Dicen que después de soltar algo y sentirse desierto por dentro, vienen momentos y personas que cambian radicalmente la forma en la que miras la vida. Dicen que esos momentos y personas pueden ser capaces de despejar cada tormento, cada mal día y ca...
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Aferrarse.
Todo el mundo se aferra a algo en específico. Un vaquero se aferra a su ganado, un comerciante se aferra a su negocio, un artista a sus composiciones y dos personas se aferran una de la otra sin pensar las consecuencias que el futuro podría traer.
Eddie Dunne era un hombre que, por alguna de las raras razones que sólo su corazón conoce, cayó en una fuerte adicción a las drogas. Con su fuerza de voluntad y ganas de mejorar como persona, no dejó que sus estudios universitarios se fueran a la ruina. Aún con su adicción, se graduó de filosofía y letras en la universidad pública de Sheffield.
Para escribir en el cuaderno de su tristeza, la agonía que vivía después de aquella traición; para escribir en carne propia lo que vivió y estaba viviendo.
Como todo cuanto de hadas, está ese alguien que te hace caer de la manera más inesperada. Y no de una manera mala. Todo lo contrario.
Como todas las personas, Nicolle tenía problemas. Entre uno de ellos estaba su trastorno alimenticio. Con esto, venían las burlas de parte de la ignorante sociedad que tenemos. Ella se había independizado de sus padres en 2009. Los extrañaba día y noche. Comenzar la vida adulta, en algún punto de su jornada, le resultó difícil decir adiós. Afortunadamente —y no del todo— vivía con su novio, Luca Brown. Un encantador hombre de aspecto medio robusto, ojos azules encantadores y obstinado con lo suyo.
Ella acudía sutilmente a la música cuando se quería ocultar de la ciega sociedad.
Entre sus similitudes con Eddie, nunca se rindió con respecto a sus estudios. Fue admitida en una universidad de Liverpool, cuando vivía con sus padres.
Dolía ser abucheado por la sociedad. Es horrible cuando te recuerdan tus defectos, volviendo a revivir las inseguridades, cayendo así en la insuficiencia y desconfianza hacia la cruel humanidad.
Dos historias diferentes, dos seres humanos completamente diferentes.
Poco a poco descubrieron que eran más parecidos de lo que parecía.
Juntos a la luz del día combatiendo toda maldad, callando aquellas bocas que creían imposible la sublime belleza que estos individuos podían irradiar.
Pero hubo una promesa que cambió todo en la vida de estas dos personas.
—Sabes que te amo, ¿verdad? —Eddie preguntó mientras tomaba su mano con las fuerzas que le quedaban.
Ella, sollozando historias llenas de amor y felicidad que pronto se irían lejos, asintió.
—Sí, Eddie —lágrimas se resbalaban por sus mejillas —. Yo también lo hago.
—Pruébalo. Déjame ir —ella sufría, pero él también lo hacía al citar sus palabras —. Si me dejas entrar allí, te prometo que todo estará bien.
Nada estaría bien. Él mentía.
Ella no quería aceptar nada de lo que el hombre que le había devuelto su luz le pedía. ¿Soltarlo? No. Ni de broma.
—Suéltame. —pidió con gentileza, mirándola a los ojos.
Y ella soltó sus manos. Las soltó y junto con él, se fueron sus sueños.
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