Con las expectativas selectivas de su abuelo por las nubes, un apellido sin buena reputación y un perfil bajo que, espera, mantener; Lily esta decidida a que puede pasar siete años en Hogwarts, sin llamar la atención de nadie. La de nadie salvo la d...
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Capítulo seis: El Baile de Navidad
17 de Diciembre de 1911
Por fin se tomaban en serio que estaban en cuarto año, antes lo veían irrelevante. Pero con los eventos que habría en la brevedad, parecía que la importancia de pertenecer a un curso alto era sumamente importante. Estar en cuarto año aumentaba tus grados de cretinidad.
El tiempo pasó volando. Era como si fuera ayer el último día de Lily antes de asistir a Hogwarts. Era como su fuera ayer el día en el que se despedía de su abuelo en la plataforma 9¾.
Y no solo el tiempo pasó rápido.
En un plazo máximo de dos semanas se llevaba a cabo en el castillo una celebración por la víspera de Navidad. Muchos estaban emocionados y exaltados más de lo que los profesores hubieran esperado. Lily no era la excepción. Por ende "pronto" era mucho decir en cuanto ciencia exacta. Pronto significaban máximo quince días.
Lily estaba intranquila. Más que antes de subir al Expreso de Hogwarts. Caminaba nerviosa por su habitación, la sala común, los pasillos del colegio y las aulas de los profesores. Incapaz de contener la presión y la emoción que se mezclaban dentro de su cuerpo.
Pero, ¿Por qué estaba exactamente exaltada Lily?
Todos los que le proponían ser su acompañante eran unos zoquetes. Así como suena: cada uno de los chicos que acudieron a Lily como recurso esperanzador, eran raros en todos los sentidos. Armand Malfoy, incluso Darwin Simpson se ofreció como su "escolta personal". Lo peor de todo no fue cuando lo pidió (en un bajo susurro durante un partido de quidditch) sino como lo hizo: con un ramo de lilis frescas y la cabeza baja. Darwin se fue, le dejó las flores y le dijo que lo pensara. Lily se conmovió mucho, pero a la vez se asustó. Y cuando le preguntó a Newt sobre qué pensaba, él se bajó de la tribuna y volvió al castillo.
Algunos otros (un poco más presentables) averiguaban si estaba disponible. Incluso uno le preguntó durante una clase de Pociones si a su pareja no le importaría que pasaran parte de la noche juntos. ¿Acaso Lily se había comprometido sin ella saberlo? El muchacho se disculpó y prometió hablar con la Slytherin que le proporcionó información errónea.
Pero Newt Scamander...
Era simplemente él y no se negaba en admitirlo. Era la única persona con la cual podía hablar sobre temas extraños, investigar criaturas nuevas todos los días y hablar de cualquier cosa. Pero siempre con esa presión infaltable en el pecho que le decía que estaba haciendo mal en callar.
Ya no había chico en la faz de la tierra que ocupara el lugar de Newt en su corazón. Nadie más que su abuelo, sin dudas. Newt era el responsable, a esas alturas, de sus latidos fuertes y repetitivos nervios. El único que había logrado ponerla así, tan enamorada. Hufflepuff tenía que ser.
Los pensamientos más remotos invadían la mente de Lily a altas horas de la madrugada, esas noches en las cuales no conciliaba el sueño y se ponía a imaginarse a ella en espacios imaginarios y muy lejanos; con Newt protagonizando todo su espectáculo. ¿Que hubiera pasado si, aquella noche, ella le contaba lo que realmente sentía desde hace un tiempo?
