Estaba en la mejor parte de mi sueño, cuando un peso me cayó encima abrí los ojos de golpe, asustándome, pero solo se trataba de Lucía, en sus mallas y con el tutú puesto, mostrándome el mismo atuendo para mí.
— ¡Mami lo prometiste! Clases en casa todas las mañanas para no perder elasticidad.
Mostrándome sus zapatos de ballet, ella aún no sabía ponérselos.
— Está bien, está bien — bostezando— lo prometí, así que hagámoslo.
Me vestí a la velocidad de la luz, nos pusimos los zapatos y volamos hacia el baño para lavarnos el rostro, los dientes y peinarnos, Lucía adoraba su tomate bien organizado, le gustaba vestir así.
— ¡Iré a poner la música!
Corrió por el pasillo con mi móvil entre las manos, directo a la escalera.
— Cuidado mi amor, no vayas a caer.
— ¡Lo sé mami!
Bajó las escaleras, sentada, a toda velocidad y voló hacia el reproductor, conectando el móvil.
— Puse música en piano para clase de ballet mami.
Estirándose.
Corrí un poco los sofás e instalé la barra en el centro.
— Bien cielo, ahora vamos a estirar — colocándome frente a ella— Primero, con los pies a la altura de los hombros — mostrándole— Tocaremos el piso bajando lentamente.
— Eso es fácil mami.
Rio, ejecutando la acción.
— Ahora toca un pie, y después el otro.
Después de terminar los estiramientos de pie, sumando ejercicios de brazo, cuello, cintura y espalda, terminamos en el piso, para elongar, así, no causaríamos desgarraduras ni dolores innecesarios, ahora sí toca bailar.
— Muy bien mi pequeña bailarina, primera posición.
Hundiendo bien el estómago, juntó sus talones y colocó sus manos frente a su regazo.
— ¡Perfecto! Ahora quinta posición.
Cruzó sus piernas y levantó los brazos, formando bien sus arcos.
— Eres toda una experta, ahora vamos con la rutina que practicamos la última vez.
Colocando la canción desde el principio.
— Es muy buena.
Su voz sonó tan cerca de mí que terminé brincando de la impresión.
— ¡Mierda! — dando media vuelta— ¿Qué haces aquí todavía?
— Acabo de despertar.
Tenía un café humeante entre las manos.
— ¿Y los chicos?
— Probablemente siguen durmiendo.
— Mami ¿Lo hice bien?
Llegó hacia mí, emocionada, pero se borró su sonrisa en cuanto vio a Luca.
— Mami... ¿El señor se quedará a comer?
— No se quedará —Tajante— y el señor tiene algo que decirte.
Acercándome a Luca, susurrándole algo.
— Dile que no la odias.
— ¿Por qué?
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La tentación del diablo #1
RomanceEl mundo se resume en dominantes y quienes son dominados, siempre fue así. Jessa Millet siempre creyó que podría controlar los hilos a su antojo en todo momento, y así fue, hasta que olvidó mirar la hora y salió tarde del estudio de baile. Esa noch...