capítulo 7

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— ¿Qué le obsequias a alguien a quien odias? —pregunto, con la mirada sumergida en el burbujeante aceite que fríe las salchichas.

— Un condón agujereado —responde Kanon.

— Un suéter amarillo chillante —responde Sorrento, haciendo que el Griego a su lado se gire hacia él con el ceño fruncido.

— Me diste eso para mí cumpleaños.

Sorrento voltea a verme y lo señala.

— Ves, y ni siquiera se dará cuenta.

Y así empieza una pelea entre ambos, de esas que ya me tenían entrenado para quitar mi atención de ellos por al menos media hora, así que continué friendo en silencio mientras mi cabeza era un caos tratando de pensar en un regalo acorde a la situación. Para el aniversario con Euridice me debía preparar durante un año, ¡¿cómo diablos podré pensar en algo de un día para otro?!

— Maldito sea —mascullo— ¿No pudo nacer en otro día?

Desde ayer por la noche no había dejado de pensar en el cumpleaños de Orpheo. Cuando lo supe, logré entender lo extraño de su comportamiento durante todo ese día, pero no logré entender el de Euridice ¿Por qué estaba tan molesta?

Suelto un suspiro y me dedico a sacar orden tras orden en la jornada hasta que llega la hora de cerrar. Nos cambiamos nuestra ropa en los vestidores y salimos del restaurante cuando el sol ya se ha ocultado tras la montaña, dejando para la vista nada más que la silueta de los altos edificios contrastando con el naranja somnoliento del ocaso.

— ¿Quieren ir por algo de cenar? —propone Sorrento— Hoy ha sido un día agotador, tengo hambre.

— ¿Qué me vas a dar? ¿Otro suéter amarillo? —suelta con resentimiento, Kanon.

Sorrento suelta una carcajada y se lanza sobre él intentando abrazarle, pero el peli azul escapa tomándome como escudo.

— ¿Por qué no se casan ya? —me burlo.

— ¡Porque tu amigo es un niño! —exclama Sorrento, estirando la mano sobre mí para poder tirarle de la mejilla— Con sus novias es todo un Playboy, pero míralo ahora, haciendo pucheros de aquí para allá.

Volteo hacia Kanon y suelto una carcajada al ver que mira al molesto peli lila con las mejillas hinchadas y los labios fruncidos. Me quito del medio y empiezan a perseguirse por todo el estacionamiento entre exclamaciones y risas. También había aprendido a no interferir en sus peleas, ambos son unos masoquistas y mientras uno de ellos sabe Karate, el otro hace pesas; yo solo respiro. IO es inteligente, IO no se mete.

Mi móvil vibra en mi bolsillo y lo saco para poder leer el nuevo mensaje de Euridice.

Euridice:

¿Ya acabó tu turno?

Volteo hacia aquellos dos idiotas que ahora forcejean entre los arbustos del jardín viendo con un poco de burla como Kanon intenta besar a Sorrento a modo de juego y este hace todo lo posible por mantenerlo alejado y asiento para mí mismo.

:

Estoy libre ¿Necesitas algo?

Su mensaje llega tras pocos segundos.

Euridice:

Ven a casa, hay una pequeña fiesta por el cumpleaños de Orpheo.

Mis dedos se quedaron congelados sobre el teclado mientras me debato en si debería dar una excusa y no ir, o si debería aceptar. Sin embargo, el otro mensaje me llegó con rapidez.

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