido como él y que aún peor, continuaba teniendo la marca de lo que fue su mordida, cuando podría tener en ese momento la mordida de Jean adornando mi cuello ¿Cómo pude ser tan estúpido?
"Y cuando te vuelva a morder... La omega anterior se irá por el caño." Continuó, llevando una de sus manos a su bolsillo, dándose su tiempo antes de seguir hablando. "Debes de sentirte honrado ¿No? Renunciaré a una omega que me da buen sexo por ti, solo espero que acostarse con tantos sujetos sirva para que hayas mejorado en eso, Libi."
"No." Murmuré, cerrando mis manos en puños. "No soy Lib-"
"¿Por qué no?" Miré la puerta por los siguientes segundos ¿Me golpearía si intentaba correr? ¿Mis pies reaccionarían si siquiera trataba? ¿Saldría de ese lugar entero? ¿Dónde estaba Jean? ¿Por qué no podría llegar como con Pietro y dejarme frotarme en su pecho mientras él se encargaba de todo? ¿Por qué no estaba abrazándome y diciéndome que todo saldría bien? "Yo te puse ese apo- Oh... Mierda ¿Qué haces llorando?"
¿Por qué no llorar si mi alfa no estaba conmigo? ¿Por qué no hacerlo si no sabía si saldría de esa habitación sin un golpe, una mordida o sin terminar sangrando como la última vez? Simplemente las lágrimas salían solas.
"Cada vez estás más idiota." Bufó él. "No importa, escúchame, tienes todo el día para recoger tus cosas antes de que vaya por ti." Sonrió. "Y no te preocupes, sé exactamente donde viven."
"¿Vi-Viven?" Titubee, sabiendo que lo peor estaba por venir.
"Claro, tú y mi hijo, Libardo."
Sorprendentemente, escucharlo llamar a Damián "Mi hijo" me dio el valor suficiente para sisear, alejándome del estante de cosas, lo miré a los ojos como hace varios segundos no lo hacía y negué con la cabeza. Sentí mi sangre hervir ante la idea de Damián conociéndolo, de él sabiendo que no todo era como le había enseñado en sus tres años de vida, que habían malas personas, personas que se aprovechaban de otras y que incluso una de las peores era su padre.
Damián no se merecía eso.
"No es tu hijo." Andrew alzó las cejas a modo de asombro y continué mirándolo, negando repetidas veces con la cabeza. "No es tu hijo, es mío." Gruñí. "Damián es mío y no tiene nada que ver contigo."
"¿No?" Me respondió tan desafiante como yo lo hice un momento antes. "¿Me vas a decir que no nació gracias a mí? ¿Qué no fue mi nudo el que causó esto? ¿Nuestra primera vez? ¿No lo fue?"
"Lo fue, sí, pero eso no te da el derecho de ser su padre. Tú no eres su padre, eres un monstruo, Andrew, ni siquiera eras un alfa, eres... Eres un enfermo ¡Estás enfermo!"
"¿Así que te crees capaz de desafiar a un alfa, Libardo?" Él avanzó. Avanzó y a cada uno de sus pasos sentí que mi fuerza de voluntad iba muriendo, pero continué sin bajar la mirada. Mi omega me rogaba que me dejara, que cediera ante su impotente mirada, ante su forma silenciosa de mandarme a callar. "¿Eso te crees? ¿Te tratan como la puta cenicienta por unos meses y ya te crees alguien digno para luchar contra un alfa, estúpido?"
Mientras hablaba, su voz se oía más y más ronca, pronto la usó, la voz de alfa a la que tanto le temíamos, la que tanto terror nos causaba y nos obligaba a arrodillarnos con solo oírla, a entregarnos a alguien más fuerte que nosotros. Esa misma voz que Jean nunca había usado conmigo, él la utilizó con una facilidad inhumana, sabiendo que solo así podía callarme.
"Si yo te digo ahora que me muestres tu maldito cuello lo vas a hacer, idiota." Gruñó, llevando su mano a mi rostro, tomando los lados de mi barbilla con su pulgar y su índice, apretando mi piel, obligándome a llevar mis manos a sus muñecas, tratando de apartarlo. "Te puedo morder y tu jodido cuento de hadas se irá a la mierda tan pronto como Jean vea que te mordió alguien que no es él ¿Crees que te querría? Estúpido soñador, Jean te ve mordido y huye como todo alfa con cerebro lo haría."
Mis ojos se llenaron de lágrimas de nuevo, intentando con todas mis fuerzas quitar su mano. Andrew sonrió en señal de victoria y me soltó. Mi cuerpo se derrumbó en el segundo siguiente, cayendo al suelo, sintiendo el dolor en mis rodillas pero aún más, el miedo consumirme al estarlo viendo desde abajo.
"Jean... Jean no es así." Murmuré, jadeando, respirando tan entrecortadamente por el miedo, temiendo desmayarme o vomitar en cualquier momento. "No lo conoces."
"¿Eso crees? ¿Y por qué no está aquí cuidándote si no es así? Libardo , Jean te ha dejado para pasar un fin de semana con omegas que lo hagan sentir bien ¿Cómo puedes ser tan idiota para no darte cuenta de eso?"
"No- ¡No es así!" Negué, apoyándome en mis rodillas, instalando profundamente, mirándolo a los ojos. No iba a dudar de Jean de nuevo. "¡Él no es como tú, idiota!"
Y me golpeó. Su pie impactó directo contra mi mandíbula. No fue un golpe suave, al instante mi boca se llenó de ese líquido con sabor metálico que me tragué y tosí un poco. La zona del golpe empezó a arder, a calentarse tanto que deseaba chillar, pedir ayuda, gritar, pero solo era yo arrinconado en un lugar del que no saldría entero, estaba seguro.
"Deja de tomarte atribuciones que no te corresponden, estúpido." Gruñó, tomándome de la remera para alzarme del suelo, atrapando en su puño la tela de esta. Me levantó hasta tenerme a su altura y me miró a los ojos, mostrándome otra vez su retorcida sonrisa, escupiendo sobre mi rostro antes de soltarme y empujarme hacía la pared. "Eres menos que basura, Libardo, eso eres."
Limpié mi rostro con cuidado, sin dejar de mirarlo, ahora no era un reto, ahora era el mismo terror deseando prevenir un siguiente golpe, mi instinto de supervivencia queriendo evitar que más dolor impactara contra mi cuerpo.
"Pero me das pena, así que te daré dos opciones para que elijas ¿De acuerdo?" Asentí irregularme, sumiso ante sus palabras, aún sentía que usaba esa voz, aunque no con tanta fuerza como antes. "Muy bien ¿Ves que sabes escuchar, omega idiota?" Asentí de nuevo, cerrando los ojos. "Tienes la opción de dejarme morderte ahora mismo y acabar con toda esta estupidez como te dije, ir por tus cosas e ir a mi casa." No dije nada, ni hice nada, ni siquiera sentí que respiré hasta que volvió a hablar. "O negarte y terminar solo, quizás en un centro mental o viviendo bajo un puente, quien sabe."
"¿Q-Qué?"
"No tengo que usar la fuerza, Libardo ." Él se encogió de hombros. "He hablado con unas cuantas personas y me han dicho que sin necesidad de tocarte, puedo verte sufrir tan lentamente que al final vendrás a besarme los pies, rogándome que te muerda."
"Eso no-"
"Hasta donde sé." Siguió, sin dejarme hablar, aunque no tenía ni idea de lo que quería decir. "Me ocultaste la existencia de mi hijo, huiste de tu alfa sin su consentimiento y has estado saliendo con un alfa que no es el tuyo ¿Crees que esa es una actitud responsable? Los omega no pueden vivir solos si le pertenecen a un alfa, no ante nuestras leyes, menos criar a un futuro posible alfa solos ¿Un omega? ¿Criando un hijo solo? Tonterías, peor si está tan mal de la cabeza como lo estás tú."
"No es así... No es así, tú- Tú me..."
"¿Te qué? ¿Te ordené dejarte follar por mí y por mi mejor amigo? Libardo, eres mi omega, si te ordeno que te mates ahora debes hacerlo y estaría bien porque eres mío. Me perteneces."
Negué, sin poder dejar de llorar.
"Tú solo resígnate y acaba con esto. Créeme, no quieres el proceso largo."
No dije nada. Andrew se acercó a mí con su victoriosa sonrisa y tomó mi rostro, ladeándolo a un costado para observar en mi cuello su antigua marca de lo que fue su mordida. Él sonrió orgulloso y relamió sus dientes, mientras yo empezaba a temblar, sabiendo lo que sucedería después de eso.
Los segundos corrieron mucho más lentos en lo que solo oía los latidos de mi corazón y dos personas aparecían en mi mente. Jean y Damián. Lo que yo debía hacer era obedecer, entregarme a mi alfa y dejar que haga de mí lo que sea ya que era un omega y los omega hacen eso.
Pero si había algo que había descubierto desde que conocí a Jean es yo no era un omega cualquiera. Damián no se merecía a un padre tan cobarde como yo y Jean no merecía que le hiciera eso, él era mi alfa, con o sin mordida y cuando lo llamase, él evitaría que algo malo me pase, porque él me cuidaba como nadie nunca lo había hecho.
"¡Hey! ¿Qué haces ahí? ¿Por qué huele así? ¿Quién está dentro?"
Oí la distante voz de Felipe fuera de la habitación y fue ese el detonante final para encontrar la suficiente esperanza y huir. Sin saber en qué terminaría, tiré mi cabeza hacia atrás y cuando Andrew me miró a los ojos, la impulsé con fuerza hacía adelante, justo directo a su nariz. Él retrocedió unos pasos, llevando sus manos a su rostro hasta que su espalda chocó con la pared del frente y avancé, abriendo la puerta, topándome con Felipe, chocando contra su enorme cuerpo.
"¿Libardo? ¿Qué-? ¿Qué pasó aquí?"
No le respondí, no tuve tiempo para hacerlo, apenas él terminó su segunda pregunta yo ya estaba casi saliendo del edificio. Sentía mi boca doler aún, no podía moverla bien o de algún modo la sentía adormecida, pero no me importó, llegué a casa agitado e inspiré hondo solo cuando cerré mi puerta, colocando todos los cerrojos en esta, al igual que con las ventanas, ante la miradita atenta de Damián y Guadalupe.
Ella cargaba a mi pequeño al no verme en el mejor estado. Le quise agradecer aunque sea con un leve gesto pero primero lo primero, saqué mi celular, buscando el número de Jean. Lo encontré y lo llamé. Lo necesitaba, si no hablaba con él terminaría muriendo por la carga de adrenalina, temor y miedo que me estaba devorando interiormente.
Pero, por milésima vez en el día, las cosas no resultaron como yo deseaba.
"Lo sentimos, el número al que usted ha marcado se encuentra suspendido o fuera del servicio."
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The perfect omega ✨LIEAN✨
Fanfiction✨ AVISO IMPORTANTE ✨ Esta historia es una ADAPTACIÓN de la historia original de la maravillosa Jasmine ( @justbromance ) quien me permitió de una manera muy amable el poder realizarla en el shipp LIEAN . La historia original está en su perfil :) y a...