Uno.

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        Brilla. Brilla mucho, y me encanta. Si entrecierro los ojos puedo verme reflejada en los pequeños diamantes.  Luce precioso en mi dedo. Soy feliz. Lo tengo todo. Lo amo. Lo...

         -¿En qué piensas? -Su voz me sacó de mis pensamientos.

     Me incorporé en la cama, cubriendo mi torso desnudo con la sábana blanca. -Sólo en lo afortunada que soy. 

         Su peso se sintió sobre la cama cuando se dejó caer en ella. Me miró con esos preciosos y pequeños ojos de café. -¿Piensas pasar todo el día en cama? 

        Negué con la cabeza. -Sólo la noche. 

        Nate sonrió. -Eres una descarada. 

         Me incliné para besarlo. Acariciar su rostro, dejarle saber cuánto lo amaba.

        -Mi amor, mi amor... -Se levantó, privándome de sus labios- si nos ponemos en ese plan, nos pasaremos la semana completa metidos en este cuarto. 

         -Ya sé. -Hice puchero como niña pequeña.

         El volvió a sonreír. -¿Nos bañamos juntos? 

     La pregunta sobraba. Llevaba dos días siendo oficialmente Mia Daugherty y no me había duchado sola ni una vez desde entonces. 

       Estuvimos listos en poco tiempo. Yo con una falda verde mar de una tela casi traslúcida que cubría mis pies, y un pequeño corsé púrpura. Me hice el pelo húmedo en un moño, y me colgué la cámara al cuello.  

    Mi marido por su parte, le bastó con una camisa a cuadros, bermudas khaki y sandalias. Jamás usaba sandalias en Madrid. 

        -Creo que ya estamos. -Me dijo, palpándose los bolsillos.

        Escaneé el cuarto con la mirada una vez más y luego asentí.  

        Me tomó de la mano, entrelazando nuestros dedos, y tomamos el ascensor.

        Gracias al cielo estaba vacío, porque no podíamos despegar nuestras manos uno del otro.

        -A veces monitorean los elevadores, ¿sabes? -Le advertí luego de interrumpir nuestro beso.

        Nate sonrió antes de besarme una vez más. -Perfecto que vean lo mucho que te amo.

        -¿Disfrutando de su estancia? -Nos preguntó la recepcionista al vernos pasar.

        -Por supuesto. -Le dijo mi marido con una sonrisa de un millón de dólares-. Muchas gracias.

        Su español era perfecto al haber sido criado en España, el mío en cambio, aún tenía muy fuerte acento inglés, pero estaba trabajando en ello.

        Isla Mujeres, México. Aquí es donde habíamos decidido pasar nuestra luna de miel, gracias a las recomendaciones de unos amigos. Yo quería ir a Grecia, pero luego acordamos en ir después. Y no me arrepiento, este lugar es perfecto.

        Saliendo del hotel, sentí como el sol quemaba mi piel, se sentía tremendamente bien.

        -Vas a volver a casa convertida en carbón. -Me dijo burlón.  

   Nate jamás se bronceaba. Nunca. Podría pasar dos años bajo el sol, y solo se ponía horrendamente rojo.

        -Creo que deberíamos ir a comer algo. -Comenté, quitándole el lente a mi cámara.  

Ella o yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora