Capitulo 12

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Las desventajas de tener un trabajo, es que debes asistir a dicho trabajo. Este es el momento en que me cuestiono ¿En qué estaba pensando cuando tomé un empleo extra? Y, también, el momento en que recuerdo que Euridice estaba a punto de ahorcarme en el auto por haberme besuqueado con su hermano.

— Fue muy injusto —murmuro, subiendo hacia la humilde mansión Gauthier, donde debía hoy dar clases al primogénito de la familia—, si ella se besa con una de sus amigas, yo debo sentirme halagado ¿Entonces por qué no puedo besar a su hermano?

Las palabras apenas habían abandonado mis labios para cuando fui consciente de la tontería que había soltado. Frunzo el ceño y me regaño a mí mismo antes de seguir con mi camino.

— Es solo porque me he ablandado —Reflexiono—, el imbécil me llevó al festival de dia de muertos aquel día y mi odio hacia él disminuyó en una centésima.

En Dia de muertos, Orpheo me arrastró todo el camino hacia el centro de la ciudad. En el cual, al llegar, estaba dando inicio el desfile que durante tantos años añoraba ver.

Mentiría si dijera que no era hermoso, mariachis, catrines, catrinas, alebrijes, danzantes, los carritos adornados hasta el mas minimo detalle mientras algunas personas a los alrededores daban inicio a "la alumbrada" era un espectáculo que jamas olvidaria. Parecia un niño pequeño vagando por cada uno de aquellos altares públicos que se colocaban el la plaza de fundadores mientras orpheo solo se dedicaba a verme con una sonrisa. No se si era burla y ni me intereso saberlo, parecia un crió emocionado al ver cada detalle de las grecas dibujadas en el piso con cempasuchil, frijol, acerin y otros muchos materiales, era algo digno de admirar. Esa noche pasee y recorri cada centímetro de aquel lugar tirando de la mano de orpheo, obligándolo a comprarme cada dulce y capricho que se me antojaba ya que mi pobreza no me permitía comprarlo por mi mismo.

No lo negare, compramos muchos dulces, muchos; lo malo fue que no teníamos dónde ponerlos y, por supuesto, yo no iba a desperdiciar ni un solo dulce, así que las golosinas que no cabían en mis rellenos bolsillos mi cuñado debió llevarlas por todas las calles improvisando una bolsa con su camiseta. Llevarme a aquel festival fue un buen gesto, lo admito, pero nada más que eso. Digamos que mi desagrado hacia él ahora se mide de la siguiente forma: si un auto atropella a Orpheo, yo no lo conduciría, lo conduciría mi chófer con miopía al que no le advertiría de la persona frente a nosotros...

Llego a la entrada y coloco la contraseña que Euridice, luego de años juntos, por fin se dignó a darme ante la ausencia de su ama de llaves y su pereza de abrir las puertas cada que vengo, así que me adentro por el jardín hasta la puerta principal, la que también desbloqueo, y paso a la primera estancia, la cual se encontraba sumergida en un inmutable silencio donde el único movimiento provenía del suave y somnoliento ondear de las blancas persianas.

— ¿Hola? —llamo, sujetando mis libros más cerca de mi pecho y mirando hacia todos lados, esperando detectar la presencia de alguien— ¿Orpheo? He venido por las clases.

Nada más que silencio es mi respuesta, así que empiezo a explorar las habitaciones de la planta baja, abriendo puertas para buscar un rastro de vida, sin embargo fue en vano.

— ¿Orpheo? —vuelvo a llamar, notando como un poco de fastidio se apodera de mí— ¿Hay si quiera alguien en casa?

Bufo, malhumorado. ¿Estas personas no tienen móvil para avisar que saldrán? Es mi día libre y me hacen venir a una casa completamente sola. ¿A quién debería darle las clases? ¡¿A gasparin?!

Empiezo a subir por las pulidas escaleras de mármol blanco intentando canalizar mi ira en el roce de mis dedos recorriendo el barniz del pasamano de madera tallada y subo a la segunda planta, adentrándome en el pasillo principal que da hacia las habitaciones.

The One That You LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora