El mundo de una bailarina de ballet era difícil, nuestros pies siempre estaban lastimados, las fracturas eran muy fáciles de conseguir, pasas todo el tiempo en estudios de baile, llenos de competencia, dura competencia, además, existían los idiotas que te jodían en la escuela por las estrictas dietas que debías seguir, los movimientos involuntarios de tu cuerpo queriendo practicar para la siguiente coreografía, la lucha constante para mantener tu vida social a flote, los novios, el sexo, las clases normales, los exámenes... esa época fue malditamente agotadora.
También estaban las visitas al médico, una bailarina debía cumplir con ciertos estándares, empiezan con los huesos, luego los pies, contextura, flexibilidad, tu musicalidad, carisma, la autenticidad de tu sonrisa, la mirada penetrante, seductora y misteriosa capaz de atraer a las personas aún estando de pie en el escenario a bastantes metros de distancia, y cuando terminan de analizarte... te otorgan un valor, eso define el lugar en el que estarás el resto de tu carrera.
Y no, no es tan fácil como aparentan, es un montón de palabras complicadas y números que cuesta horrores aprender. "De pie frente a la barra en sexta" "Relaja los tobillos en demi-plié" "Presenta el talón en el Tendu devant" "La cadera sigue hasta la oreja" ¿Cómo le explican a una niña de cuatro años como joder la cadera sigue hasta la oreja? Me costó bastante tiempo aprender los nombres, números y las posiciones adecuadas, sumando las duras críticas de nuestros instructores, es difícil sobrevivir en este mundo, solo hay dos caminos, te comes al resto, o ellos te comerán a ti.
Miré el reloj luego de que mi ultima botella de agua se acabara ¿Será muy tarde para ir a comprar más? Aún me queda un par de zapatos que no he terminado de destruir.
— Mierda... es media noche.
Observé por la ventana la luna posada en lo alto, esplendida y cauta como siempre, rodeada de sus miles de estrellas opacadas por los lumínicos faroles en las calles, debo irme, no es seguro caminar sola por las noches.
Eso es una mierda.
Reuní todas mis cosas, me cambié de ropa, solté mi cabello y salí del estudio lo más rápido posible, apretando el bolso contra mi cuerpo asegurándome de caminar bajo las luces en todo momento, manteniendo mi móvil a mano en caso de necesitarlo ¿Cómo es posible que el guardia no me avisara de la hora? Pero claro... él solo viene a dormir aquí.
Llámenme exagerada, pero los noticieros son bastante optimistas sobre la tasa de femicidio, no es justo tener que salir a la maldita calle sintiéndose insegura, locos de mierda.
Estaba a dos calles de casa cuando las suplicas de un sujeto y los gritos furiosos de otro me paralizó.
— Sabes bien quien soy Sam, cumple con tu trabajo y te irás a casa completo esta noche, de lo contrario — golpeándolo con fuerza mientras otros dos sujetaban al pobre castaño— Tu cuerpo saldrá en los noticieros mañana por la mañana.
Mis piernas flaquearon en cuanto el pelinegro terminó de escupir sus palabras cargadas de odio, me sujeté del cubo del basurero para no terminar en el piso.
Grave error.
El sonido metálico alertó a los sujetos del callejón, ni siquiera lo pensé cuando comencé a correr a todo lo que mis pies dieron, llevándome segura a casa, o al menos eso pensé yo, estaba por cerrar la puerta cuando una zapatilla se interpuso, abrió la puerta de golpe y utilizó mi cuerpo para cerrarla en cuanto me empujó, haciéndome chillar del susto.
— Escucha castaña, no sé cuanto habrás visto allá atrás, pero si te atreves a decir una sola palabra me aseguraré de que termines igual que ese sujeto si no cumple con lo que se le pidió — golpeando la puerta junto a mi cabeza, obligándome a brincar del susto— Tú no quieres volver a verme, no quieres saber de mí, y definitivamente no quieres verte envuelta en mi mierda ¿No es así? — Asentí— Así que sé una buena chica y has como si esta noche no pasó, porque si la policía se entera, vendré directamente a tu linda casa y destruiré todo lo que esté en mi camino, incluida tú.
ESTÁS LEYENDO
La tentación del diablo #1
RomanceEl mundo se resume en dominantes y quienes son dominados, siempre fue así. Jessa Millet siempre creyó que podría controlar los hilos a su antojo en todo momento, y así fue, hasta que olvidó mirar la hora y salió tarde del estudio de baile. Esa noch...