🥀CAPÍTULO 27🥀

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"¿Es-Está vivo?"
Escuché vagamente la voz de Raven, para después oír a Mae y Nicolás entrando al callejón, gritando mi nombre. Todo se volvió demasiado confuso para ese punto, era yo tratando de controlarme, calmar a mi omega interno que me pedía ponernos a llorar al ver el cuerpo de Anthony en el suelo, con los restos de lo que fue un ladrillo cerca de su cabeza.
No lo pensé, no lo planee ni mucho menos imaginé que terminaría de ese modo. Cuando giré para entrar al callejón, Anthony me daba la espalda mientras golpeaba a Raven, quien estaba tirada en el suelo hecha un ovillo, cubriéndose el rostro y el estómago. La rabia que sentí fue suficiente para que observe a mis lados, encontrándome con unos ladrillos viejos y abandonados apilados unos sobre otros, tomé el que estuvo más cerca y corrí hacía él, para el segundo en que los ojos de Raven me miraron, ya el cuerpo de Anthony caía al suelo en cámara lenta, junto con el ladrillo roto.
"Demonios, Libardo." Mae le tomó del brazo, sacudiéndome ligeramente. "Amigo, dime que estás bien, por favor. Mírame."
Salí del trance en el que me encontraba cuando su cuerpo rodeó el mío y me abrazó con fuerza, sentí su calidez y fue suficiente para aferrarme a la frágil espalda de mi rubia amiga, dejando que mi omega sea libre, que mi cuerpo tiemble y que mis ojos se llenen de lágrimas contenidas, mientras le repetía a Mae que quería a Jean.
"Llámalo ¿Si? Llámalo, él puede ayudar."
Recordé que Jean tenía una reunión y que seguro para ese momento debía estar en ella, pero mi egoísta deseo pudo más, así que apenas un brazo de Mae me liberó, saqué mi celular de mi bolsillo y marqué al segundo número en llamadas rápidas. Pegué el aparato a mi oreja y al segundo timbre, escuché la voz de mi alfa, llenándome de una sensación de paz impresionante.
"Hey, bebé ¿Qué pasa?" Preguntó, preocupado. "Ahora deberías estar en clases."
"Lo siento." Gemí, tratando de aclarar mi garganta. "Lo-Lo siento Jean, es que... Necesitaba- Necesito escucharte."
"¿Libardo?" Su voz se escuchó mucho más alarmada. "Mi amor ¿Qué ocurre? ¿Por qué lloras?"
"Mierda." Llevé una de mis manos a mi cabello y contuve la respiración por unos segundos, tirando de mis cabellos con algo de fuerza. "Es que... Él, fue él, él empezó a golpear a una omega y no pude... Mierda, Jean, no pensé-Bueno, sí pensé pero... Creí que no debía, no era bueno el-"
"Permitirlo."
"Ujum." Suspiré, apoyándome en la pared que estaba a mi espalda y observando a Nicolás auxiliar a Raven. "No debía... Permitirlo."
"¿Te hizo algo? ¿Cómo estás?"
"No, no." Negué con la cabeza, aunque Jean no podía verme. "Él ni siquiera me vio, solo... Solo lo golpee con un ladrillo que encontré, lo golpee en la cabeza y ahora está... Está en el suelo. Demonios, Jean." Me dejé caer hasta que me senté en el piso, apoyado aún contra la pared. "Dime... Dime que todo estará bien. Vamos, dime."
"Todo está bien, mi bebé." Asentí, pasando mi brazo por mis ojos para eliminar los rastros de lágrimas. "Me pone más tranquilo que no te haya visto, sabes cómo son los alfa, seguro luego buscaría venganza y yo no iba a permitir que te toque. Ni a ti, ni a Damián."
"Lo sé." Sonreí, mientras le regalaba un gesto de agradecimiento a Mae. "Eres mi buen alfa." "Y tú mi perfecto omega, Libardo. Estoy orgulloso de ti."
"Pero... Jean... Tenemos miedo de tocarlo. Todos, creo." Los tres presentes me miraron, confirmando mi teoría. "No sé si respira."
"¿Quieres que vaya?"
"Me gustaría, pero estás en una reunión ahora."
"Mierda, la reunión." Maldijo, sacándome una sonrisa. "Los dejé en la sala esperándome, deben de quererme matar para este punto."
"¿Es muy importante?"
"Un poco, aunque es solo una empresa más, ya sabes cómo son." Sonreí, para Jean siempre era 'Solo una empresa más'. "Sabes que si me dices que vaya, iré ¿Cierto?"
"Lo sé." Mae me ayudó a levantarme del suelo, limpiando la parte trasera de mi pantalón. "Pero ya estoy mejor, así que creo que serviría si solo mandas a Carlos."
"Puedo hacer eso." Confirmó. "¿Deseas que lleve algo en especial?" "No lo sé ¿Has desaparecido un cadáver alguna vez?"
"Por tu bien, no puedo darte una respuesta a eso o tendría que devorarte." Reí, callándome cuando noté la mirada de todos, consciente que no era un buen momento para sonreír.
"Solo dile que venga ¿Si? Ya nosotros nos encargamos de lo demás."
"De acuerdo." Iba a cortar, cuando Jean habló. "Pero ¿Seguro que todo está bien? Después de eso quiero que vayas a clases, Libardo y a la hora de salida iré personalmente a recogerte."
"Sí, lo haré." Sonreí. "Estoy bien, Jean."
"Gracias por llamarme." Silenció por un par de segundos. "Te amo, mi bebé."
Sentí tantos deseos de frotarme contra su pecho, de esconder mi rostro en su cuello y rodearlo con mis brazos mientras soltaba un ronroneo. Quería decírselo, vaya que lo deseaba pero no consideraba que fuera una buena primera vez decírselo por celular teniendo un cuerpo quizás muerto cerca. No, mejor no.
"Ven a recogerme ¿Si?" Una vez él afirmó, corté la llamada antes que diga algo más, soltando un largo suspiro para luego acercarme a los chicos. Mae y Nicolás me miraban tan asustados, mientras Raven solo estaba callada, acurrucada en el pecho de Nicolás , sin siquiera mirarme. "Todo va a estar bien, ya verán."
+
No habrán pasado ni diez minutos cuando mi celular sonó de nuevo, lo saqué y era Carlos, diciéndome que ya se encontraba fuera de mi universidad y que le diga el camino. No fue difícil, caminamos mucho pero todo en línea recta, así que él con el auto nos encontraría en menos de cinco minutos.
Bueno, quizás se tardó un poco más al tener que revisar cada callejón de las calles de como dos cuadras, hasta que vi un deportivo estacionarse justo en frente de donde nos encontrábamos y me levanté del suelo, corriendo hacia él.
"Tardaste." Le dije apenas salió de su auto. Carlos rodó los ojos.
"Dios, ya comprendo porque le gustas." Bufó. "Eres igual de odioso que él. No es divertido estar en tu día de descanso y que te llamen para decirte "Carlos, debes ir a enterrar un cadáver', no sé ni qué hago aquí."
Reí, no por lo que Carlos me decía, sino por imaginarme a  haciéndome ese favor y obligándolo a venir ya que él no podía, además tampoco era cosa de mandar a cualquiera de sus betas, él buscó alguien a quien yo le tuviera confianza y ¿Quién mejor que el idiota de Carlos?
"Da igual, solo tienes que encargarte de él." Me encogí de hombros, señalándola a Anthony desmayado en el suelo, sin moverse desde que cayó. Carlos se acercó y le tomó el pulso, haciendo un gesto. Dejé que continúe con lo suyo para dirigirles una mirada a los chicos y darles confianza, aunque en ese momento pasó algo que realmente no me esperaba.
Nicolás miraba a Carlos como si fuera el alfa de su vida, y para mi sorpresa, Mae también. ¿Qué demonios?
"¿Es en serio?" Hablé alto y claro, captando la atención de mis amigos.
Mae me mostró una pequeña sonrisa y luego continuó observando a Carlos analizar un posible cadáver, aunque Nicolás ni se inmutó, sus ojos estaban tan al pendiente del castaño alfa que ni siquiera él o mi mejor amiga se molestaron en ocultarlo, soltando sus feromonas tan rápido que el callejón no tardó en oler a canela y otra cosa que no lograba descifrar.
"Creo que está vivo, Libardo." Escuché a Carlos, asustándome. "Pero definitivamente necesita ir al médico."
"¿Y deberíamos llevarlo?"
"No." Noté la rápida mirada que le dio Carlos a Mae y Nicolás antes de voltear a verme. "Yo me encargo ¿Vale? Tú llévate a tus amigas y a tu... Amigo.Y vayan a clases, tengo que encargarme de que este tipo no recuerde ni tu olor, así que puede que le dé una paliza para que piense que fui yo."
"Pero..." Escuché la rasposa voz de Raven, quien al fin, después de que Nicolás dejó de calmarla, empezó a levantarse del suelo con torpeza. "No lo... No lo vas a matar ¿Verdad? Él es mi... Es mi..."
"Créeme, si se muere será lo mejor para ti." Carlos suspiró, mirándome. "Este chico huele a alfa podrido, Libardo ¿Por qué tienen que meterse con este tipo de sujetos?"
"Te juro que es lo que menos quiero." En ese momento, podría decirse que admiré un poco más de lo normal a Carlos, nosotros, como omegas comunes y corrientes no teníamos la capacidad de oler la esencia de un alfa, pero él sí.
"Te juro que ganas de terminar con él no me faltan." Carlos bufó, mirando el cuerpo de Anthony. "Es por basuras como esta que los alfa son tan temidos por los omega, así tengamos buen corazón, no importa. Ya sabes, estereotipos."
+
"Libardo ¿Qué me habías contado de las almas gemelas?"
"Oh no, no, no y no." Negué por milésima vez, queriendo estampar realmente mi cabeza contra el escritorio. "¡Ya les dije que se dejen de esto! ¡Ninguno es el alma gemela de ese idiota!"
Después de que Carlos metió a Anthony en su auto, se fue y nosotros nos encargamos de llevar a Raven a la enfermería de la universidad. Ella insistió en no hacerlo, pero les avisamos a sus amigos y confiamos que ellos se encargarían de ella. Al final, entramos antes de que inicie la última hora y Mae y Nicolás , se podría decir que no eran los mismos.
"Es un gran alfa." Habló Nicolás ahora, soltando un largo suspiro.
"Joder, apestan." Apoyé mi codo en la carpeta y mi rostro en mi mano. "¿Pueden controlar las hormonas? Voy a terminar apestando a ustedes y no me llama la atención que eso pase."
"¿Tiene omega ya, Libardo?" Preguntó Mae.
"¿Por qué no me escuchan?" Pasé desesperadamente mis manos por mi rostro, queriendo arrancarme el cabello. "Chicos, no tiene omega, pero realmente no creo que sea del tipo que se tome en serio un omega y lo muerda... Él no es como Jean, Carlos es... Diferente."
"Lo diferente es bueno."
"Lo diferente es genial." Dijeron casi al mismo tiempo.
Totalmente resignado, miré a ambos y los encontré en la misma situación, siendo dominados por sus instintos, dejando que sus omega flechados controlen su cuerpo y se entreguen ante el sentimiento. Me pregunté si con Jean me vi de la misma manera, aunque imaginé que no, no fue tan fácil aceptar lo mucho que lo amaba o cuanto lo deseaba en mi vida.
"Como sea." Los miré. "Si ambos sienten que Carlos es su alma gemela... Tenemos un problema."
Pero Mae y Nicolás  estaban demasiado idiotizados para pensar en que se tendrían mutuamente como competencia... Por el corazón de Carlos.
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"Te juro que ha sido el día más cansado de mi vida."
Jean me miró y sonrió, mientras conducía con tranquilidad de regreso a mi casa. Él me fue a recoger tal cual me dijo, estando a la hora exacta. Me lancé a sus brazos y nos besamos ahí, sin importar absolutamente nada, me devoró la boca por unos largos segundos antes de que su mano toque un poco más debajo de lo debido y entonces le insista que vayamos a mi casa.
"Carlos me llamó para decirme que tiene todo solucionado." Dejó que su mano se coloque sobre mi muslo y ronronee, queriendo apoyarme en su hombro, aunque sabía que eso no sería bueno porque no lo dejaría conducir tranquilo. "Así que ya no tienes nada de qué preocuparte."
"Lo sé, es solo que... No va únicamente por ese lado." Observé su bonito perfil, suspirando. "¿Alguna vez te gustó alguien aparte de mí, Jean?"
"No." Respondió rápido, aunque su rostro hizo una mueca. "Bueno... Ahora que lo mencionas, mi mamá me habló hace poco de la chica por la que creí tener mi flechazo de niño, pero no fue nada importante."
"¿Si?" Sentí una ligera punzada en mi corazón, una que desee muchísimo ignorar.
"Sí, era una vecina." Él continuó conduciendo, sin notar el cambio en mi rostro. "La admiraba muchísimo y supongo que nació algo platónico, mi mamá ya nos alucinaba juntos y teniendo muchísimos cachorros, como ella les decía."
"Oh."
"Luego tuvimos que mudarnos a un lugar más cercano del trabajo de mi madre y ya no supe más de Nicole." Jean sonrió. "Es curioso, mi mamá me insistió diciéndome que quizás sería bueno llamarla."
"Sí... Eso sería bueno ¿No?"
Lo que fue una punzada en mi corazón se hizo mucho más grande, para ese punto sentí que algo lo tomaba con fuerza y lo estrujaba hasta casi reventar. Sin embargo, respiré hondo, muy hondo, bajando al instante la ventana de mi lado y mirando hacia afuera, deseando que si había algún modo de delatar mi estado de ánimo, se fuera con el viento, con esa brisa fresca que nos estaba regalando Londres.
Quise vomitar, incluso mi estómago se encogió, o eso sentí, y odié cada exagerada reacción de mi organismo. Un amor de infancia ¿Eh?
Jean continuó hablándome de trabajo y de todo lo que había hecho durante el día, mientras yo escuchaba, o eso intentaba. En mi mente pasaban muchas imágenes que deseaba olvidar, imaginándome que él descubría que quizás Nicole era algo más importante, tal vez nos pase lo mismo que a Carlos y Mae, porque, realmente, uno de ellos tiene que estar confundiendo su sentimiento por el encontrar a su soulmate, ya que no pueden ser ambos.
¿Y si Jean en este momento solo estaba confundido?
¿Y si ver a Nicole conllevaba a que naciera otro sentimiento que él había olvidado? Para cuando llegamos a mi casa, yo estaba de todo menos bien.
"¿Puedo pasar, bebé?" Me preguntó apenas estacionó su auto. "Me dijiste que viniéramos a casa y bien sabes cuánto podemos divertirnos." Bromeó, guiñándome un ojo juguetonamente antes de tomar mi mano y entrelazar nuestros dedos.
"No." Negué con la cabeza repetidas veces ¿Iba a perder al único alfa que había amado? Cerré con fuerza mis ojos y lo miré, forzando la mejor sonrisa que pudiera mostrar para ese punto. "Damián y Guadalupe están, ya sabes... Además más tarde tengo trabajo y quiero pasar tiempo con Damián."
"¿Sin mí?"
"Lo siento, es que... Necesito esto ¿Vale? Otro día, si quieres."
"¿Estás bien, Libardo?" Su mano se colocó en mi mejilla y su rostro cambió, para este punto ya me observaba con un gesto preocupado. "¿Es por lo de Anthony? ¿Sigues asustado? Él no te hará nada, bebé, ni él ni nadie, no voy a permitir que te sientas mal nunca más."
Esa, definitivamente, fue la frase más irónica de la vida.
Porque Jean siempre sería la única persona que podría destruirme y armarme cuando quisiera.
"Estoy bien." Asentí, alejando su mano de mi mejilla para darle un pequeño beso antes de soltarla. "Solo es cansancio, sabes que no hemos dormido bien. Ve a tu casa ¿Si? Ya nos veremos mañana... O pronto."
"Mañana." Confirmó. "Vengo a recogerte." Jean no estaba feliz, lo sentía, pero no quería decírmelo. "Vendré, Libardo."
"Está bien." Afirmé, saliendo de su auto con rapidez, cerrando la puerta antes de escucharlo decirme algo más, y, con paso acelerado, me metí a mi casa lo más rápido que me fue posible, sin mirarlo ni una sola vez.
Una vez entré, Guadalupe se fue y cancelé el trabajo que tenía para ese día. Me gritaron, sí, pero no me importó, podían despedirme o amonestarme, como sea, no estaba para pensar en esas cosas. Lo primero que hice fue tomar a mi pequeño alfa en brazos e irnos a la cama, tumbándonos ambos, mirándonos a los ojos.
"¿Papá tiste?" Preguntó Damián tan rápido como una pequeña lágrima escapó y resbaló por mi mejilla. Él llevó uno de sus deditos a esta y la limpió, haciendo un pequeño pucherito.
"Algo, mi amor." Suspiré, mirándolo a los ojos. "¿Jeeaan?"
"No, bebé." Sonreí. "Él es inocente, es mi culpa realmente... Supongo que son los estragos de tener el corazón lastimado."
"¿Lassstimado?" Preguntó, con su ronquita voz, casi confundiendo las letras de esa forma tan tierna como lo hacía. "¡Ya té!"
Casi gritó, asustándome un poco. Iba a decirle algo cuando se levantó, apoyándose en sus manitos y rodillas, gateó hacía atrás hasta bajarse de la cama y salir corriendo fuera de mi habitación. Ladee la cabeza, haciendo un gesto confundido, pensando en buscarlo cuando él volvió y se trepó por las frazadas de la cama, subiendo hasta ponerse a mi lado y mostrarme lo que tenía en su manito.
"¿Qué es...?"
"Papá ¿Onde está el codazón?"
Miré mejor lo que tenía en sus pequeñas manos y era una bandita, una de ese paquete de medicina de juguete que le compré hace unos cuantos meses, con calcomanías de nubes y soles con sonrisas, en un diseño azul y blanco. Damián tenía un gesto serio, decidido, esperando que yo le señale donde se encontraba y entonces poner la bandita, ya habiéndole quitado la cubierta y dejándolo solo con la parte que pegaba.
Sonreí, totalmente enamorado de mi pequeño hijo y con cuidado, le señalé justo al medio del pecho, solo que un poco inclinado a mi izquierda.
"Ahí está."
"Uhum." Afirmó, pegándome la bandita sobre la ropa, planchándola con sus pequeñas manos y entonces, sonriendo emocionado, antes de tumbarse de nuevo como lo acosté en un comienzo. "Ya essstá." Alargó la S, totalmente feliz. "Papá rijo que cuano... Cuando, Uhum, cuaaaando me ladtimo, esto hace mejor. Papa muy feliz ahora."
A pesar de lo difícil que era para Damián pronunciar la S y de confundirla con la D, o de confundir la D con la 'ere', sus palabras sonaron tan claras para mí que no pude evitar sonreír. Dejando que las emociones salieran, acerqué su pequeño cuerpo al mío y lo abracé con fuerza, arrullándome en él, dejando que él se acurruque y esconde su pequeño rostro en mi cuello, regalándome la calma y tranquilidad que tanto necesitaba, mientras dejaba que las lágrimas salieran en silencio, soltando todo lo que mi corazón tanto temía liberar con alguien más.
¿Qué sería de mi vida sin él? Damián era la mejor medicina y el mejor regalo que me pudo entregar la vida.
+
Y entonces, tomé una decisión. Yo no podría dejar que mis miedos acaben con la mejor relación que había tenido en mi vida. Sabía que había tratado mal a Jean y pensaba disculparme, además, aproveché que Laila fue a visitarnos para pedirle por favor que cuide a Damián por un momento. Le expliqué que necesitaba hablar con Jean y ella lo entendió, quizás mi expresión decía más que cualquier cosa.
Aunque fuera de noche, esperaba encontrarlo en su departamento y con decisión, hablé con Samara, entregándole la tarjeta de Jean que hasta el momento no usaba. Ella, muy por el contrario de todas las veces que anteriormente fui al penthouse de Jean, ahora fue amable y me ayudó a colocar el pase en su ranura para subir por el ascensor, aguantando toda la adrenalina que sentía.
Entré a su piso y noté entonces que salgo no estaba bien.
Olía a alguien más y ese alguien no era Carlos, mucho menos Jean.
Caminé a paso lento por el lugar, observando cada habitación muy levemente hasta llegar a la principal, al final de pasillo, la misma donde Jean y yo habíamos pasado tantas cosas mirando el techo, haciendo el amor o simplemente jugando a tomar todas las bebidas de su mini bar. Las mejores dos semanas de mi vida.
Pero al entrar, encontré a alguien. Pero ese alguien no era Jean.
Escuché el sonido de la ducha de su baño, mientras no podía apartar la mirada de la mujer que se estaba quitando el vestido justo frente a mis ojos. Ella tenía el cabello largo y oscuro, unos ojos realmente hermosos y brillantes, cargada de un olor de omega ansiosa y feliz, además de excitaba. Emocionada, ella estaba emocionada.
"¿Hola?" Me habló, yo simplemente no pude dejar de mirarla. "¿Cómo entraste? ¿Eres su amigo Carlos?" Miró hacía donde se encontraba el baño y volvió su vista a mí. "Recuerdo que él era alfa, así que no eres él. Disculpa ¿Eres del servicio de limpieza o algo? ¿Te equivocaste de piso?"
"Tú no vives aquí." Murmuré, con el último hilo de voz que me quedaba.
"Oh no." Ella negó, señalándome con los ojos hacía el baño. "Me llamo Nicole , Jean es el dueño del penthouse, solo lo estoy esperando."
"¿Desnudándote?"
"¿Qué puedo decir?" Ella rió. "Dijo que quiere demostrarme cuanto a madurado... Y no voy a desaprovechar la oportunidad ¿Lo conoces? Es el alma más sexy del mundo."
En ese instante, lo único que hice fue seguir mi instinto y salir de ahí. Obedecer a mi omega, recoger los pedazos y huir, sin importarme absolutamente nada. Dejé que las lágrimas cayeran hasta llegar a mi casa y lo primero que hice fue lanzarme a los brazos de mi hermana, escuchando la voz de mi pequeño preguntarme cosas, por qué estaba triste, por qué lloraba o por qué no tenía su bandita.
No noté el momento en el que se me cayó.
Pero entendí el porqué, una bandita puede sanar lo lastimado, pero jamás podrá hacer nada con lo que está roto.

The perfect omega ✨LIEAN✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora