capítulo 4

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- ¡SEÑORA CALVERA! -grito, golpeando la puerta con frenesí- ¡ABRA LA PUERTA!

Ya varios vecinos habían salido de sus domicilios para ver con curiosidad qué era lo que hacía a plena madrugada en la casa de aquella vieja. Pasé por alto la multitud y continué insistiendo.

- SEÑORA CALVERA, SI NO ABRE LA PUERTA SU GATA VA A...

La puerta se abre de repente, deteniendo mi amenaza a medio camino al igual que la mano que golpeaba constantemente. Aquella señora me miró con los ojos achinados llevando un pomposo gorro rosa a juego con el de la gata que sostenía entre sus brazos.

- ¿Qué quieres, EO?

- Debemos hablar.

- Ya te dije que no puedo corresponder a tus sentimientos, EO, no podría soportar tu ardiente espíritu juvenil.

Los ojos de los vecinos que nos veían se agrandaron ante sus palabras, mi boca titubeó un poco pero terminé entrando a la casa de la viejecita para no armar más escándalo.

- No sé de lo que me habla, pero este no es momento para bromas -me apresuro a decir mientras trato de esquivar sus al menos doce mininos-. Vengo a hablar de la maldición.

La señora Calvera baja a Panqueca mientras sonríe.

- ¿Qué maldición, Eo?

- Usted lo sabe bien. Quiero que la revoque, ya muchos problemas me he ganado por eso. Sir bigotes se hará cargo de las crías, le pasaremos una pensión alimenticia mensual.

La viejecita toma asiento en su sofá adornado por mantas de lana y suelta un suspiro.

- Lamento ser yo quien te lo diga Io, pero lo único que tú tienes es la homomaldición, y esa no te la pegué yo.

Me quedé tan estupefacto ante sus palabras que involuntariamente di un paso atrás, pisando la cola de una de sus gatas que chilló fuertemente acompañando lo pálido de mi rostro.

- ¿D-de qué diablos me habla? ¡Es obvio que usted me maldijo aquella vez cuando iba al aeropuerto!

- Para ser justos, lo lógico sería que te hubiese maldecido desde hace mucho, te oí viendo Barbie hace dos meses.

Mi rostro se volvió rojo de la vergüenza y le señale.

- ¡Le dije que no estaba solo, fue una reunión de amigos!

La viejecita subió una de sus gatas a su regazo mientras se encojia de hombros.

- En ese caso han sido tus amigos quienes te "maldijeron" Eo, ¿Por qué no les llamas y comemos galletitas?

Me llevo las manos a la cabeza y despeino mi cabello con frustración. Quería arrojar sus gatas por la ventana, esta mujer me tenía exasperado y su risa aguda y suave no estaba ayudando.

- Ahora que lo pienso, hace unos días ví que uno de tus amigos que te traía a casa -empieza-. ¿Lo de su lengua en tu boca también fue producto de mi maldición?

Esa fue la gota que derramó el vaso. Ya no puedo más. Me largo de aquí.

- ¡Espero que su jodida gata tenga veinte gatos! -suelto, caminando hacia la entrada- ¡Buscaré a alguien que quite su maldición, no la necesito!

Su pequeña risita se escucha a mis espaldas, y luego escucho que me llama.

- Por cierto, corazón ¿Cómo se llama tu novio? ¿Le interesa una Sugar Mommy?

- ¡Malditamente interesado! -exclamo al abrir la puerta- ¡Ambos podrían tener buenas charlas sobre lo divertido que es joderme la vida y picarle le trasero a lucifer en el infierno!

The One That You LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora