Capítulo veintisiete (narrador especial)

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"—¿Qué soy ahora?"

Escuchar esa conversación bastó a que mil preguntas se pasaran por mí cabeza...

Salgo de la puerta de nuestra habitación, y bajo nuevamente a la cocina.

El que contestara cada pregunta con tanta seguridad quebrantó algo en mí... Quizás sólo fui su vía de escape, a decir verdad, Isabella no tenía a nadie más... ¿Todo lo que me dice será real? ¿De verdad me ama?

Escucho pasos.

—Soy un desastre —dice Roma.

Se sienta en una silla.

—No, es mejor que las cosas se digan de frente, y no vivir con secretos... —digo.

Entra Isabella.

—Bebé —se acerca a mí.

Intenta abrazarme, pero la evito buscando algo en los cajones.

—No me iré con ustedes... —dice Roma.

—¿Por qué? —le pregunta Isabella.

—Me iré con León —suspira.

—¿Por qué? —le vuelve a preguntar.

—Tengo que hablar bien con él, intentar evitarlo sería una tragedia, me causaría mucha angustia, es mejor resolver todo en el momento...

Mala idea, pero no digo nada.

—Es una mala idea Roma —dice Isabella.

—No, está bien, estaré bien, es un chico tranquilo, y lo entenderá...

—No creo sea una buena idea —digo—. Conozco a León, y no sé si estará bien.

—Él me lo pidió... —susurra.

Al no saber qué cocinar decido tomar mi celular, y pedir comida preparada.

—Pediré de cenar, a decir verdad no me apetece cocinar.

Isabella me mira.

—¿Podemos cocinar juntos? —sonríe.

Niego.

—No tengo ganas...

—Está bien —dice triste.

La observo fijamente...
¿Cómo saber si todo es una mentira? ¿Cómo estar seguro de que si perdona a Valentino no me dejará a mí?

—¿Todo bien? —me pregunta.

Niego.

—Escuché lo que hablaban.

Roma me mira sorprendida.

—¿Desde qué parte? —se ríe nerviosa.

Isabella no habla.

—Todo... —suspiro— Ya no sé qué creer, no sé si puedo confiar en ti.

—Los dejaré hablar... —dice Roma.

Se levanta, y sale de la cocina.

—No sé qué escuchaste.

—Todo Isabella, pero lo que más me ronda en la cabeza, es que si Valentino no hubiese cometido ese error, seguirías con él...

Desvía su mirada.

Cruzo mis brazos.

—Es que es la verdad...

—Te confundes al verlo.

Me mira.
Pasan unos segundos que para mí son eternos...

—Sí —responde.

No es algo inesperado, ese día tuvimos una pelea por esto.

—¿Qué quieres Isabella?

No me mira, juega con sus manos.
Isabella no es la persona que creo, aún es una cría...

—Si nuestra relación no es segura, lo mejor es dejar el compromiso hasta aquí.

No dice nada.

—No iré al cumpleaños de Roma, a decir verdad la quiero mucho, pero ese no es mi mundo. Me quedaré aquí —digo—. El avión estará disponible para ti, le diré a Aarón que te acompañe.

Camino hasta la puerta de la cocina.
Siento una delicada mano, afirmando mi brazo.

—No te vayas así... —pide.

Tiene sus ojos llorosos.

—Es difícil para mí, incluso más que tu me entiendas... Sé que no lo vas a hacer... —dice.

Cae una lágrima por su mejilla.

—Isabella, siempre fui tu alternativa b, no tenías a nadie en quien confiar, solo soy tu vía de escape. No puedo afirmar que no te gusto, o que no sientes una atracción por mí, no sé hasta que punto serías capaz de mentir... Pero nuestra relación no es para nada fuerte, si ves a otra persona y te confundes, yo no soy el indicado para que pases una vida junto a mí...

—Espera —dice cabreada—. No eres mi alternativa b, Valentino fue alguien muy importante...

—No Isabella, es momento de que te tomes un tiempo, pienses bien las cosas y te decidas. Pero en estos momentos, yo no estoy dispuesto a esperar que hagas eso...

—¿Me estás cortando? —pregunta llorando.

—Sí. No dejaré de ayudarte económicamente, aún seguirán tus cuentas bancarias, y si quieres quedarte en esta casa, o en la de allá por mí no hay problema...

—Me importa una mierda tu dinero.

Me sorprendo ante su respuesta.

—Solo quiero que lo sepas... —susurro.

Se aparta cabreada.

—Pues está bien, me iré a la mierda. No volveré a buscarte, nunca más.

—Está bien...

Es una traición bastante grande, y soy muy orgulloso, odio que me dañen, y esto es una decepción, escuchar de su boca que se confunde con el otro cabrón...

—Eres un hijo de puta —dice enojada.

Toma su celular, su argolla de compromiso, y de su bolsillo lo que supongo son las tarjetas bancarias que le di yo. Deja todo en la mesa, y avanza.

—No, me falta algo —se devuelve.

Toma el celular, y lo lanza al piso.

—No quiero que me vuelvas a buscar, ni te atrevas imbécil de mierda, te arrepentirás —se acerca a mí, y me pega una bofetada.

No le digo nada, vuelvo a cruzarme de brazos.

Me mira fijamente, y caen lágrimas por sus mejillas.

Me mira fijamente, y caen lágrimas por sus mejillas

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Sale de la cocina.

Quedo completamente solo, todo está en silencio. ¿Me he equivocado? No lo siento...

HUYE DE ÉL ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora