🥀CAPÍTULO 35🥀

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POV Jean.
"Jean." Él me interrumpió "Dime que me amas ¿Puedes? Por favor, quiero que me digas que me amas mucho, amor. Lo necesito." Y no vacilé, no me tomó ni un par de segundos responderle.
"Sabes que eres el amor de mi vida y que te amo más cada día, mi pequeño omega." Tomé aire para seguir hablando. "Sé que algo pasa. Lo sé, lo siento en mi pecho porque eres tú y pienso que sé cuándo te duele, pero no quiero forzarte a hablarme de algo que no deseas decir. Cuando vuelva... Hablemos ¿Si? Tú y yo, Libardo, porque ya no estás solo. Ya no tienes que enfrentarte a las cosas de este modo, ahora estoy contigo, podemos hacer lo que sea, pero juntos ¿De acuerdo?"
"De acuerdo." A pesar de lo mucho que desee poder insistirle hasta que me contara, mi intención, hasta el momento, era nunca presionarlo, así que eso haría, lo tomaría con calma mientras sepa que él sería sincero conmigo tarde o temprano. "Cuando vuelvas... Te contaré todo, Jean."
Después de su afirmación, la llamada terminó. Me acosté con pesadez en la cama y admiré el número de Libi en mi celular, hablamos por bastante tiempo, más de una hora siendo sinceros y sin embargo, su ausencia hacía que todo mi cuerpo se sintiera tan pesado y que mi humor no fuera el mejor exactamente.
Tampoco es que eso sea una novedad, normalmente cuando se tiene un lazo, el omega y el alfa se consumen cuando están lejos por demasiado tiempo; sin embargo aquí existían dos factores que fallaban en la teoría: No tenías un lazo y... Apenas habían pasado unas horas.
En mi defensa, desde que Libardo y yo empezamos a ser novios, prácticamente vivía en su casa, entonces, muy aparte del ser mi alma gemela, mi dependencia llegó a tal punto que si no tenía su cuerpo entre mis brazos como la cuchara pequeña, no podía conciliar el sueño. Al final, todo este viaje resultó una completa mierda, pero no podía volver, no sin antes lograr el contrato que necesitaban mis padres y entonces darles la noticia.
Pensaba desligarme completamente de L-Alfa.
Una empresa que creí heredar, ahora la sentía condenadamente repulsiva y fuera de mis expectativas. Cuando alguien me preguntaba sobre mi futuro, solo podía imaginarme teniendo un trabajo que pudiera controlar desde mi laptop y pasar la mayor parte del tiempo con Libardo y Damián , en casa. Un hogar. Y aunque estaba seguro que a Libardo no le agradaría la idea de un gasto para tener una casa propia de ambos, lo convencería, tenía mis métodos.
Busqué la galería en mi celular mientras pensaba, quería hacer el cambio de mi vida y en vez de asustarme o dudar, no podía estar más emocionado. Admiré las fotos que le había tomado a mi precioso omega dormido y una suave sonrisa se formó en mis labios. El más encantador ángel cargado de tristeza y viviendo con su corazón en pedazos. Pedazos que yo reconstruiría, así fuera lo último que hiciera.
Dependía tanto, tanto de Libardo, que sabía él y solo él tendría la capacidad de destruirme y de repararme cuantas veces quisiera, teniéndome como su fiel sirviente por el resto de mi vida. Pensando en ello, apoyé uno de mis brazos sobre mis ojos para cubrir por completo toda la luz externa y suspiré. Sí, la misma persona a la que amas es la única capaz de hacerte daño, pero para mí, Libardo era ese ángel que nunca haría daño a nadie.
Ni siquiera noté el momento en que me quedé dormido, no hasta que escuché la alarma de mi celular recordándome la reunión que tenía con Simon. Sin embargo, al intentar levantarme de la cama, sentí una profunda punzada en mi pecho y me quedé inmóvil, esperando que esto se detenga. Gruñí, enterrando mis dedos en la tela de mi remera, tratando de detener el dolor, pero se mantuvo por varios segundos más.
Apenas se calmó, jadee entrecortadamente, respirando con rapidez, apoyando ahora mis dos manos en la cama, inclinando mi cabeza hacía atrás, no recordaba haber experimentado nunca un dolor como ese. Gruñí de nuevo, antes de pasar una de mis manos por mi cabello y cuando divisé la hora en el reloj de la mesa de noche, otra maldición escapó de mis labios antes de correr al baño. Iba a llegar tarde.
Simon me había citado en un lugar bastante privado, el restaurant del hotel en donde me hospedaba, pero ese especial y único para los huéspedes de los penthouses. En pocas palabras, solo él, sus guardaespaldas y yo disfrutábamos de las comodidades de los alfas reyes del mundo. El sujeto, Simon, era un tipo extraño, pero nada diferente a otros tantos con los que había lidiado, así que sabía que tenía el contrato firmado y con las clausulas para mi beneficio. No era por presumir, pero tanto tiempo admirando a mi madre, sirvió de algo.
"Oh, Jean , nos alegra que te puedas unir a nosotros." Bromeó el viejo hombre, saludándome con un apretón de manos antes de que yo tomara asiento.
"Sí, lo siento." Acomodé el flequillo en mi frente. "Se me hizo bastante difícil conciliar el sueño y al final eso pasó factura, lamento la demora."
"No, muchacho. Vamos." Él sonrió. "Es lo de menos, ya estás aquí." Y se tomó sus segundos antes de seguir. "Aunque, me causa bastante intriga ¿Cuál es la razón de tu desvelo? Hasta donde yo sé, las camas de este hotel son la debilidad de cualquiera."
"Son cómodas." Confirmé. "Pero, verá, no sé si usted lo comprenda, pero para realizar este viaje me he alejado de mi omega y ya sabe, un alfa sin su omega, es alfa muerto."
"Toda la razón." Simon tomó su copa con vino ya servida y alzó esta, haciendo un ademán de un brindis. "Aunque, tu madre nunca me mencionó que tenías un omega."
"Lo tengo." Afirmé, con seguridad. "Por eso, me serviría si leemos las pautas de este contrato lo más rápido posible para llegar al acuerdo y poder volver con él. Digo, si no es molestia."
"Para mí no es molestia, no." Él se inclinó hacia adelante, antes de volver a apoyar su espalda en el respaldar de la silla y suspirar. "Sin embargo... Para alguien sí lo es."
"¿Qué-?"
La frase no terminó de salir de mis labios cuando sentí una inmensa mano junto con una franela colocarse sobre mi boca y nariz. Quise hablar, pero me cubría con tal fuerza que me fue imposible y para cuando mis brazos reaccionaron, otras dos manos me sujetaban con fuerza, presionando mis extremidades sobre los de la silla, afirmándome ahí.
"No te molestes." Sonrió Simon, tomando otro poco de su vino. "Ya nos han alertado de tu capacidad en el combate cuerpo a cuerpo, Jean, y aunque admiro mucho a mis guardaespaldas, dos alfas inmensos no podrían directamente con un alfa enojado, así que esto era necesario. Espero no lo tomes personal."
Mientras escuchaba su relajada voz, fui comprendiendo mejor el repulsivo aroma que estaba oliendo sin desearlo. Me sentí mareado, luego vi doble y después dejé de escuchar, de ver, de sentir, todo se volvió un profundo negro tan oscuro que ni siquiera el intentar pensar en Libi me permitió despertar.
+
"Ho-Hola,Jean ." Oí a la distancia los sollozos de alguien con una voz completamente hermosa, pero tan desgarrada, sin embargo no pude verlo. "Bebé, las cosas no están bien por aquí." ¿Por qué? ¿Quién se atrevería a dañar a alguien tan lastimado? ¿Por qué no había nadie cuidando ese herido corazón? "Te necesito mucho... Estoy... Es-Estoy muy asustado, Jean." No te asustes, frágil omega, yo no permitiré que nadie te haga daño ¿Quién podría? ¿Cómo si siento que ya has sufrido más de lo que cualquiera podría aguantar? "Creí que ya era fuerte." Eres fuerte, no llores más por favor. "Y no soy más que otro estúpido omega que no puede vivir sin su alfa. Pero no me molesta serlo porque tú eres mi alfa." ¿Soy su alfa? "No sabes cuánto lamento no-No..." Oh no, pequeño, no llores, todo tiene solución. "Siento mi corazón tan..."
Roto.
¡Libardo!
Abrí mis ojos de par en par cuando lo comprendí, ese era mi Libardo, no un sueño, no un delirio ni mi imaginación, Libardo me estaba hablando por medio de un lazo en el que nadie que no lo haya vivido podría creer. Intenté levantarme de la cama, pero un fuerte mareo me mantuvo sentado en esta. Pasé una de mis manos por mi cabeza y dolía, mas no era nada que no pudiera aguantar.
Cuando me estabilicé, mi alfa gruñó al no reconocer ninguno de los aromas de mi alrededor. Observé la habitación en la que me encontraba y no era más que un pequeño cuarto cuadrangular. Una cama, un inodoro y una puerta además de las cuatro paredes blancas que rodeaban la habitación. Eso y un ventanal donde difícilmente cabría mi brazo, justo en una zona de la puerta. Me levanté con bastante sigilo y admiré hacía por esa ventana hacia afuera del lugar, viendo a un hombre de los que cuidaban a Simon parado justo ahí. Gruñí, golpeando la dura puerta de metal, llamando su atención.
"¡Hey! ¡Estúpido! ¡Sácame de aquí!"
El inmenso alfa no hizo más que lanzarme una mirada y luego continuar observando hacía el frente. Maldije, estaba claro que me tenían completamente encerrado por una maldita razón y si eso era un secuestro, todo estuvo bastante planeado incluso antes de que Simon y yo nos conozcamos formalmente. Conseguir una habitación así debió ser muy difícil, ningún alfa podría con una puerta con ese grosor, y sin ventanas por donde escapar, estaba completamente encerrado.
Pasé los minutos siguientes, o quizás horas, analizando cada espacio de esa diminuta habitación, tratando de controlar a mi alfa interno arañando las paredes, queriendo tener más espacio, libertad, un entorno donde no sentirnos malditamente enjaulados. Otro detalle importante de los alfa era ese, la necesidad de espacios grandes porque, aún sin ser licántropos
o algo por el estilo, necesitábamos tener libertad o sentirla, para obtener completa tranquilidad.
Y lo que menos sentía era paz en un puto espacio por donde daba unos cuantos pasos y ya lo recorría por completo. Podría coger la cama y golpear la puerta o romper el vidrio, pero de nada serviría porque no me ayudarían y mi brazo no pasaba por tan pequeño espacio. El alfa que me cuidaba se encontraba suficientemente lejos para no poder degollarlo con mis uñas y la puerta no cedería sino hasta que usara una bomba en ella, aunque incluso en ese caso comenzaba a dudar, parecía más gruesa que incluso las que usaban para cuidar el dinero de los bancos.
Sí, definitivamente esos malditos enfermos se habrán tomado su tiempo en encontrar un lugar que pareciera un mito, el único donde mantener encerrado a un alfa.
Golpee mis puños contra la puerta nuevamente, sintiendo mis huesos doler, sin embargo el alfa que antes me había mirado, ahora ni siquiera se inmutó ante el estruendo. Volví a golpear, sintiendo como la cólera, el enojo y la preocupación se apoderaban completamente de mí. No solo se trataba de mi alfa queriendo tener libertad, sino también de los recuerdos de los sollozos de mi omega, de su tristeza siendo la mía o sus lágrimas humedeciendo mis ojos. Lo sentía en mi pecho, sabía que Libardo no estaba bien y yo me encontraba lejos de él, cuando debería estarlo protegiendo.
Patee la puerta cargado de frustración e hice un gesto ante el potente dolor, lo ignoré después, maldiciendo al saber que eso era completamente inútil. Sabía, racionalmente, que era cuestión de tiempo para que mi madre, Libardo o Carlos noten mi ausencia, Simon no me tendría encerrado por toda la eternidad, sin embargo, eso no me aseguraba de que para cuando saliera mi lastimado omega no se encuentre en peores circunstancias.
"Joder, bebé." Maldije en voz alta, sin saber cómo había hecho él para poder enlazar sus palabras o sus pensamientos con los míos. Estaba feliz de que pudiéramos hacerlo, pero no me agradaba el no tener el control. "Libi, amor. Todo estará bien, lo prometo." Aún sin saber si me había escuchado o no, volví a golpear duramente la puerta, una y otra vez. Era inútil, pero el deseo de mi alfa por hacer lo que sea fue mucho mayor que el dolor que sentía sobre mis nudillos cada que estos impactaban contra el material.
Y enterquecido por mi instinto animal, no dejé de golpear la puerta sino hasta que gotas de sangre resbalaban por mis manos, provenientes de mis nudillos. Porque no eran golpes tontos de "Déjame salir" eran golpes inútiles, innecesarios y duros, tratando de causarme el dolor suficiente para ignorar o sobrellevar el inmenso dolor que crecía rápidamente dentro de mi pecho.
Ya lo había dicho, un alfa sin su omega, está listo para morir.
+
"Jean... Me quitaron a Damián ."
La cama impactó contra la puerta después de que esas palabras de Libardo se oyeron en mi cabeza, al instante la madera se rompió, pero no me importó, tomé uno de los maderos y lo destruí lanzándolo otra vez contra la maldita entrada. No sentía hambre, frío, ni dolor físico, ni siquiera sabía cómo estaba respirando, porque no me tomaba el tiempo de pensar. Tal cual un completo animal, busqué cada forma posible para hacer ceder lo que me alejaba de mi omega lastimado, de mi alma gemela cuyo brillo se iba apagando más y más.
Sentía en mi corazón como su alma moría en vida y no podía hacer nada. Más allá de ser un fracaso como alfa, había decepcionado a Libi,al omega lastimado que tanto amaba y que me entregó su corazón con la única condición de cuidarlo. Era un completo inútil.
"Oye." Hablé entonces, sabiendo que el inmenso sujeto de fuera podía escucharme, o quizás no, no me importaba. Apoyé mi frente en la puerta y cerré los ojos, mientras las lágrimas resbalaban por mis mejillas sin mi consentimiento. "¿Alguna vez te has sentido muerto en vida?" Él, como siempre, no respondió. "Bah, no me importa." Sonreí cínicamente. "Porque créeme que eso será nada comparado con la forma como pienso matarte apenas salga de este puto lugar." Golpee la pared de nuevo, sorbiendo por la nariz. "A ti, a Simon... O a quien mierda sea, pienso matarlos como las putas escorias que son... Porque ustedes no son alfas, ni siquiera son personas." Maldije, mordiendo mi labio inferior. "Son el tipo de basura que no le importa a nadie y que solo debe eliminarse." Suspiré. "Y te juro que si no muero aquí... Si sobrevivo... La única razón para no suicidarme será verte pedir piedad antes de que te arranque los miembros uno por uno."
Mi boca se movía por sí sola, ni siquiera me importaba lo que estaba diciendo porque, al fin de cuentas, era cierto. Si no moría por el inmenso agujero que crecía donde estaba mi corazón, iba a encargarme de matarlos a todos por hacerle eso a mi bebé. Y luego pagaría yo, por ser el inútil que no estuvo a su lado para evitarle tanto dolor.
El alfa más inútil de la historia.
No me merecía a Libardo . Ni siquiera me merecía respirar si no podía tumbar una estúpida puerta.
Cerré los ojos por lo que consideré un segundo, pero no lo fue. Durante ese "segundo" escuché un fuerte estruendo provenir de fuera y luego, la puerta que me servía de soporte, ya no estaba. Mi cuerpo rendido iba a caer hacía adelante cuando unos brazos me sostuvieron y evitaron que me deje ir.
"Hey. Te tengo, hermano." La voz y el aroma de Carlos fueron lo único que logré captar antes de perder el conocimiento, otra vez, mi mente le exigió a mi cuerpo más de lo que este podía dar.
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Cuando recuperé la conciencia, nuevamente intenté levantarme más rápido de lo que podía, inclinándome hacía atrás en el cómodo haciendo, reconociendo que me encontraba en una de las limosinas de L-Alfa, puesto que olía mucho a mis padres. Llevé una de mis manos a mi cabeza para tratar de detener el dolor e hice otro gesto cuando noté vendas rodeando mi palma y cubriendo mis nudillos. Mis ojos se fueron acostumbrando a las luces hasta que divisé con claridad a Carlos sentado justo frente a mí.
"Bienvenido al mundo de los vivos, Jean." Me sonrió con obvia tranquilidad, cambiando su gesto preocupado y aligerando un poco el aroma que desprendía. "Aún falta un poco para llegar, puedes dormir más si deseas."
"¿Llegar? ¿A dón-?" Entonces recordé lo más importante. "¡Joder! ¡Carlos! ¡Necesito ver a Libardo! Él está en problemas y Damián y él y... ¡Mierda!" Me giré hacía el chofer. "¡Tiene que llevarme a la casa de Libardo!"
"No, Jean." Carlos me habló, logrando que un furioso gruñido escape de mi boca. No me importaba si me había salvado la vida, ni si era mi mejor amigo, nada ni nadie me iba a volver a alejar de Libardo, no ahora que podía impedirlo. "No te estoy diciendo que no irás a verlo. Vas a ir, pero primero tienes que saber la historia completa y creo que luego de eso, querrás ir a donde estamos yendo."
"¿Qué puede ser más importante que encontrar a mi omega, Carlos?"
"La verdad." Respondió. "¿O es que en serio la parte racional de tu cabeza piensa que Simon te encerró en ese lugar solo por dinero? No me jodas, Jean , el tipo está forrado en oro."
Y tenía razón.
"¿Entonces? ¿Cuál es la verdad?"
"No te gustara." Gruñí y él suspiró. "De acuerdo, solo decía que será algo muy fuerte para ti, ni siquiera yo puedo creerlo aún." Entrecerré los ojos. "Todo comenzó cuando noté que había perdido mi celular, es extraño porque nunca antes me había pasado y lo sabes, así que en vez de comprarme otro, preferí centrarme en la opción GPS que tenía y me sorprendió saber que mi celular se encontraba justo en las oficinas de L-Alfa. Volví para ver dónde estaría y escuché parte de la discusión de tus padres."
"¿Mis padres? Ellos nunca discuten."
"Créeme, discutían." Afirmó Carlos, sorprendiéndome, más sin embargo silencié, dejándolo continuar. "Juan Carlos le repetía a Sandra que no podía creer que ella haya hecho eso, pero me tomé mi tiempo en comprender todo."
"¿Qué es "todo"?"
"Juan Carlos salió de la oficina ignorando los gritos de Sandra,me vio ahí y suspiró. Te juro que jamás lo había visto tan triste. Él me guio hasta fuera del edificio y me dijo que tenía que ir a buscarte."
"¿Mi papá sabía...?"
"Jean, Sandra le pagó a Simon para que te encerrara en ese lugar." "¡¿Qué?!" No pude creerlo. "No puede ser, Carlos ¿Por qué haría eso?"
"Por la misma razón por la que buscó al ex alfa de Libardo, Andrew." Y como si mil dagas hubieran sido lanzadas justo sobre mi corazón, sentí algo en mi romperse y ni siquiera reconocí qué parte de la verdad fue la que me dolió más, si la existencia del ex alfa de mi omega o la traición de mi madre.
"No-No puede..."
"Y por la misma razón que puso un maldito micrófono en tu auto, o por lo mismo que llamó a Nicole apenas tú le hablaste a Libardo  de ella o por la misma que le pagó a Samara para que deje entrar a Libardo cuando la omega estaba en tu penthouse. Sandra te quiso lejos desde siempre, Jean, contigo lejos... El ex alfa de Libardo podría controlarlo y tomarlo a él a su completo antojo."
Entonces entendí porque sentía tanto el dolor de mi bebé, porque me ardía el pecho y porque el miedo y el temor me consumían el corazón. Libardo estaba reviviendo absolutamente solo su pasado y sin el apoyo de nadie. Él había vuelto a ver al sujeto que le destrozó la vida gracias a mi madre, y no estuve para ayudarle, gracias a ella también.
"Ella ha escuchado cada una de tus conversaciones con Libardo desde... No sé cuándo." Carlos dejó de mirarme para ese momento y se lo agradecí, mi cuerpo comenzaba a temblar. "Juan Carlos me dijo... Me dijo que Andrew demandó a Libardo por huir de él y esconderle la existencia de Damián , además... Aún no has mordido a Libardo así que él aún es su alfa."
"¡NO LO ES!" Grité y el auto se detuvo abruptamente. "¡NO LO ES! ¡NO ES SU MALDITO ALFA! ¡LIBARDO ES MÍO! ¡ES MI BEBÉ! ¡MI OMEGA!"
"Jean ¡Tranquilo!" Incluso Carlos tembló ante mi grito y ni siquiera por el tono, sino por la profundidad de donde salía, por la voz de alfa que usé al decir todo eso y por esas inmensas ganas que tuve de matarlo solo por insinuar que Andrew aún era el alfa de Libardo . "No dije que lo fuera ¿Si? Yo creo que tú y Libardo se pertenecen... Pero ante la ley es así... Debes morderlo."
"Libardo... ¿Él... y Damián están bien?" Pregunté ya más calmado, tratando de encerrar el enojo de mi alfa en algún lugar de mi pecho.
"Juan Carlos sabe que a Damián lo llevaron a un lugar para menores hasta el juicio y Libardo ..." "¿Dónde está Libardo?"
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Empujé sin contenerme las puertas de la oficina, encontrándola ahí sentada, con sus manos sosteniendo su cabeza, en una posición bastante lamentable. Olía su pena, llenaba el ambiente con la tristeza de un alfa arrepentido pero ni eso ni nadie me quitarían la determinación. Cuando llegué hasta frente del enorme escritorio, golpee mis manos envendadas sobre el vidrio, escuchándola gemir lastimosamente.
"¿Y qué? ¿Ahora esto?" Pronuncié con asco, la decepción era un sentimiento demasiado pequeño para lo que sentía por la mujer que alguna vez creí admirar y a quien desee igualar. "Has jodido la vida de cada maldita persona que te rodea y ¿Haces esto? ¿Te quedas sentada viendo al puto mundo caerse? Responde Sandra ¡Maldición!" Golpee nuevamente mis manos, gritando a todo lo que daba mi voz.
"No tengo nada que decir." Murmuró, aunque logré escucharla.
"¿Nada? ¿Nada? ¡Estás podrida, con un demonio!" Mis dedos trataron de enterrarse en el vidrio del escritorio, aunque fue imposible. "¡Te obsesionaste tanto con tu estúpida idea de separarme de Libardo que la jodiste! ¡La jodiste en grande! ¡Has destruido a más personas de las que te puedes imaginar...!" Sentí mis ojos humedecerse nuevamente. "Te has destruido... Mamá."
"Él... Él volverá..." Susurró ella y entonces pude ver como sus lágrimas humedecían su extremo del escritorio. "Él vendrá... Sabe que no puede sin mí."
"No, te equivocas. "Pasé una de mis manos por mis ojos, deteniendo cualquier muestra de sentimentalismo. "Ese es tu maldito problema." Me estiré en mi lugar, mirándola desde arriba. "Te empeñas en creer que son ellos los que dependen de nosotros a muerte... Cuando no notas que en el amor, el omega siempre es el que tiene las riendas de todo."
"Él me ama."
"Él nunca va a amar el monstruo en el que te has convertido,Sandra ." Cerré mis ojos con fuerza y tomé aire, antes de continuar. "Y te juro que si no fueras mi madre, te mataría. Te juro que te mataría ahora mismo." Observé entonces a un lado del escritorio una foto de ella con él y lo lamenté, en serio lamenté no haberme dado cuenta antes. "Pero no necesito matarte, porque aprender a vivir sin él... Hará que te pudras y desees morir, esa siempre es la salida fácil."
"Je-Jean... Yo..."
Solo entonces la imponente alfa alzó la mirada, pero lo que vi en sus ojos no fue la grandeza de la mujer de hace años queriendo salir adelante. No había brillo, ni luz, ni emoción o un sentimiento que no fuera la desolación y el vacío que le había causado la perdida de Juan Carlos. Lo triste de todo era que sabía que ella se lo merecía más que nadie en el mundo.
"No vuelvas a hablarme nunca más, Sandra ." Dije, claro y calmado, dándole la espalda y caminando hacía la salida. "Yo mismo encontraré a Libardo y él y yo saldremos de esto, pero desde ya te lo digo, no quiero volver a ver tu maldito rostro nunca más en mi jodida vida, porque desde ahora, estás muerta para mí. No tengo madre, no tienes hijo."
Luego de salir del edificio, le pedí a Carlos que se encargue de sacar todas mis pertenencias de la oficina y terminar con los pagos del penthouse, me mudaría de ese maldito lugar. Tenía mis ahorros, tenía mi dinero y mi cuenta bancaría, ellos siempre me pagaron como a un empleado y no necesitaba de su caridad, así que aunque terminara durmiendo en un cuarto pequeño, me alejaría de toda la maldición de la podrida familia León.
Tomé un taxi hasta la casa de Libardo y al llegar, encontré el lugar vacío, con la puerta cerrada. Pero esta vez fue diferente, sin importarme la sangre en mis nudillos o el temblor en mis piernas debido a las patadas, logré que la madera cediera y la puerta se abrió de par en par, pero dentro no había nadie, solo el intenso aroma de Libardo , Damián , Laila y dos extraños.
Entonces... Exploté. La ausencia de mi omega me terminó volviendo lo que nunca desee ser, el alfa dependiente que se entregaba a la locura y al deseo de morir por no tenerlo a él a mi lado. Golpee y destruí todo lo que estuviera a mi paso, no me importó nada, nada que no fuera la ira que escapaba por cada uno de mis poros y llenaba el ambiente, cargándolo de mi inmenso dolor y enojo, el mismo que me llevaba a seguir.
Consideré incluso que si me moría por algún mal golpe o lo que fuera, serviría más que sentir ese dolor creciendo sin detenerse dentro de mi pecho. Entré a la cocina por más cosas para destruir cuando lo sentí.
Estaba en su casa, lo más probable era que todo el lugar oliera y se sintiera como él y sin embargo, el rechinido agudo de un muñeco de goma me hizo volver a la sala, encontrándome con la hermosa imagen de mi omega justo frente a mí.
"¿Jean?" Preguntó en un hilo de voz.

The perfect omega ✨LIEAN✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora