Capitulo 15

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La calma precede al desastre. Inesperado. Repentino. Caótico. Como el agua que se traga la roca que rompe el espejismo mágico de sus aguas; como el silencioso espacio entre el sonido de un cañón y la caída de un cuerpo. La Calma precede al desastre; en mi caso, ambos colisionaron a la vez.

Saco mi nariz del agua de mi bañera y mi respiración marcando ondas en la antes imperturbable superficie es la única señal de que el entumecimiento de cada partícula de mi cuerpo no significa que estoy muerto, aunque desearía estarlo. Digo, un cadáver no se sentiría de la forma en que me siento.

Mi apartamento estaba sumergido en un silencio sepulcral volviéndome consciente de las pequeñas cosas; tal y como la claridad que se entreveía por las persianas cerradas, la nota sobre la cama que Orpheo dejó está mañana antes de marcharse o la fotografía de Euridice que permanecía en el buró como un recordatorio mudo de lo que había perdido.

Sir bigotes maúlla en mi dirección desde el marco de la puerta donde había dejado mi ropa tirada y me apoyo contra el borde de la bañera para extenderle mi frío brazo. Mi peluda mascota mira con recelo las gotas de agua escurriendo de mis dedos y permanece en su lugar.

Suelto un suspiro y le miro fijamente.

— Tú eres el único que no puede dejarme —murmuro en su dirección—, porque yo tampoco te dejaría, ¿entiendes?

Él maúlla en mi dirección y sonrío con amargura.

— Me gustaría que funcionara de esa forma pero, a pesar de que yo nunca la dejaría a ella, ella sí lo hizo.

Aquellos ojos amarillentos mi miran por un momento más y luego se marchan dejando mi brazo aún tendido en su dirección. Cierro los ojos y el recuerdo de la llamada que le había hecho esta mañana a Euridice desde el teléfono de la señora Calvera y su cortante y agria respuesta llena mis pensamientos. Me lo confirmó, ya no quería volver a verme.

Un sofocante cansancio se posa sobre mis hombros y de repente ya no tuve la fuerza para abrir los ojos, me dejé arrullar por el frío manto de agua y me propuse a encontrar en su humedad un remedio que mermara tan solo un poco del dolor en mi pecho. Ahí me quedé y me hubiese quedado por indeterminado tiempo, pero un dolor en mi mano me exaltó.

Saco mi casi sumergido rostro del agua con violencia y tomo un par de bocanadas de aire antes de contraer mi extremidad para analizar el daño.

— ¡Sir bigotes! —me quejo ante el inquieto gato que se había atrevido a morderme y no paraba de maullar en mi dirección— ¿Qué crees que haces?

Un par de golpes desde la puerta me ponen alerta y me pongo en pie con rapidez para atender la puerta mientras enrollo una toalla en mi cintura. Mis piernas se sentían débiles pero me las arreglé para llegar.

— Io...—canturrea una voz envejecida y aguda desde el otro lado, llevándose con ella la pequeña espina de esperanza que mi corazón albergaba de que fuera alguien más— uno de tus amigos vino a verte, ¿estás ahí?

Me detengo un poco antes de girar el pomo y tomo dos largas respiraciones para lucir tranquilo ante cualquiera de ellos. Me lleno de valor y abro la puerta con una sonrisa solo para ver a la señora Calvera luciendo bajita al lado de un alto francés que vestía una camisa blanca formal y sostenía en su brazo un saco azul.

Orpheo me sonríe y yo volteo hacia la señora Calvera con mis comisuras congeladas.

— Le vi buscando tu llave de repuesto y creí que era un ladrón —explica aquella mujer—, luego se giró y lo comprobé —finaliza, riendo melosa y aferrándose a su brazo.

El peli celeste sujeta su pequeña mano arrugada y la lleva a sus labios en un beso que sonroja a la señora Calvera.

— Y yo he comprobado que es una dama. Muchas gracias por ayudarme a contactar a Io.

The One That You LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora