capitulo 16

126 18 12
                                    

— Sale una extra Pinky —informo, con el desgano evidente producto de una jornada agotadora. 

Miro el reloj colgado en la pared y empiezo a experimentar síntomas de vértigo al notar que falta todavía una hora para que mi turno termine. Mis ojos se ruedan y me apoyo dramáticamente contra la puerta del frigorífico mientras me llevo una mano a la cabeza para deshacerme de la gorra de mi uniforme. 

Curiosamente, en ese momento hacia su entrada al restaurante Sorrento, a quien escuché saludar a las cajeras antes de entrar a la cocina. 

Sus pasos se detuvieron, seguramente ante el shock que le provocó el verme tirado en el suelo con una mancha de ketchup en mi pecho. 

— ¡Oh, Dios mío! —exclamó Tethys, la cajera, al asomarse— ¡Llamaré a una ambulancia! 

— No hay por qué preocuparse —pronuncia Sorrento. 

Espere alerta cualquier movimiento brusco a mi lado pero solo había silencio, un silencio tan curioso que estuve a punto de abrir mi ojo para dar un vistazo hasta que un olor peculiar llegó a mis fosas nasales. 

— ¡Mi pago! —exclamé, poniéndome en pie de golpe y arrebatándole los billetes a mi amigo de la mano. 

El olor a mi pago funcionaba mejor que cualquier medicina, y no porque tuviese un serio problema de avaricia sino porque con él venía a mí un mes más de estabilidad, de comida, de casa; esos billetes se habían convertido para mí en un símbolo de esperanza. 

Los cuento con diligencia ante la mirada de reproche de mi amigo y luego lo guardo en el bolsillo de mi jeans, poniéndome nuevamente en pie. 

— Este mes me sobran veinte dólares, le compraré a Sir bigotes catnip —suelto con orgullo.

— ¿Y a tu salamandra? —suelta Sorrento con un tono curioso en su voz— ¿Tan bien te fue con sus padres que no tienes que recurrir a ningún obsequio de disculpas? 

Decir que no sentí una punzada en el pecho al oír aquella mención sería mentir; sin embargo, hice mi mejor esfuerzo por tratar de aparentar indiferencia mientras ponía un par de salchichas más en la freidora.

— Sí —respondí de manera despreocupada. 

Sorrento guardo silencio unos minutos, luego empezó a acercarse lentamente, como si empezara a sospechar algo. Tragué grueso. 

— Te veo tranquilo, supongo que fue un éxito. 

Asentí. 

Dio un paso más cerca. 

— ¿Sus padres eran agradables?

Volví a asentir. 

Otro paso más. 

— ¿Qué comieron? 

— Arroz —murmuré pudiendo sentir una gota de sudor rodar por mi frente

— ¿Con qué? 

— Con... pollo.

Ya podía sentir la respiración de Sorrento en el cuello, poniéndome tan nervioso que sabía a ciencia cierta que estaba a punto de clavar sus garras en mi mentira.

— ¿Cómo te fue con los Gauthier, Io? —masculló, viéndome fijamente como si una palabra incorrecta de mi parte provocaría un ataque directo a mi yugular. 

— Y-yo...

— Bebé, la cajera no me quiso dar un globo de Pinky —se queja Kanon entrando de golpe a la cocina, haciendo que respire de alivio mientras Sorrento cierra los ojos, conteniendo la ira.

The One That You LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora