— Sale una extra Pinky —informo, con el desgano evidente producto de una jornada agotadora.
Miro el reloj colgado en la pared y empiezo a experimentar síntomas de vértigo al notar que falta todavía una hora para que mi turno termine. Mis ojos se ruedan y me apoyo dramáticamente contra la puerta del frigorífico mientras me llevo una mano a la cabeza para deshacerme de la gorra de mi uniforme.
Curiosamente, en ese momento hacia su entrada al restaurante Sorrento, a quien escuché saludar a las cajeras antes de entrar a la cocina.
Sus pasos se detuvieron, seguramente ante el shock que le provocó el verme tirado en el suelo con una mancha de ketchup en mi pecho.
— ¡Oh, Dios mío! —exclamó Tethys, la cajera, al asomarse— ¡Llamaré a una ambulancia!
— No hay por qué preocuparse —pronuncia Sorrento.
Espere alerta cualquier movimiento brusco a mi lado pero solo había silencio, un silencio tan curioso que estuve a punto de abrir mi ojo para dar un vistazo hasta que un olor peculiar llegó a mis fosas nasales.
— ¡Mi pago! —exclamé, poniéndome en pie de golpe y arrebatándole los billetes a mi amigo de la mano.
El olor a mi pago funcionaba mejor que cualquier medicina, y no porque tuviese un serio problema de avaricia sino porque con él venía a mí un mes más de estabilidad, de comida, de casa; esos billetes se habían convertido para mí en un símbolo de esperanza.
Los cuento con diligencia ante la mirada de reproche de mi amigo y luego lo guardo en el bolsillo de mi jeans, poniéndome nuevamente en pie.
— Este mes me sobran veinte dólares, le compraré a Sir bigotes catnip —suelto con orgullo.
— ¿Y a tu salamandra? —suelta Sorrento con un tono curioso en su voz— ¿Tan bien te fue con sus padres que no tienes que recurrir a ningún obsequio de disculpas?
Decir que no sentí una punzada en el pecho al oír aquella mención sería mentir; sin embargo, hice mi mejor esfuerzo por tratar de aparentar indiferencia mientras ponía un par de salchichas más en la freidora.
— Sí —respondí de manera despreocupada.
Sorrento guardo silencio unos minutos, luego empezó a acercarse lentamente, como si empezara a sospechar algo. Tragué grueso.
— Te veo tranquilo, supongo que fue un éxito.
Asentí.
Dio un paso más cerca.
— ¿Sus padres eran agradables?
Volví a asentir.
Otro paso más.
— ¿Qué comieron?
— Arroz —murmuré pudiendo sentir una gota de sudor rodar por mi frente
— ¿Con qué?
— Con... pollo.
Ya podía sentir la respiración de Sorrento en el cuello, poniéndome tan nervioso que sabía a ciencia cierta que estaba a punto de clavar sus garras en mi mentira.
— ¿Cómo te fue con los Gauthier, Io? —masculló, viéndome fijamente como si una palabra incorrecta de mi parte provocaría un ataque directo a mi yugular.
— Y-yo...
— Bebé, la cajera no me quiso dar un globo de Pinky —se queja Kanon entrando de golpe a la cocina, haciendo que respire de alivio mientras Sorrento cierra los ojos, conteniendo la ira.
ESTÁS LEYENDO
The One That You Love
FanfictionIo, un adolescente que vive su noviazgo normalmente con su novia Euridice, todo hasta que un día un ser "desagradable" invade su espacio personal, su nombre es Orpheo y desde este día es el dilema amoroso de Io, por cierto ya mencione que orpheo es...