Cap.18

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Antes de seguir presenciando más, Saint se marchó como si lo estuviera persiguiendo el mismo diablo, llegó hasta el elevador y se plantó en el una vez que llegó.

Mientras el elevador ascendía lo único que se sentía en ese espacio reducido era la respiración agitada del castaño y el chillido de la máquina.

La campanilla había anunciado la llegada y apenas se abrieron las puertas el menor salió disparado en dirección a su despacho.

Tara estaba en su escritorio tomando una llamada, iba a levantar su mano para saludar como siempre cada vez que el castaño pasaba y de paso era recompensada con una sonrisa, pero esta vez no fue así.

Por primera vez en los años que llevaba trabajando en la empresa Saint pasó más rápido que un coche de fórmula uno ignorando a todos a su alrededor.

La chica quedó con la mano estirada un tanto pasmada, definitivamente el jefe no estaba de buenas y ni siquiera haría un esfuerzo por aparecer en la oficina al menos en un par de horas más.

El castaño llegó a su despacho y cerró la puerta dando un fuerte golpe, dejó el café sobre el gran escritorio y se quedó muy quieto mirando el techo, comenzó a contar mentalmente hasta diez con sus ojos cerrados, debía calmar su molestia.

Lo peor de todo era que no entendía a su totalidad el por qué de su molestia si supuestamente le importaba un comino Perth Tanapon.

Abrió los ojos y se dejó caer en su silla, giró un par de veces en ella mientras ordenaba sus ideas y se calmaba un poco, pero su mente traicionera no se le iba a permitir y mientras intentaba relajarse, a su cabeza se asomó la escena de Mark besando a Perth de la nada; así súper casual.

Apretó su mandíbula con fuerza y cerró sus ojos, pero otra vez la imagen que se repetía en su cabeza ya lo había terminado por enojar.

En un arrebato tomó el porta lápices que estaba frente a él y lo tiró lejos, azotándose contra la pared y desparramándose todos los bolígrafos que estaban dentro.

Cerró sus ojos y apoyó su cara entre sus manos. De alguna forma extraña, Saint estaba furioso.

– Maldito infeliz, ¿Por qué pensé que eso del sexo casual solo se aplicaría conmigo? ¡Já!. Soy tan estúpido –se decía a si mismo– Tuve que haberme negado desde un principio, yo tuve que haber parado todo esto de una maldita vez. Aun sabiendo como era y yo.. ¡Aish! –revolvió sus cabellos exasperado y muy enojado.

Y lo peor de todo es que Saint ilusamente pretendía "hacer las pases" con el mayor, ya le estaba molestando estar así, además de que aquella vez que rechazó su invitación, el castaño se había sentido pésimo.

Tampoco podía ocultar las ganas de estar con el pelinegro, desde esa tarde en donde por primera vez sus cuerpos fueron uno solo, no pudo sacarse de la cabeza los recuerdos de ese momento, ni tampoco pudo olvidar el tacto del mayor sobre su piel.

Su cuerpo lo extrañaba de alguna forma y ahora que había presenciado aquello en la cafetería sentía que quizás ya no iba a poder disfrutar de la presencia de Perth en la cama.

Respiró con normalidad y se aproximó hacia el café para beberlo de una buena vez, su mente era un completo lío, pero poco a poco su rabia se estaba disipando, al menos desde la notoriedad de la emoción.

Todo iba bien hasta que escucha voces desde afuera, exactamente desde el pasillo.

Si no fuera porque sus despachos eran los últimos y únicos en esa zona, pensaría que son algunos directivos o empleados; pero no, menos si reconocía una de las voces.

Captivating Enemy [Adapt./PinSon] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora