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Una de las cosa que más odiaba cuando era niño eran las constantes reuniones de trabajo a las que mi padre me hacía ir. Si mi memoria no me falla, los lugares en que generalmente se desarrollaban eran muy ostentosos y, según mis progenitores, eso ameritaba el conjunto de ropa más estorboso que pudiera imaginar. 

Los años pasan, ahora soy un adulto, pero uno que odia la idea de tener que cambiar su pijama para salir de casa, ¿qué sucede cuándo debo vestir de etiqueta? Ah, sí: pierdo el control.

Solté una maldición en cualquier idioma que haya sonado similar a mi chillido de bestia y tiré con odio de la manga del pantalón por la que había pretendido meter mi pie con el zapato ya puesto. Me había medido aquellos mocasines en primer lugar, así que no ví el por qué debía quitarmelos de nuevo antes de ponerme las otras prendas, cosa que me apareció buena idea antes de atorarme

— ¡Sal...! —gruñí.

Tiro de la tela con una fuerza descomunal hasta que salió de manera abrupta, haciéndome resbalar en el baño y golpear mi cabeza contra la puerta. 

Otra marea de maldiciones brotó como agua de mi vulgar boca.

— Io —llamó una voz golpeando con sus nudillos desde el otro lado de la puerta—, ¿necesitas ayuda?

Miré con molestia hacia la silueta de orpheo que me imaginé y chasqueé la lengua mientras me quitaba el zapato y volvía a intentar ponerme el pantalón. No quería hablar con él, la humillación de que me subiera cargado a su jet frente a todo su personal no era algo que olvidaría tan fácil. 

Me puse en pie a regañadientes y me acomodé la prenda de color negro notando de inmediato que estaba un poco pegada a mi cuerpo, demasiado para mi gusto. 

— ¡Orpheo! —llamé con mal humor, poniéndome de costado para comprobar mis sospechas— ¡Orpheo! ¿por qué demonios este pantalon está tan ajustado? —espeto, viéndome de espaldas.

— Oh, yo lo elegí de esa forma —le escucho decir.

Mi ceño ya fruncido se marcó aún más. 

— ¡¿No había otra talla, ser semi desarrollado?! 

Una risa juguetona se deja oír del otro lado.

— Ese es el estilo que debes llevar.

Mis movimientos se relentizaron ante la duda. 

— ¿Según quién? —pregunté, empezando a evaluar con detenimiento mi camisa color beige de botones en contraste con el negro del pantalón. 

— Segun la parte de mí que ansía apreciar la octava maravilla del mundo que sostienes sobre tus hermosas piernas, por supuesto. 

Cuando las palabras se agotaron, lo que tenía frente al espejo no era mi usual reflejo, era una animal sediento de sangre de francés imbécil. Y acababa de sellar su destino al molestar mi extresada y sin comer existencia.

Abrí la puerta con la ira desparramándose de mis ojos asesinos y le señalé con un dedo tembloroso que estaba dispuesto a perforárle la tráquea en menos de un segundo.

— ¡TÚ, VIL RENACUAJO DE-! 

— ¿Tienes hambre? —inquiere, y su sonrisa incrementa ante mi abrupto silencio. De pronto parece recordar algo—. Oh, lo siento, ¿Renacuajo de...?

Deja su copa de lado y me concentro en el apetitoso platillo cuyo corte de carne parecía brillar entre mantequilla aromatizada. Mi lengua relamió un poco mis temblorosos labios antes de mostrarle una sonrisa agradable y caminar con cierta timidez hacia el asiento frente a la comida. 

The One That You LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora