Capítulo cincuenta y uno

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"—Siempre me siento como una segunda opción."

Cuando llegué frente a la puerta, no sentía mis piernas.

Dudé una y mil veces si tocar el timbre avisando mi llegada, o devolverme al auto con Nicolás.

Lo hice.

Unos minutos de espera hicieron que la piel se me pusiera de gallina.

-Hola señorita Isabella -abrió Aarón.

Por lo cual Gaspar está aquí.

—Hola Aarón —intento sonar tranquila—. Quiero ver a Gaspar.

—No está de buen humor... —suspira.

Entiendo su indirecta.

—Está bien —sonrío cordial.

Doy media vuelta dispuesta a salir de ahí.

—Espera, quizás verte le haría bien —habla Aarón.

Me giro nuevamente.
Aarón se hace a un lado para dejarme pasar a la gran mansión.

Hogar, dulce hogar... Miles de recuerdos me invaden, el olor característico de esta casa, esencia de vainilla. Donde viví cosas muy lindas...

Una pena comienza a apoderarse de mí corazón.

Respiro pesado para evitar llorar.

—Está en su habitación —indica Aarón.

Asiento.

—Gracias —susurro.

Camino hasta llegar a las escaleras, cada peldaño significa replantearme si estoy haciendo las cosas bien...

Cuando llego a su habitación todo se detiene por unos segundos.
No quiero golpear...
Respiro, empujo la puerta hasta abrirla.

Lo veo acostado encima de la cama.
Me acerco a él, en sus manos tiene enredado un pañuelo mío el cual se apega a su rostro.

Tiene su nariz roja, y sus ojos cerrados.

No puedo con esto...

Cuando me giro, dispuesta a irme, el piso decide hacer un ruido molesto.

Mierda...

—¿Qué haces aquí? —habla Gaspar.

Mierda, mierda y más mierda.

Vuelvo a quedar frente a frente.
Está acostado aún, rápidamente esconde mi pañuelo en las almohadas.

—Solo... solo quiero... verte —titubeo.

—¿Para qué? —se sienta.

Limpia sus lágrimas bruscamente.

—Lo mismo me pregunto —confieso.

—¿Qué quieres de mí? —cuestiona— ¿Seguir haciéndome daño? No puedo superar todo, y no creo poder. Te amo ¿comprendes?

No respondo.

—Sin ti mi vida es gris... —comienza a llorar— ¿Cómo pudiste olvidarme?

Me siento frente a él.

—¿Quién dijo que te olvidé? —apoyo mi mano en su mejilla.

Él la toma con una de sus manos.

—Te amo en exceso... —caen lágrimas por sus mejillas.

Me apego a él en un abrazo.

—Ese puto pañuelo es lo único que me queda de ti, lo único que tengo con tu olor —me toma de la cintura.

HUYE DE ÉL ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora