•Capitulo 3•

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A veces hacemos cosas estúpidas en la vida, luego está todo lo que yo hago. 

— ¡Al diablo conmigo! —grito, incorporándome de la cama en plena crisis— ¡¿Por qué?! —exclamo, abriendo la ventana y señalando al cielo— ¡¿POR QUÉ PARECE QUE TE DIVIERTES ESPECIALMENTE CONMIGO?! 

En la calle los peatones me miran con curiosidad y el ceño fruncido, les muestro mi dedo medio y azoto la ventana. 

— Es tu jodida culpa —gruño, viendo como mi gato cómodamente se lame las bolitas— ¡¿Tan difícil era hacerte cargo de tus crías?! 

Mi gato me ignora, como normalmente hace. 

Ha pasado un mes y medio desde lo sucedido en el cinema, Euridice aún no me habla y piensa que tengo una especie de complot contra su hermano luego de explicarle que él me había obligado a dejarla sola en la función. Aquel tipo ni siquiera pronunció palabra alguna para declararse inocente, hasta parecía admitirlo con esa asquerosa sonrisa, pero mi novia le creyó, LE CREYÓ.  

Suelto un suspiro y me dejo caer en la silla con resignación. Todo se ha ido al caño en un parpadeo, mi relación de años con el amor de mi vida se ha ido a la basura. 

Estaba eligiendo si mutilarme el cuello con un cubierto de plástico o el palito de una paleta para cuando mi móvil vibró en mi pantalón, dando inicio a un extraño bloque de silencio e incredulidad para luego hacerme sacarlo con rapidez y ver de qué se trataba. 

Euridice: 

Ven a casa, tienes una hora. 

Cuando bloqueé nuevamente mi móvil ya estaba cruzando la puerta de salida. Tomé un taxi y en menos de media hora estaba frente a la casa de los Gauthier. 

Aquella casa era la casa con la que soñaba cuando elegí mi carrera, pero que secretamente sabía que ni con una vida de trabajo iba a conseguir. Es hermosa, con amplios jardines verdes salpicados con azules espumas de hortensias y rojas rosas, estás funcionaban como alfombra de una construcción con fachada de piedra y madera poseedora de altos ventanales dónde ligeras persianas blancas se menean con la brisa que llega desde la extensión de árboles de eucalipto y abedul que le rodea. Llamo dos veces desde el timbre frente a la verja de hierro negro y luego de identificarme con la ama de llaves se me permite entrar. 

— Las flores están más lindas —comento, mientras la señora Brook me recibe. 

— Ahora que los dueños han vuelto de Francia, la señora ha contratado un jardinero especializado; antes nos limitabamos a podar el césped —responde con una risa. 

— Han traído al hermano de Euridice también ¿No? —continuo, volteando disimuladamente hacia unos arbustos de rosas de té. 

— El joven Gauthier es una amor —suelta, haciendo que mis cejas se alcen con burla—, siempre es tan atento y sabe cuidar de si mismo, a veces hasta se nos olvida que está con nosotros. 

— Ojalá a mí se me olvidará que está en este planeta —murmuro para mí mismo—. En todo caso, ¿Es adoptado? 

La señora Brook me da un golpe en el hombro mientras frunce el ceño y me abre la puerta de la casa. 

Al entrar lo primero que veo sobre el sofá es a una linda chica riendo juguetonamente sobre el regazo de cierto francés que estaba tumbado en el amplio sofá de la sala. 

— Así que a veces se le olvida que está aquí —repito a la mujer a mi lado, quién se encoje de hombros. 

— No está acostado sobre mí —finaliza, saliendo nuevamente de la casa. 

The One That You LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora