Era una tarde nublada la que se veía desde aquel parque, el cielo se mostraba gris y apagado. Allí había una niña de cabello largo y rizado. Estaba tirada en el suelo dibujando en un cuaderno a las palomas que se acercaban cuando les lanzaban algo de comida.
Pero aquella no era una niña normal. Ella no podía ser tocada por nadie. Cuando lo intentabas tus manos traspasaban su cuerpo, como si ella fuese un dibujo en el aire. La podías ver, pero no la podías sentir. Era algo así como... una niña fantasma.
—¡Mamá mamá, un fantasma! —salió gritando un niño al intentar agarrarle la mano y ver que era imposible.
—Yo no soy un fantasma —dijo en voz baja la niña mientras se paraba con la cabecita gacha. Se iba para que el niño dejara de mirarla y asustarse.
Se sentó en un banco a continuar dibujando. Estaba sola, por lo que se sobresaltó al escuchar un estornudo justo a su lado. Pero ahí no había nadie, ¿qué estaba pasando?
Del susto soltó uno de los lápices de colores, pero increíblemente se quedó flotando a su lado, en el aire. Al parecer había algo allí, pero no se veía. Era muy raro aquello. Se paró rápido, se frotó los ojos. Estuvo por unos segundos mirando fijamente, pero no consiguió ver nada. Hasta que escuchó una voz.
—No te asustes por favor, no te voy a hacer nada.
—Hola —dijo ella, un poco desconcertada por aquello—. ¿Quién eres?
—Soy un niño —dijo la voz—. Pero soy invisible, todos me pueden escuchar y tocar, pero no me pueden ver. No te vayas por favor, todos los niños se asustan, ninguno quiere jugar conmigo.
—¿En serio eres invisible? —preguntó asombrada la niña.
Tomó otro lápiz de color y lo acercó al lugar de donde venía la voz, pudo comprobar que efectivamente había alguien allí, solo que era imposible verlo.
—Eres parecido a mí —dijo la niña mientras sonreía y se llevaba una mano a la boca, estaba contenta de haber encontrado a alguien raro igual que ella—. Pero lo mío es diferente, los demás me pueden ver, pero no me pueden tocar, solo puedo sentir y tomar objetos, pero no personas.
Aquello dejó al muchacho un poco descolocado, él podía ver perfectamente a la niña, parecía normal, como todas las demás que estaban en el parque. Se acercó un poco para tratar de tocarla, pero era imposible. Su mano la traspasó, no podía sentir el cuerpo de aquella niña de bellos rizos.
Por un momento los dos se entristecieron al darse cuenta de lo raros que eran, pero fue la primera vez que otra persona no se asustaba de ellos. No podían dejar escapar esa oportunidad, había que buscar una solución.
La niña miró sus colores y se le ocurrió algo. Tomó su libreta de dibujos y comenzó a pintar. Era un corazón lo que estaba haciendo. Al terminar quitó una de las pequeñas presillas que unían las hojas de su cuaderno.
—Engancha este dibujo en tu camisa con esta presilla, así sabré dónde estás —le dijo la niña mientras alzaba su dibujo para que él lo cogiera.
Él lo tomó, lo observó y pensó que era el corazón más bello que jamás había visto. Pasó sus dedos por el contorno del papel, y luego de unos segundos hizo lo que ella le había pedido. Enganchó la presilla al dibujo y luego a su camisa.
—Tienes un corazón muy bonito —dijo ella mientras nuevamente se llevaba las manos a la boca y sonreía tiernamente.
No sabemos que cara puso el niño, porque es invisible, pero yo apuesto cualquier cosa a que se sonrojó como nunca antes lo había hecho. Ella estaba mirando aquel corazoncito pintado, pero el chico sintió que por primera vez en su vida alguien lo había observado a él.
Se dio cuenta de que ahora le tocaba hacer algo por ella. Miró a su alrededor y en un segundo ya supo qué hacer. Cogió una rosa de las que habían justo detrás del banco donde estaban ellos.
—Ponte esta rosa sobre tu oreja —le dijo él.
—Tú puedes verme a mí, pónmela tú mismo si quieres —le respondió ella, ya no estaba nada sorprendida ni asustada, ni siquiera de ver aquella rosa en el aire flotando.
Hubiera sido divertido poder ver la cara del niño en ese momento. Mucho más sonrojada que antes seguramente. Mejillas como tomates. Llevó la rosa hasta encima de la oreja de la muchacha y se la colocó allí. Acarició los pétalos de aquella flor... eran tan suaves.
La niña sintió algo raro, un escalofrío justo cuando él tocaba la rosa. Era algo nuevo para ella, nunca había tenido aquella sensación. Sintió que por primera vez en su vida alguien la había tocado.
La niña fantasma fue tocada y el niño invisible fue observado.
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Sueños de Papel
RandomSueños que salen volando como avioncillos... se alejan, algunos se rompen... los hay que cambian de forma, a veces las líneas que están escritas en ellos cambian a medio vuelo, algunos se quedan dando vueltas para siempre alrededor de tu cabeza, otr...