Capítulo 11

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El aire fresco de Washington siempre le había parecido el mejor. Había estado en otras ciudades, pero estar rodeada de tantas áreas verdes, era su parte favorita de haber nacido y crecido en la capital.

Juliana aceleró sus movimientos sintiendo que los músculos de las piernas quemaban, sus pulmones apenas tenían oxígeno y los ojos le ardían. Pero necesitaba eso. El correr como si no hubiese mañana no solo mantenía su cuerpo sano, también la ayudaba a mantener su mente en blanco y a no pensar. Y en esos momentos necesitaba no pensar, porque había recibido una llamada esa mañana que la había dejado de humor de perros.

Odiaba cuando su "querido" abuelo la llamaba para restregarle cosas en la cara. Ella solo quería que la dejara en paz. Ya no era una chica manipulable, y las heridas que había dejado en su cabeza eran demasiado grandes. Así que simplemente se había alejado de él, y sin embargo el viejo parecía aun tener un poder extraño sobre ella.

Parecía como si no pudiera escapar de él.

Lo había intentado, se había ido a estudiar su especialización es Miami. Oh si, extrañaba el sol, la playa y las chicas guapas. Pero había extrañado aún más su ciudad y a su mejor amigo... así que allí estaba otra vez.

Miró hacia abajo observando como sus deportivas se movían casi por inercia, y lo ocurrido con Valentina algunos días atrás regresó a su mente. Sabía que no debía haber dicho lo que le dijo, pero había salido de su boca sin más, era como si el no decirlo le quemara el interior del pecho. Y es que, desde que la había visto en la cama del hospital lo había sentido. La había sentido tan suya como siempre, había tenido que controlar las ganas locas de tomar su rostro entre sus manos y besar sus labios como si no hubiese mañana, justo como años atrás cuando los pequeños suspiros de Valentina hacían que su cuerpo se estremeciera y tuviera que controlarse para no devorarla de pies a cabeza. Besar a esa rubia siempre fue excitante, pero cuando supo que estaba enamorada de ella... besarla era como el oxígeno, era absolutamente necesario para ella.

Cerró los ojos acelerando aún más su marcha y se dijo que debía dejar de pensar en ello, debía dejar de torturarse de esa forma. Porque lo cierto era que aunque se muriera por explicarle todo a Valentina, por decirle que lo sentía y por abrazarla hasta que la perdonara, no podía. Debía dejarla en paz, probablemente ahora era feliz, probablemente... estaba mucho mejor sin ella.

Sintió que chocaba contra algo muy duro y se tambaleó. Unos brazos la sostuvieron y la morena alzó la vista. Un hombre alto y con una barba espesa y canosa la miraba con preocupación.

-Lo siento -Se disculpó ella a sabiendas de que al tener los ojos cerrados probablemente habría sido su culpa. La forma en la que el hombre la miró hizo que Juliana frunciera el ceño, y se dio cuenta de que no la había soltado, así que se deshizo de su agarre, un poco incomoda.

-No pasa nada -El hombre seguía mirándola de forma extraña y Juliana simplemente volvió a comenzar su trote mirando hacia atrás, observando como él la seguía con la mirada.

Bueno, eso había sido extraño.

Se detuvo junto a un árbol para hidratarse, disfrutando de la tranquilidad y las vistas del parque, gente ejercitándose, paseando a sus mascotas, dando caminatas, incluso algún padre con su hijo. Miró detenidamente como el hombre agarraba al niño en brazos y sonrió a medias. Ella era una persona solitaria y lo disfrutaba, pero a veces tenía el anhelo de una familia. Quizás porque nunca tuvo una de verdad.

Apartó la vista tirándose un poco de agua en el rostro mientras cerraba los ojos para limpiar el sudor. Miró al cielo y notó que estaba comenzando a nublarse, haciendo que suspirara. El problema con Washington era que a veces no sabías cuando podía llover. Las lluvias eran muy constantes y los días tan grises no le gustaban nada, sobre todo luego de haber vivido en Miami durante tres largos años.

Younger Dreams I Adaptación Juliantina I TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora