Capítulo 1

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Las calles de Washington siempre le habían parecido demasiado húmedas y oscuras, pero esa noche en particular la luna resplandecía con fuerza en el cielo y la humedad de las calles no la molestaba demasiado.

Miró sus botas mientras se paraba en medio de la acera, mirando luego a la derecha en donde un hombre estaba de pie, vendiendo cigarrillos y café para los transeúntes. Tenía un pequeño carrito y parecía tener frío pues se frotaba las manos energéticamente.

Había dejado de fumar muchos años atrás, pero en esos momentos tenía la necesidad de uno. Y es que los cigarrillos luego del sexo se habían vuelto un hábito en sus años universitarios y no universitarios. Sin embargo, ya no estaba en la universidad y tomando en cuenta que era una cardiocirujano y sabía perfectamente las consecuencias nefastas que traía el cigarrillo en su salud... suponía que lo mejor era seguir su camino hacia el auto.

Las luces de los edificios que la rodeaban hicieron que su pelo resaltara en medio de la oscuridad, un cabello largo y color negro. Nunca había pensado en pintarlo, ni siquiera si las canas empezaban a aparecer, suponía que aun a sus veintinueve años, no debía preocuparse demasiado por eso. Además, las mujeres parecían adorar su pelo...

- ¿Eres así de callada siempre? - Había preguntado esa pequeña pelirroja que acababa de tener entre sus brazos y a la que había tocado por todas partes. Sus manos habían acariciado el cabello de Juliana mientras las manos de la morena se deslizaban por su cintura de forma sensual. La chica había sonreído mordiéndose el labio - Bueno, si no quieres hablar entonces es mejor que empieces a usar esa boca para otras cosas, chica sexy - Juliana había sonreído a medias y había empujado ese pequeño cuerpo contra la pared.

- Ahora si hablamos mi idioma - Susurró devorando luego sus labios.

Le gustaba duro, le gustaba salvaje, le gusta de la forma en la que le gustaba. Para ella el sexo era un acto pasional, un acto en el que debías dejar salir a ese "yo" que no dejas ver a nadie más.

Con el recuerdo de los gemidos de la pelirroja en su cabeza se subió a su Audi y pensó que, siempre se mostraba muy serena, seria y controlada. Pero la cama era su santuario, y allí podía dejarse llevar por un par de horas. Después de todo, así había sido criada. Siempre debía guardar la compostura, siempre debía verse pulcra y sobria. Pero lo que pasaba en la cama, eso era otra historia. Y de todas formas no es que ella hubiese seguido esas reglas al pie de la letra muchos años atrás, en los que pocas cosa realmente le importaban.

Se miró en el espejo retrovisor y puso el auto en marcha. Tenía unas cinco horas de sueño antes de tener que empezar su nueva guardia. Generalmente prefería ser ella la que va a la casa de las chicas con las que se acostaba, no más de una vez por supuesto. Su casa era su otro santuario y no cualquiera podía pisarla. Llegó y se quitó la chamarra, colgándola de forma pulcra. Hizo lo mismo con sus botas, guardándolas enseguida con el resto de zapatos que tenía categorizados por ocasión y color. Prefería las botas y el calzado deportivo. Pero tenía algún que otro tacón para ocasiones especiales.

Había vivido rodeada de gente todo el tiempo y poder vivir por fin sola, sin ruidos, sin gente mirándote, juzgándote, era un gran alivio. Aunque a veces extrañaba la compañía de una piel caliente en su cama...

Se quitó la camiseta y los vaqueros colocándose una limpia pijama y fue hasta la cocina sirviéndose un vaso de agua. Miró de nuevo el caro reloj que estaba en su muñeca y suspiró. Cuatro horas y quince minutos de sueño hasta su próxima guardia.

Apagó todas las luces y verificó una vez más que la puerta y las ventanas estuvieran debidamente cerradas. Cuando estuvo satisfecha se acostó en la comodidad de su cama, una cama que nadie más que ella había visitado.

Younger Dreams I Adaptación Juliantina I TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora