Capítulo 10: Que habla de violencia y matanzas

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Abdullah no podía ir muy rápido. Con el frío clima de Ingary, sentado en la fonda se le había quedado todo el cuerpo entumecido. Y las monedas que guardaba en su bota izquierda le habían hecho una severa ampolla en el pie. Empezó a cojear antes de haber recorrido cien metros, pero estaba demasiado preocupado por el soldado como para aminorar el paso. Sin parar de cojear, dejó atrás algunas cabañas de tejados de hierba y después el pueblo hasta que llegó a un camino más abierto. Desde allí pudo divisar al soldado en la distancia, que paseaba hacia un lugar donde el camino subía una colina cubierta con los frondosos árboles que crecían en aquellas tierras. Ese debía ser el sitio elegido por los violentos jóvenes para acometer su emboscada. A pesar de la cojera, Abdullah trató de ir más rápido. Un irritado humo azul salió de la botella, alzándose hasta su cintura. 

¿Tienes que golpearme así? —dijo. 

—jadeó Abdullah—, el hombre que elegiste para que me ayudara necesita mi ayuda. 

—¡Uh! —dijo el genio—. Ahora te entiendo. Nada cambiará tu romántica visión de la vida. Seguro que tu siguiente deseo es una armadura brillante. 

El soldado caminaba bastante despacio. Abdullah cubrió el espacio que les separaba y entró en el bosque poco después que él. Pero allí, el camino serpenteaba entre los árboles para hacer más fácil la subida, de manera que Abdullah perdió de vista al soldado hasta que llegó cojeando a la última curva, donde lo volvió a ver sólo unos pocos metros por delante. Este resultó ser el momento exacto que los patanes habían elegido para hacer su ataque. Dos de ellos saltaron desde un lado del camino sobre la espalda del soldado. Por el otro lado del camino, los otros dos se abalanzaron de frente sobre él. Durante un momento se desató una tremenda lucha. Abdullah se apresuró a ayudar, aunque se acercó con dudas porque nunca le había pegado a nadie en su vida. 

Mientras se aproximaba, tuvo lugar una sucesión de milagros. Los dos tipos situados a la espalda del soldado salieron volando en direcciones opuestas, a un lado y otro de la carretera. Uno de ellos se golpeó la cabeza con un árbol y no volvió a molestar a nadie, mientras que el otro cayó desplomado. De los dos que encaraban al soldado, uno recibió casi al instante una interesante herida y se dobló para contemplarla. El otro, para sorpresa de Abdullah, se elevó en el aire y, por un momento, estuvo colgado de la rama de un árbol. De allí cayó de golpe y se quedó inconsciente en la carretera. En este punto, el joven que estaba agachado se enderezó y se dirigió hacia el soldado con un cuchillo largo y estrecho. El soldado agarró por la muñeca el brazo que sostenía el cuchillo. Hubo un punto muerto lleno de gruñidos en el que Abdullah se sorprendió a sí mismo creyendo fervorosamente que el conflicto se resolvería a favor del soldado. Estaba pensando que su preocupación había sido completamente innecesaria cuando el tipo tirado en la carretera se levantó de repente y se lanzó sobre el soldado por la espalda con otro cuchillo largo y estrecho. Con rapidez, Abdullah hizo lo que era necesario. Se adelantó y le golpeó en la cabeza con la botella del genio. 

—¡Ay! —gritó el genio. Y el tipo se derrumbó como un roble caído. 

Con este sonido, después de haber atado al otro joven, el soldado se giró. Abdullah retrocedió rápidamente. No le gustó la velocidad con la que se giró el soldado ni la manera en la que disponía sus manos, con los dedos firmemente juntos como dos asesinas armas sin filo. 

Escuché que planeaban matarte, valiente veterano —explicó rápidamente—, y corrí para poder advertirte y prestarte mi ayuda. 

El soldado clavó sus ojos (muy azules, pero ya nada inocentes) en los suyos. Eran ojos que habrían destacado por su astucia incluso en el Bazar de Zanzib. Parecían catalogar a Abdullah de todas las maneras posibles. Por fortuna parecían satisfechos con lo que veían. El soldado dijo: «Entonces, gracias» y se giró para patear la cabeza del joven atado, que dejó de moverse también; y con esto, se acabó la partida. 

El castillo en el aireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora